Donde habita el odio con su mar enardecido
y sus oídos orgullosos alguna vez habitó el amor
con sus espigas acompañadas aún del viento
postulando minúsculas ternuras
designios de sencillez
bajo un centinela azul embriagado de grandezas.
Esferas luminosas llenas de cascabeles
anunciaban el asedio de la luz
el mundo se vestía de claveles
la virilidad del Sol era un clarín a mediodía
relumbrante fuego en la tierra corpulenta
ensueños de ríos
donde navegaba el otoño recién-parido de hojas
sirena de besos en la jaula dulce del arcoiris
donde un millar de amapolas rojas
excitaban la proeza de los bosques
en la partida inútil de los pájaros.
El odio llegó luego sin equivocarse de camino
recibió su bautizo en las cavernas
Adán buscaba la palabra
y el mundo era la paz de las raíces.
Inasible la rosa del sueño porque el sueño era la vida.
Era lenta la procesión de la muerte.
Mudo está el mar
y ya no despide al viento con sus olas imprecisas
en alguna parte están interceptando la esperanza
impaciente recurso
que se gesta en los abiertos ojos de la noche
en cuya hondura infinita
descansa la grandeza del recuerdo.
Sobre la emoción de mi pecho
se agita un velero de pasiones
confidencias de luz en el agotamiento de la jornada
latidos profundos en los abismos de la derrota
gaviotas errantes hospedadas en un cielo
distante de palmas y navíos.
Es necesario huir de la curva inmensa del olvido
retornar al mar
que agoniza con una emanación de espumas marchitas.
Demasiado puntual es la guerra
y la pesadumbre del odio
demasiado peso asfixia el viejo corazón de los héroes de
bronce
que a fin de cuentas
no han compartido con nadie sus espionajes de glorias.
La paz es un naufragio de raíces
sobre el vigilado remolino de los mares.
Una dádiva de Dios
que recorre arrogante las manos del mundo
que no se detiene
que alguna vez se deja caer en el inútil amanecer de los
cantos
donde se inventan las cabezas erguidas
los cerrojos
las fronteras
los orgullos nacionales
los llantos
la urgente fuerza del odio
irremediable instinto
que no nos libra del idioma adolorido de la muerte.
La paz es un espectro de la luz
que consume nuestros sueños.
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