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jueves, 4 de febrero de 2016

Únicas piernas





De las cenizas de las vergonzosas y mugrientas ciudades  bíblicas de Sodoma y Gomorra  se levantó sin vergüenza alguna  una sociedad  peor que la anterior: la contemporánea,   en la que  algunos  padres se echan  como gallos  sobre las hijas y les roban  de un tirón la inocencia.
 También  hermanos,  cual  gallos corren  veloces  cubren  sus hermanas  y atentan contra el pudor a cualquier hora del día,  y los pensamientos  van uno tras otro sólo y únicamente hacia el mal, como si fuera  el fin de la civilización humana.

Era el tiempo en que las leyes no pasaban de ser hermosos textos legales redactados a  conciencia para intentar sacar de la sonorización a la gente, pero no sirvió de nada, junto con la esperanza se perdió y todavía andan buscando el amor por una sociedad mejor; y  las leyes sólo servían como bellos adornos de hermosos e históricos anaqueles de los tribunales de justicia, ni siquiera los códigos  que se estrenaban   en esa sociedad  al sonar de los  bombos , platillos  y otros instrumentos musicales de viento.

La llamada primera gran ola  de transformación en el sistema judicial dominicano,  no ha podido contener tanta maldad en  suerte de  conspiración en que fiscales, policías, jueces corruptos y hasta militares  que hacen disminuir la fe en una sociedad más justa.
 Es como si ninguna persona tuviera  memoria ni conciencia de que la gente tenía  más  maldad  en su corazón que pelos en  sus  cabezas (y eso que todos los tenemos contados).

En medio de tanta ignominia  hubo alguien que volviendo en si,  recordó que de antaño esos hechos no ocurrían y este preguntó al abuelo más anciano,   más centenario de la tribu el por qué de tantas violaciones sexuales e incestos, y  él hombre que a penas era una sombra sobre su cama, que a duras  articulaba a penas palabras, más muerto que vivo no tuvo dificultades en articular una sola frase que como  respuesta “, Que las Niñas Sólo se Sienten en las Piernas de sus Madres y Abuelas””, fin de la cita”,.

Por Víctor Elías Aquino

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