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domingo, 6 de noviembre de 2016

Casi Blanco









Antonio Sinino, esposo histórico de Aracelis, sobrina de  Abuela por parte de papa Aquino;  le puso un mote a Carlos  José un mote  que nadie sabe   por què lo hizo: Casi Blanco. Desempolvo  con  esmero las páginas del pasado para urgar en esos días.
Una cosa está clara, el apodo a Ca es perfecto, sencillo, es el de tez más clara de los ocho del solar de la Nicolás de Ovando, en Villas Agrícolas.
Al igual que en la política, en términos familiares y de relaciones humanas, “  hay cosas   que se ven y cosas que no se ven”.  Es así como rasgos físicos se conectan de manera misteriosa  con rasgos de otra índole.
Por razones desconocidas Ca tendrá en el curso de la vida rasgos que podrían ser de Clarividencia para determinadas situaciones difíciles, que irà increscendo en el paso del tiempo, aquel que borra huellas, y “ saca lo peor y lo mejor de la gente”.
Sinino, un oficial de  la Otrora Aviación Militar Dominicana, a quien nadie viò en toda su vida montarse ni de pasajero en la cola de una avioneta o de un helicóptero.
Tenía la paciencia de los sacerdotes de antaño, y vestido de gala parecía uno de los  acólitos del papa y uno un hombre que hace la guerra en el aire.  Nunca tampoco hizo la guerra en la tierra,  era un bonachón, que supo cual era su lugar  en la sociedad en su casa, Aracelis le decía ven y venìa, vete y se iba, “.  Ese era èl.
Pero es de Ca, de quien hablò el vivo  retrato  físico de Jhonson, ese tìo, único  e irrepetible, de tez   blanquecina, al estilo de las cortes alemanas, pero hermanito de padre y madre de Papa que aparecía y desaparecía en la familia, siempre con su Volkswagen, que le sobrevivió a su muerte, y que se halla estacionado en su vivienda en Santo Domingo Este, mirando pasar el tiempo, tal  y  como se mira la lluvia, “ viéndola  caer”.
Ese tío  enigmático, nunca fue un experto tirador,  ni fue violento, y a contracorriente tenía un revolver  calibre 38, que nunca aceitó, nunca disparó, ni siquiera portaba en su cintura.  El arma viajaba mucho, “ de la  gaveta del carro a  la mesita de noche de la habitación”.
Ca, por ejemplo, nunca pensó en ir a la academia militar, sinò que se inscribió  en la academia de Administración de una universidad privada, que   debido a sus altas calificaciones, su empleo en el Banco, lo pagó.  Escaló casi todas las posiciones,  en  una asociación de ahorro  y crédito, desde mensajero, Gerente de Casi todas las Sucursales, y vicepresidente  de Operaciones.  Para finalmente salir por la puerta grande.
De mensajero, llegaba a su trabajo en una bicicleta blanca  Peugeot encorbatado, era realmente raro andar con combata en un vehículo de dos ruedas movido por tracción física.
Contrario al tío, se convirtió en experto tirador, acertaba con las respuestas en distintas situaciones. Sus disparos estaban cargados con letras, y éstas letras formaban palabras que tenìan la pólvora del convencimiento.
Llegó a  convertirse en un entiendo de la vida, sorprenden como los grandes políticos con sus respuestas simples a problemas complejos, y explica las cosas con palabras crudas y  lo puede entender hasta un niño que sabe leer ni escribir.
Una mañana, en uno de los tantos encuentros de   familia que hemos hecho, Carlos Josè riò a carcajadas y todos lo miramos, resulta  que sonrió con tanta fuerza y tanto vigor que se pudo ver  que habían desaparecido los bellitos de la lengua.  Eso le permitía decir las cosas  tal y como las pensaba.
Entonces no se quedaba callado, y daba su opinión, aunque otros pensaran distintos, claro lo hacía con respeto y con lenguaje adecuado.
Tenía la palabra correcta, y el consejo en punto.  Es como si hubiera atesorado el cofre de consejos de  Ramona y los rasgos de sabiduría en  distintas situaciones de la vida.
Nunca se puso una cadena  en su cuello, y al día siguiente de su  boda, en la luna de las  mieles fue a lavar la carga y  se hirió la nariz, ese día le diò un zumbón  al anillo.
Combinaba  la sabiduría  natural de mamà, con todo lo que aprendió  y discutió al lado de Papi, entrañable cuñado, amigo y hermano de la infancia.
Alguien le preguntó un dìa,  “¿ Ca, cuando vas a dejar las  mañas y cosas de papi? Y respondió, primero de muero”


Autor:
Vìctor Elìas Aquino

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