De las cenizas de las vergonzosas y mugrientas
ciudades bíblicas de Sodoma y Gomorra se levantó sin vergüenza
alguna una sociedad peor que la anterior: la contemporánea,
en la que algunos padres se echan como
gallos sobre las hijas y les roban de un tirón la inocencia.
También hermanos, cual gallos
corren veloces cubren sus hermanas y atentan contra el
pudor a cualquier hora del día, y los pensamientos van uno tras
otro sólo y únicamente hacia el mal, como si fuera el fin de la
civilización humana.
Era el tiempo en que las leyes no pasaban de ser
hermosos textos legales redactados a conciencia para intentar sacar de la
sonorización a la gente, pero no sirvió de nada, junto con la esperanza se
perdió y todavía andan buscando el amor por una sociedad mejor; y las
leyes sólo servían como bellos adornos de hermosos e históricos anaqueles de
los tribunales de justicia, ni siquiera los códigos que se estrenaban
en esa sociedad al sonar de los bombos , platillos
y otros instrumentos musicales de viento.
La llamada primera gran ola de transformación en
el sistema judicial dominicano, no ha podido contener tanta maldad en
suerte de conspiración en que fiscales, policías, jueces corruptos
y hasta militares que hacen disminuir la fe en una sociedad más justa.
Es como si ninguna persona tuviera memoria ni
conciencia de que la gente tenía más maldad en su corazón que
pelos en sus cabezas (y eso que todos los tenemos contados).
En medio de tanta ignominia hubo alguien que
volviendo en si, recordó que de antaño esos hechos no ocurrían y este
preguntó al abuelo más anciano, más centenario de la tribu el por
qué de tantas violaciones sexuales e incestos, y él hombre que a penas
era una sombra sobre su cama, que a duras articulaba a penas palabras,
más muerto que vivo no tuvo dificultades en articular una sola frase que como
respuesta “, Que las Niñas Sólo se Sienten en las Piernas de sus Madres y
Abuelas””, fin de la cita”,.
Por Víctor Elías Aquino
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