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jueves, 11 de diciembre de 2008


Ahora que vuelvo, Ton


Eras realmente pintoresco, Ton; con aquella gorra de los Tigres del Licey, que ya no era azul sino berrenda, y el pantalón de kaky que te ponías planchadito los sábados por la tarde para irte a juntarte con nosotros en la glorieta del Parque Salvador a ver las paradas de los Boys Scouts en la avenida y a corretear y bromear hasta que de repente la noche oscurecía el recinto y nuestros gritos se apagaban por las calles del barrio. Te recuerdo, porque hoy he aprendido a querer a los muchachos como tú y entonces me empeño en recordar esa tu voz cansona y timorata y aquella insistente cojera que te hacía brincar a cada paso y que sin embargo no te impedía correr de home a primera, cuando Juan se te acercaba y te decía al oído "vamos a sorprenderlos, Ton; toca por tercera y corre mucho". Como jugabas con los muchachos del "Aurora", compartiste con nosotros muchas veces la alegría de formar aquella rueda en el box "¡rosi, rosi, sin bom-ba - Aurora - Aurora - ra- ra- ra!" y eso que tú no podías jugar todas las entradas de un partido porque había que esperar a que nos fuéra-mos por encima del "Miramar" o "la Barca" para darle "un chance a Ton que vino tempranito" y "no te pures, Ton que ahorita entras de emergente ".

¿Cómo llegaste al barrio? ¿Cuándo? ¿Quién te invitó a la pandilla? ¿Qué cuento de Pedro Animal hizo Toñín esa noche, Ton? ¿Serías capaz de recordar que en el radio en casa de Candelario todas las noches "Mejoral, el calmante sin rival, presenta "Cárcel de mujeres", y entonces alguien daba palmadas desde la puerta de una casa y ya era hora de irse a dormir, "se rompió la taza..."

Yo no sé si tú, con esa manera de mirar con un guiño que tenías cuando el sol te molestaba, podrías reconocerme ahora. Probablemente la pipa apretada entre los dientes me presta una apariencia demasiado extraña a ti, o esta gordura que empieza a redondear mi cara y las entradas cada vez más obvias en mi cabeza, han desdibujado ya lo que podría recordarse de aquel muchacho que se hacía la raya a un lado, y que algunas tardes te acompañó a ver los trainning de Kid Barquerito y de 22-22 en la cancha, en los tiempos en que "Barquero se va para La Habana a pelear con Acevedo" y Efraín, el entrenador, con el bigote de Joaquín Pardavé, "¡Arriba, arriba, así es, la izquierda, el jab ahora, eso es" y tú después, apoyándote en tu pie siempre empinado, "¡can-can-can-can!" golpeando el aire con tus puños, bajábamos por la calle Sánchez, "¡can-can-can! "jugabas la soga contra la pared, siempre saltando por tu cojera incorregible y yo te decía que "no jodas Ton" pero tú seguías y entonces, ya en pleno barrio, yo te quitaba la gorra, dejando al descubierto el óvalo grande de tu cabeza de zeppelin, aquella cabeza del "Ton, Melitón, cojo y cabezón!" con que el Flaco Pérez acompañaba el redoble de los tambores de los Boys Scouts para hacerte rabiar hasta el extremo de mentarle "¡Tumadrehijodelagranputa", y así llegábamos corriendo, uno detrás del otro, hasta la puerta de mi casa, donde, poniéndote la gorra, decías siempre lo mismo "¡a mí no me hables!"

Para esos tiempos el barrio no estaba tan triste Ton, no caía esa luz desteñida y polvo-rienta sobre las casas ni este deprimente olor a toallas viejas se le pegaba a uno en la piel como un tierno y resignado vaho de miseria, a través de las calles por donde minutos atrás yo he venido inútilmente echando de menos los ojos juntos y cejudos del "búho Pujols", las latas de carbón a la puerta de la casa amarilla, el perro blanco y negro de los Pascual, la algarabía en las fiestas de cumpleaños de Pin Báez, en las que su padre tomaba cervezas con sus amigos sentado contra la pared de ladrillos, en un rincón sombrío del patio, y nosotros, yo con mi traje blanco almidonado; ahora recuerdo el bordoneo puntual y melancólico de la guitarra de Negro Alcántara, mientras alrededor del pozo corríamos y gritábamos y entre el ruido de la heladera el diente careado de Asia salía y se escondía alternativamente en cada grito.

Era para morirse de risa, Ton, para enlodarse los zapatos; para empinarse junto al brocal y verse en el espejo negro del pozo, cara de círculos concéntricos, cabellos de helechos, salivazo en el ojo, y después "mira como te has puesto, cualquiera te revienta, perdiste dos botones, tigre, eso eres, un tigre, a este muchacho, Arturo, hay que quemarlo a golpes"; pero entonces éramos tan iguales, tan lo mismo, tan "fraile y convento, convento sin fraile, que vaya y que venga", Ton, que la vida era lo mismo, "un gustazo: un trancazo", para todos.
Claro que ahora no es lo mismo. Los años han pasado. Comenzaron a pasar desde aquel día en que miré las aguas verdosas de la zanja, cuando papá cerró el candado y mamá se quedó mirando la casa por el vidrio trasero del carro y yo los saludé a ustedes, a ti, a Fremio, a Juan, a Toñin, que estaban en la esquina, y me quedé recordando esa cara que pusieron todos, un poco de tristeza y de rencor, cuando aquella mañana, (ocho y quince en la radio del carro) nos marchamos definitivamente del barrio y del pueblo.

Ustedes quedarían para siempre contra la pared grisácea de la pulpería de Ulises. La puya del trompo haciendo un hoyo en el pavimento, la gangorra lanzada al aire con violenta soltu-ra, machacando a puyazos y cabezazos la moneda ya negra de rodar por la calle; no tendrían en lo adelante otro lugar que junto a ese muro que se iría oscureciendo con los años "a Milita se la tiró Alberto en el callejoncito del tullío" escrito con carbón allí, y los días pasando con una sorda modorra que acabaría en recuerdo, en remota y desvaída imagen de un tiempo inexplicablemente perdido para siempre.

Una mañana me dio por contarles a mis amigos de San Carlos cómo eran ustedes; les dije de Fremio, que descubrió que en el piso de los vagones, en el muelle, siempre quedaba azú-car parda cuando los barcos estaban cargando, y que se podía recoger a puñados y hasta llenar una funda y sentarnos a comerla en las escalinatas del viejo edificio de aduanas; les conté también de las zambullidas en el río y llegar hasta la goleta de tres palos, encallada en el lodo sobre uno de sus costados, y que una vez allí, con los pies en el agua, mirando el pue-blo, el humo de la chimenea, las carretas que subían del puerto cargadas de mercancías, pasábamos el tiempo orinando, charlando, correteando de la popa al bauprés, hasta que en el reloj de la iglesia se hacía tarde y otra vez, braceando, ganamos la orilla en un escandaloso chapoteo que ahora me parece estar oyendo, aunque no lo creas, Ton.

Los muchachos quedaron fascinados con nuestro mundo de manglares, de locomotoras, de cigüas, de cuevas de cangrejos, y desde entonces me hicieron relatar historias que en el curso de los días yo fui alterando poco a poco hasta llegar a atribuir a ustedes y a mí verda-deras epopeyas que yo mismo fui creyendo y repitiendo, no sé qué día en que quizás com-prendí que sería completamente inútil ese afán por mostrarnos de una imagen que, como las viejas fotos, se amarilleaba y desteñía ineludiblemente. La vida fue cambiando, Ton; entonces yo me fui inclinando un poco a los libros y me interné en un extraño mundo mezcla de la Ciencia Natural de Fesquet, versos de Béquer, y láminas de Billiken; me gustaba el camino al colegio cada mañana bajo los árboles de la avenida Independencia, el rostro de Rita Hay-worth, en la pequeña y amarilla pantalla del "Capitolio", me hizo olvidar a Flash Gordon y a los Tres Chiflados. Ya para entonces papá ganaba buen dinero en su puesto de la Secretaría de Educación, y nos mudamos a una casa desde donde yo podía ver el mar y a Ivette, con sus shorts a rayas y sus trenzas doradas que marcaban el vivo ritmo de sus ojos y su cabeza; con ella me acostumbré a Nat King Cole, a Fernando Fernández, los viejos discos de los Modernaires, y aprendía a llevar el compás de sus golpes junto a la mesa de Ping-Pong; no le hablé nunca de ustedes, esa es la verdad, quizás porque nunca hubo la oportunidad para ello o tal vez porque los días de Ivette pasaron tan rápidos, tan llenos de "ven-mira-esta es Gret-chen el Pontiac de papi dice Albertico – me voy a Canadá" que nunca tuve la necesidad ni el tiempo para recordarlos.

¿Tú sabes qué fue del Andrea Doria, Ton? Probablemente no lo sepas; yo lo recuerdo por unas fotos del "Miami Herald" y porque los muchachos latinos de la Universidad nos íbamos a un café de Coral Gables a cantar junto a jarrones de cerveza "Arrivederci Roma", balan-ceándonos en las sillas como si fuésemos en un bote salvavidas; yo estudiaba el inglés y me gustaba pronunciar el "good bay..." de la canción, con ese extraño gesto de la barbilla muy peculiar en las muchachas y muchachos de aquel país. ¿Y sabes, Ton, que una vez pensé en ustedes? Fue una mañana en que íbamos a lo largo de un muelle mirando los yates y vi un grupo de muchachos despeinados y sucios que sacaban sardinas de un jarro oxidado y las clavaban a la punta de sus anzuelos, yo me quedé mirando un instante aquella pandilla y vi un vivo retrato nuestro en el muelle de Macorís, sólo que nosotros no éramos rubios, ni llevá-bamos zapatos tennis, ni teníamos caña de pescar, ahí se deshizo mi sueño y seguí mirando los yates en compañía de mi amigo nicaragüense, muy aficionado a los deportes marinos.

Y los años van cayendo con todo su peso sobre los recuerdos, sobre la vida vivida, y el pasado comienza a enterrarse en algún desconocido lugar, en una región del corazón y de los sueños en donde permanecerán, intactos tal vez, pero cubiertos por la mugre de los días sepultados bajo los libros leídos, la impresión de otros países, los apretones de manos, las tardes de fútbol, las borracheras, los malentendidos, el amor, las indigestiones, los trabajos. Por eso, Ton, cuando años más tarde me gradué de Médico, la fiesta no fue con ustedes sino que se celebró en varios lugares, corriendo alocadamente en aquel Triumph sin muffler que tronaba sobre el pavimento, bailando hasta el cansancio en el Country Club, descorchando botellas en la terraza, mientras mamá traía platos de bocadillos y papá me llamaba "doctor" entre las risas de los muchachos; ustedes no estuvieron allí ni yo estuve en ánimo, de reconstruir viejas y melancólicas imágenes de paredes derruidas, calles polvorientas, pitos de locomotoras y pies descalzos metidos en el agua lodosa del río, ahora los nombres eran Héctor, Fred, Américo, y hablaríamos del Mal de Parkinson, de las alergias, de los test de Jung y de Adler y también de ciertas obras de Thomas Mann y François Mauriac.

Todo esto deberá serte tan extraño, Ton; te será tan "había una vez y dos son tres, el que no tiene azúcar no toma café " que me parece verte sentado a horcajadas sobre el muro sucio de la Avenida, perdidos los ojos vagos entre las ramas rojas de los almendros, escuchando a Juan contar las fabulosas historias de su tío marinero que había naufragado en el canal de la Mona y que en tiempos de la guerra estuvo prisionero de un submarino alemán, cerca de Curazao. Siempre asumieron tus ojos esa vaguedad triste e ingenua cuando algo te hacía ver que el mundo tenía otras dimensiones que tú, durmiendo entre sacos de carbón y naranjas podridas, no alcanzarías a conocer más que en las palabras de Juan, o en las pelí-culas de la guagüita Bayer o en las láminas deportivas de "Carteles".

Yo no sé cuáles serían entonces tus sueños, Ton, o si no los tenías; yo no sé si las gentes como tú tienen sueños o si la cruda conciencia de sus realidades no se lo permiten, pero de todos modos yo no te dejaría soñar, te desvelaría contándote todo esto para de alguna forma volver a ser uno de ustedes, aunque sea por esta tarde solamente. Ahora te diría cómo, años después, mientras hacía estudios de Psiquiatría en España, conocí a Rosina, recién llegada de Italia con un grupo de excursionistas entre los que se hallaban sus dos hermanos, Piero y Francesco, que llevaban camisetas a rayas y el cabello caído sobre la frente. Nos encontra-mos accidentalmente, Ton, como suelen encontrarse las gentes en ciertas novelas de Françoise Sagan; tomábamos "Valdepeñas" en un mesón, después de una corrida de toros, y Rosina, que acostumbra a hablar haciendo grandes movimientos, levantaba los brazos y enseñaba el ombligo una pulgada más arriba de su pantalón blanco. Después sólo recuerdo que alguien volcó una botella de vino sobre mi chaqueta y que Piero cambiaba sonrisitas con el pianista en un oscuro lugar que nunca volví a encontrar. Meses más tarde, Rosina volvió a Madrid y nos alojamos en un pequeño piso al final de la Avenida Generalísimo; fuimos al fútbol, a los museos, al cine-club, a las ferias, al teatro, leímos, veraneamos, tocamos guita-rra, escribimos versos, y una vez terminada mi especialidad, metimos los libros, los discos, la cámara fotográfica, la guitarra y la ropa en grandes maletas, y nos hicimos al mar.

"¿Cómo es Santo Domingo?", me preguntaba Rosina una semana antes, cuando decidi-mos casarnos, y yo me limitaba a contestarle, "algo más que las palmas y tamboras que has visto en los afiches del Consulado".

Eso pasó hace tiempo, Ton; todavía vivía papá cuando volvimos. ¿Sabes que murió papá? Debes saberlo. Lo enterramos aquí porque él siempre dijo que en este pueblo descan-saría entre camaradas. Si vieras cómo se puso el viejo, tú que chanceabas con su rápido andar y sus ademanes vigorosos de "muñequito de cuerda", no lo hubieras reconocido; ralo el cabello grisáceo, desencajado el rostro, ronca la voz y la respiración, se fue gastando angustiosamente hasta morir una tarde en la penumbra de su habitación entre el fuerte olor de los medicamentos. Ahí mismo iba a morir mamá un año más tarde apenas; la vieja murió en sus cabales, con los ojos duros y brillantes, con la misma enérgica expresión que tanto nos asustaba Ton.

Por mi parte, con Rosina no me fue tan bien como yo esperaba; nos hicimos de un bonito apartamiento en la avenida Bolívar y yo comencé a trabajar con relativo éxito en mi consultorio. Los meses pasaron a un ritmo normal para quienes llegan del extranjero y empiezan a montar el mecanismo de sus relaciones: invitaciones a la playa los domingos, cenas, a bailar los fines de semanas, paseos por las montañas, tertulias con artistas y colegas, invitaciones a las galerías, llamadas telefónicas de amigos, en fin ese relajamiento a que tiene uno que so-meterse cuando llega graduado del exterior y casado con una extranjera. Rosina asimilaba con naturalidad el ambiente y, salvo pequeñas resistencias, se mostraba feliz e interesada por todo lo que iba formando el ovillo de nuestra vida. Pero pronto las cosas comenzaron a cambiar, entré a dar cátedras a la Universidad y a la vez mi clientela crecía, con lo que mis ocupaciones y responsabilidades fueron cada vez mayores, en tanto había nacido Francesco José, y todo eso unido, dio un giro absoluto a nuestras relaciones. Rosina empezó a lamentarse de su gordura y entre el "Metrecal" y la balanza del baño dejaba a cada instante un rosario de palabras amargadas e hirientes, la vida era demasiado cara en el país, en Italia los taxis no son así, aquí no hace más que llover y cuando no el polvo se traga a la gente, el niño va a tener el pelo demasiado duro, el servicio es detestable, un matrimonio joven no debe ser un par de aburridos, Europa hace demasiada falta, uno no puede estar pegando botones a cada rato, el maldito frasco de "Sucaril" se rompió esta mañana, y así se fue amargando to-do, amigo Ton, hasta que un día no fue posible oponer más sensatez ni más mesura y Rosina voló a Roma en "Alitalia" y yo no sé de mi hijo Francesco más que por dos cartas mensuales y unas cuantas fotos a colores que voy guardando aquí, en mi cartera, para sentir que crece junto a mí. Esa es la historia.

Lo demás no será extraño, Ton. Mañana es Día de Finados y yo he venido a estar algún momento junto a la tumba de mis padres; quise venir desde hoy porque desde hace mucho tiempo me golpeaba en la mente la ilusión de este regreso. Pensé en volver a atravesar las calles del barrio, entrar en los callejones, respirar el olor de los cerezos, de los limoncillos, de la yerba de los solares, ir a aquella ventana por donde se podía ver el río y sus lanchones; en-contrarlos a ustedes junto al muro gris de la pulpería de Ulises, tirar de los cabellos al "Búho Pujols", retozar con Fremio, chancear con Toñín y con Pericles, irnos a la glorieta del parque Salvador y buscar en el viento de la tarde el sonido uniforme de los redoblantes de los Boys Scouts. Pero quizás deba admitir que ya es un poco tarde, que no podré volver sobre mis pasos para buscar tal vez una parte más pura de la vida.

Por eso hace un instante he dejado el barrio, Ton, y he venido aquí, a esta mesa y me he puesto a pedir casi sin querer, botellas de cerveza que estoy tomando sin darme cuenta, porque, cuando te vi entrar con esa misma cojera que no me engaña y esa velada ingenuidad en la mirada, y esa cabeza inconfundible de "Ton Melitón cojo y cabezón" mirándome como a un extraño, sólo he tenido tiempo para comprender que tú sí que has permanecido inalterable, Ton; que tu pureza es siempre igual la misma de aquellos días, porque sólo los muchachos como tú pueden verdaderamente permanecer incorruptibles aún por debajo de ese olvido, de esa pobreza, de esa amargura que siempre te hizo mirar las rojas ramas del almendro cuando pensabas ciertas cosas. Por eso yo soy quien ha cambiado, Ton, creo que me iré esta noche y por eso también no sé si decirte ahora quién soy y contarte todo esto, o sim-plemente dejar que termines de lustrarme los zapatos y marcharme para siempre.


Autor:

RENE DEL RISCO Y BERMUDEZ
POETA DOMINICANO

martes, 9 de diciembre de 2008

lunes, 8 de diciembre de 2008


Mateo Morrison

Poeta militante

de la Patria



Nació en Santo Domingo el 14 de abril de 1947. Poeta y activista cultural. Estudió Letras en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y Administración Cultural en el Centro Latinoamericano y del Caribe para el Desarrollo Cultural (CLACDEC), en Venezuela. Dirigió el suplemento literario Aquí del periódico La Noticia durante dos décadas y el Departamento de Difusión Artística y Extensión Cultural de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, desde donde organizó numerosos encuentros culturales y fundó varios talleres literarios en diferentes puntos del país. También laboró como Director de Formación y Cooperación Técnica del Consejo Presidencial de Cultura. Es miembro de la junta directiva de la Unión de Escritores Dominicanos y de la Asociación de Escritores de Venezuela. Ha representado al país en congresos y encuentros literarios en América Latina, Europa y Asia. Su obra poética, mayormente de orientación social y política, ha sido difundida a través de la prensa nacional, de lecturas públicas y de los cinco poemarios que lleva publicado hasta este momento. Sus textos aparecen en la mayoría de las antologías poéticas nacionales y en varias extranjeras. Ha publicado los libros de poesía: Aniversario del dolor, Santo Domingo, Editora Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1973; Visiones del transeúnte, Santo Domingo, Editora Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1983; Si la casa se llena de sombras, Santo Domingo, Editora Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1986; A propósito de imágenes, Editora Taller, 1991; Nocturnidad del viento/Voz que se desplaza, Santo Domingo, Editora Búho, 1996; 30 años de poesía y otros escritos, Santo Domingo, Editora Universidad Autónoma de Santo,1999.



POEMAS



DIFÍCIL EQUILIBRIO



Difícil equilibrio

de un ojo misterioso

que tiene que medir

mientras la mano traza

difícil equilibrio

de una mano que traza

mientras el ojo mide

difícil equilibrio de unos ojos

y unas manos que se buscan.



CANSADO DE SOSTENER



Cuando de sostener

el mundo entre mis manos

he decidido con dolor y amargura

anunciarles mi agotamiento crónico.



De ahora en adelante

dejaré rodar el mundo

por cada una de las constelaciones.



Dejaré que cada uno

de sus habitantes

pueda tomar una estrella

para que alumbre su casa.



Me iré con mi familia

a construir una pequeña estancia

en cada sorbo de agua

manando del molino del amor.



Me iré en silencio sin dar órdenes

y me refugiaré en el lugar

más pequeño de la casa

a escribir poemas.



Como sé que estos no tendrán

las sutilezas del lenguaje

que reclamó algún crítico

ni las rimas que demandan

mis amigos de infancia.



Dedicaré el resto de mi vida

a leérmelos a mí mismo

frente a un enorme espejo.



EMOCION POR LAS ISLAS



Tomo tus palabras

rodeadas de olas

que amanecen conmigo.

Cerca de mis pies

arenas vibrantes de sol.

No puedo ahora

describir un viento

que cambia a cada instante

de dirección.

Sólo los pájaros

saben la orientación

exacta de la brisa.

Ellos trasladaron

el centro del universo

a estos lugares

del Caribe.



Los pájaros saldrán de los lienzos

en noches de huracanes

volverán a vivir en las telas

cuando llegue la calma.



Soltamos de nuevo tus palabras

para instalar nuestra casa

en un círculo de arena

y hacer de nuestras vidas

ataúdes de espumas.



VOZ QUE SE DESPLAZA

I

Todos aspiramos a la ternura.

La voz que se desplaza sin herirnos.

La mano casi imperceptible en nuestra piel.

Silbido que hiende la mañana en dos espacios

atemporales.

La mirada exclusiva sobre nuestros rostros.

Al olor fabricado en noches desafiantes.

Todos pretendemos una ternura

que a veces negamos

en una ciudad que nos acepta uno a uno

pues las parejas alteran su quietud.



II



La ciudad es sólo

el inicio de un árbol

que se enquistaba en la memoria

escenario de luces

propicias a nuestro encuentro

no morimos de soledad ni de distancias

prolongamos los espacios

mientras inventas

un día para mí

fuera de agenda.



III



Ojo vibrátil del mañana

ojo acuoso de sales

¿dónde esté el mar?

¿dónde los peces bañándose

en enormes olas impetuosas?

Pregunta el transeúnte

¿dónde está el mar?

Y el dedo señala el horizonte

¿dónde está el mar?

La cabeza da vueltas en una enorme mesa

y el índice de nuevo señala el horizonte

y el mar aparece de pronto

humedeciendo los ojos infinitos

del futuro.

AUTORIA
MATEO MORRISON
POETA MILITANTE
DOMINICANO
MANUEL DEL CABRAL


CARTA A MI PADRE

¿Qué más quieres de mí? ¿Qué otras cosas mejores?
Padre mío,
lo que me diste en carne te lo devuelvo en flores.

Estas cosas, comprende, ya no puedo callarte.
Yo, como el alfarero con su arcilla en la mano,
lo que me diste en barro te lo devuelvo en arte.
Creo ya, que ves claro, por qué levantar puedo
este lodo animal -espeso de pensar-.
¡Siempre habrá un alfarero con su sueño en los dedos!

Padre mío, ya ves,
el agua que me diste, venía de una oscura
profundidad de vida, pero como los ríos
primeros de la tierra, aquel goterón mío
se me llenó de altura...

Qué más quieres, no pudo
hacerse licenciado mi corazón desnudo.
Era mucho pedirle, padre mío, ¡no sabes
lo grave que es a veces
un hombre que en el pecho le entierran viva un ave!

Quizá, por eso, aquello
que me dieron horrible, preferí darlo bello.
Diáfano para el trino; para negocios, bruto,
este es el fruto:
con un poco de ti, y un poco del destino
que me puso en la mano
lo divino
con lo humano,
todo lo que en la carne hay de oscuro y perverso
te lo devuelvo en verso.

Qué más quiero, ¿mi herencia? Para qué, padre mío.
Por mi herida de hombre sale un niño cantando.
¡Lo que la tierra piensa, se hace voz en el río!



LETRA

Letra:
esqueleto de mi grito,
pongo mi corazón sobre tu muerte,
pongo mis más secretas cualidades de pétalo,
pongo...
la novia que he guardado entre el aire y mi cuerpo,
mi enfermedad de ángel con cuchillo,
mi caballero ausente cuando muerdo manzanas,
y el niño que hay en mí, el niño
que sale en cierto día, el día
en que la mano casi no trabaja,
el día en que sencillos
mis pies pisan los duendes que están en el rocío
haciendo el oro joven del domingo.

Todo lo pongo en ti,
y tu siempre lo mismo:
estatua de mis vientos,
ataúd de presencias invisibles,
letra inútil.

Todo,
todo lo pongo en ti, sobre tu muerte.

La letra no me entiende.

Sin embargo...



PALABRA

Palabra, ¿qué tu más quieres?
¿Qué más?

Vengo a buscar tu silencio,
el que a fuerza de esperar
se endurece... se hace estatua...
para hablar.

Ya ves, palabra, ya ves,
herida, tú, sin edad...

¿Qué hará contigo el soldado?

¿Qué harán los grillos? ¿Qué hará
en la punta de la espada
la eternidad?



ODA PARA OTRO IDIOMA

Hombre que hablas inglés,
tu sonrisa
viene cuando hace ratos que han llegado
tus pies.

Hombre que estás callado no callando,
dímelo, tú, no hablando:
¿Con qué metal acuñas
este brillo que hoy juega en tu sonrisa:
la que nos llega tarde, más tarde que tus uñas?

Pero aún en la espuma de tu sonrisa hay olas,
hay un pez educado que a su hora es cuchilla.
La geografía misma no quiere ser sencilla,
y parece que a ratos hasta piensa tu roca:
¡no ves que ante el Caribe, como si nos buscara,
la Florida es un diente que le crece a tu boca!

Pero no, que no es
el cocotero simple que gotea su coco
lo más duro que ves:
si la isla que tiembla en este poco
de sudor de pupila, se le rueda a los negros,
con esa gota lavan algo más que la piel...

Esto el aire lo sabe, mientras tanto
el ron escribe equis con tus pies de turista,
y la isla, la isla, me la pisa tu vista.

Se ve que por aquí,
tú vienes blanco, pero tus negocios...
como la piel de Haití.

Mas ya pisando el blanco silencio del mulato,
con sus ruidos redondos ... tu barato
volumen anatómico pasa fragante a pipa,
y así, sobando perlas para cuidar tus tripas,
llegas oliendo a superficie cuando,
el hombre es por aquí
duro por fuera, mas por dentro, blando:
es como el coco que lo parten y...
para aquel que lo pica,
le da blancas entrañas, como cuando sufriendo
se parte en dos la cara, riendo la Martinica.

Sí, esto también lo sé, sí,
cubriendo el horizonte sólo veo
tu corpulento instinto de civil jabalí.
Y también todavía mi casa es grande, pero...
siento ahora que pesan, más que ayer, tus zapatos.
A fuerza de tu sombra, se hace el sol más mulato,
Del tamaño del mapa se te ponen los pies.
Es que de pronto suelta tu sonoro amarillo
un huracán que viene del bolsillo,
huracán que a la vez
juega con las Antillas,
y como la sotana cuando pasa,
pone de rodillas
los de casa...

Ya ves,
hombre que hablas inglés.

Tu sonrisa
viene cuando hace ratos que han llegado tus manos
y tus pies...



HABLA COMPADRE MON

Lo que ayer dije yo
a gritarlo vuelvo ya:
¿tierra en el mar?
No señor,
aquí la isla soy yo.

Algo yo tengo en el cinto
que estoy como está la isla,
rodeada de peligro.

Sí, señor, mi cinturón:
ola de pólvora y plomo.
Aquí la isla soy yo.

Cabe, lo que dije ya,
siempre aquí, como le cabe
el día en el pico de ave.
¡Qué bien me llevan la voz
las balas que sueño yo!

Y no está lejos del hombre
de tierra adentro y dormido
la verde fiera que siempre
nos pone un rabioso anillo...
Estoy hablando del mar
porque en él hay algo mío...

¿Pero estoy hablando yo
de una Antilla, tierra en agua?
No señor,
con la cintura entre balas,
al mapa le digo no.
Aquí la isla soy yo.



AIRE DURANDO

¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?

Hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

Este sudor... ¿por quién muere?
¿Por qué cosa muere un pobre?

¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!

Hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?

Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.

¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?

Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja..



DONDE LA VOZ PARECE MÁS DEL ÁRBOL

Donde la voz parece más del árbol.
Donde el hombre es un árbol.
Aquí, donde los ojos de los niños...

Tal vez aquí no puedo decir nada.
Tan cerca estoy de cosas que están siempre desnudas.
Puede mi tiempo ahora herir la tarde.

Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras,
vengo de tantas manos y de carne con precio,
vengo de tantos vientres con inéditos gritos,
que me sube la voz igual que un ojo.

Aquí, donde este hombre
para decirme que no tiene ropa
desentierra los huesos de su sonrisa:
su azucena valiente y definida,
su azucena harapienta.



TRÓPICO SUELTO
(Poema en cinco acentos)

1

A ratos,
machacas rumbas con tus zapatos,
y tu cadera,
que padece una vieja borrachera,
y tu aliento
que a veces quema hasta el fular del viento,
saben a la locura de tu barro mezclado
de mula tropical, de sol quemado.

Mulata que te hicieron de la noche y del día,
en el café con leche
bebo tu carne de fantasía.
Tabaco para hacerlo picadura
con el cuchillo de la dentadura:
tu talle
que le roba los ojos a la calle.

Sobre las marejadas de la hamaca
meces tu carcajada de maraca:
como si de repente fabricaras la aurora
en tu carne de cuero de tambora,
de tambora, que a veces, roncos ruidos arrancas
para las tempestades de tus ancas.

Alma de raspadura y piel de ají,
quema y endulza tu mordedura.

Voy a decir que te metiste en mí
como si fueras una calentura.


2

No.

Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
en pequeños ciclones de gargantas;
encerrada la tierra en amuletos;
el trueno detenido en los tambores.

Buscando el cielo oculto de su culto
sube Haití por los pies hasta su grito.
Aquí está el sueño, se me pone grande
un mapa que me ronca y que me asalta;
aquí esta Haití metido en unos dientes,
aquí está Haití que se derrite en ritos,
aquí está, retorcido, de repente,
con golpes de mar seco y de azabache
Haití tiembla en un vientre.

Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
sudoroso y espeso, aquí esta el sueño
desnudo y pegajoso y poco ausente,
sueño de objeto oscuro y caso rojo.

Aquí está Haití metido en una hembra:
en una llama negra.


3

El tambor, a ratos,
va poniendo furiosos tus zapatos.
Ya con su limpia agilidad de fiera
trepa el son y trabaja en tu cadera.

La terca tempestad de la tambora
sopla la ola de tu vientre ahora.
Y tu taco toca, y tu taco así,
riega por el aire tu caliente Haití.

Reventó la selva, desde tu cintura
hasta el paraíso de tu mordedura.

Tu canción de curvas canta más que tú:
sabe los secretos que te dio el vudú.
Negra que sin ropa, tienes lo de aquel
que siendo secreto se quedó en tu piel.

Tiro mis ojos en tus pezones
cuando tu vientre derrite sones.
Trópico que bailas -deja que te siga
el terremoto de tu barriga,
terremoto alegre que sudando ron
con su voz callada canta más que el son-.

Negra desatada -deja a tu cintura
que se derrita con su calentura -.
Que ya van saliendo del ronco bongó
abuelos remotos del Papá-bocó
Abuelos que tienen en rumba enredados
tus supersticiosos pies huracanados.

Trópico furioso y alegre a la vez,
desde que tu rabia se bajó a los pies.

Ya te vas quedando vestida de viento.
Allí son tus pechos dos buches de ron.
Algo de la tierra me sube violento,
oigo que tus curvas cantan más que el son.

Y tu taco toca, y tu taco, a ratos,
echa al aire el Congo que hay en tus zapatos.


4

Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
metido en clima y derretido en ritos ...

Aquí:

Pide collares la negra,
pide collares de hueso
al hombre oscuro que tiene
en su filo un cementerio.

Pide collares curiosos
la curiosa que en el viento
de pie a cabeza desnuda
deja desnudo al deseo.

Sombra que sigue a otra sombra,
inquieta su cuerpo inquieto:
negra columna de humo
que no se aparta del suelo.

Sabe a su isla de cocos;
mas, por ver si tiene miedo,
collares de cocodrilos
ponen duro el río entero.

Ya síntesis de la selva:
goza el peligro su cuerpo
que tiene el monte por cama,
que tiene el cielo por techo.

Y el caníbal que da oscuro
como su piel su veneno,
satisface la columna
de aquel humo tan espeso.

Mas, borracha de caprichos,
es una tumba su cuello
que tiene para su adorno
cadáveres de amuletos.

Y pide otra vez collares,
pide collares su cuerpo,
al caníbal que ha nevado
el camino con los huesos.

Y mientras brilla y espera
perlas macabras su cuerpo,
perlas que pesca el cuchillo
y lustran lenguas de negros,

corta la sangre cuajada
de una rosa, que en su pecho,
revienta como una herida
que le perfuma su cuerpo.

Hoy no sueño, no sueño, aquí esta el sueño:
aquí está Haití metido en una hembra:
en una llama negra.


5

Colasa: manteca inquieta
quemada a ron con vudú,
no se te va el retacito
de espiritismo que a gritos
esta entre tu ropa y tú.

Borracho de muchas cosas,
óyelo, Colasa, bien;
con cabellos de guitarra
te voy a enredar los pies.

Suma de abuelo tu carne
anochece amaneciendo;
tu cuerpo a palos moliendo
lo limpian de brujerías,
y tú roncas, como no,
tu cuerpo mismo el bongo.

Y ahora,
que venga el juez,
que venga y vea
que yo te amarre los pies.

Que venga la policía,
que otra vez
caliente mi mano agarra
los pelos de mi guitarra
para amarrarle también
al uniforme, la ley.

Pero de tu carne prieta,
quiero ahora, de una vez,
sacar una cosa blanca ...
No ves que si está en tus pies
vas a machacar el alma.
¡El alma, Colasa, el alma!

La ves...



NIÑO MUERTO EN UN PATIO

Tal vea no diga nada, ni siquiera del patio.

Todo está en aquel sitio.
Su caída levanta todas mis cualidades,
porque sé que estas cosas
son las que bien me obligan a no desperdiciarme.

Tal vez no hable con nadie sobre este niño muerto.

Yo llegaré a mi casa como todos los días;
me sentaré a la mesa, tomaré mi jengibre,
quizás acaricie el pelo de seda de mi gato,
y tal vez dos palabras conmigo o con mi hermano
sobre la lluvia o sobre la cosecha.

Tal vez no hable con nadie...

¿Qué puede hacer la edad de la palabra
donde la eternidad parece un niño?



GUITARRA PANADERA

Sólo el silencio es amigo.
Pero también
no es amigo... si lo mudo
se oye bien...

¿Quién mide el aire y lo pone
cuadrado como pared?
¿Quién lo pone tan pequeño
que cabe en el puno... quién?

El mapa se está llenando
de dientes como el menú.
Pero no importa:
el humo de mi guitarra
da caliente pan azul.



AIRE

En una esquina está el aire
de rodillas...
Dos sables analfabetos
lo vigilan.

Pero yo sé que es el pueblo
mi voz desarrodillada.
Pone a hablar muertos sin cruces
mi guitarra.

Pedro se llaman los huesos
de aquél que cruz no le hicieron.
Pero ya toda la tierra
se llama Pedro.

Aquí está el aire en su sitio
y está entero...

Aquí...
Madera de carne alta,
tierra suelta:

Mi guitarra.



AIRE DURANDO

¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?

Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...

Este sudor ... ¿Por quién muere?
¿Por qué cosa muere un pobre?
¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!

Hay muertos que van subiendo
Cuanto más su ataúd baja...

¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?
Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.

¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?

Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...



¿A QUIÉN VIENE A VER USTED?

Hoy está el pueblo en mi cuerpo.
¿A quién viene a ver usted?
Usted no ve que esta herida
es corno un ojo de juez...

Usted que se trae los grillos,
¿a quién viene a ver usted,
que anda más con el instinto
que con los pies?

Usted que trae el olfato,
pero con luz viene a oler;
meta la conciencia aquí...
y no la deje en la piel.

Usted que se trae la bala,
viene a saber por qué fue...
Si hay un rico en este lío,
¿a qué viene? ¿Para qué?

Aquí só1o hay una boca,
hay una voz, una sed.
Un trozo de grito sangra.
¡Lo cortaron como res!

Usted que se trae las llaves,
¿a quién viene a ver usted?
Vea estas manos callosas,
ropa rota y sin zapatos
unos pies.

Usted que se trae las manos
pesadas como pared...
¿no ve el hambre?
¿no la ve?

Tápenle el grito a este hombre;
y aunque es más la voz que el pie,
pónganle grillos, que sólo
el pobre cabe en la ley...

¿No ve que la sangre huye
y no se sabe por qué ...?
Pero yo sé que hay aquí
quien se la quiere beber ...

¿A quién viene a ver usted?



NO LE TIRE ..

No le tire, policía;
no lo mate, no;
¿no ve
que tiene la misma cara
que tiene usted?

Corre roto,
sin zapatos.
¿No lo ve?

Corre tal vez
con una honradez tan seria
que corre en busca del juez....

Acérquese, policía,
pero guardando el fusil.
Acérquese.
¿No lo ve?

Se parece a usted,
y a mí...

Mírelo bien.

Huye de la tierra y siempre
se va con ella al partir...

Acérquese... No le hiera
ni con el ojo
su dril...

Mire sus pies ...
Mírelo bien ...

Policía, no le tire.
Fíjese
que corre como la sed...



CAMINA

Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y una voz que no se ve,
grita al oído:
-Mire, jefe, que hay un hombre
que allí está herido.

-Lo sé.

Camina el jefe del pueblo
después de beber café.

Y vuelve la voz y dice:
-Jefe, que un hombre no ve;
tiene llanto entre los ojos,
y tiene plomo en los pies.

-Lo sé.

Sigue caminando el jefe
después de beber café.
Y la misma voz le grita:

-Murió un hombre allí de sed.
¿Qué haremos, ahora, jefe?

-Que haga pronto el hoyo usted.

Y el jefe sigue su rumbo,
pero también
el jefe sigue pensando ...

Piensa sólo a qué hora es
la otra taza
dc café...



PANCHO

Que aquí no metan comprado
el ojo chismoso, no.
Que no se traigan el ojo
como una voz...

Que más que para los gringos
Pancho cortó
tres casi Antillas de cañas,
tres Antillas... Sí, señor.
¡No cabrá en el ataúd,
ha crecido Pancho hoy!

Soldado, no cuide al muerto;
no meta el ojo, doctor.
Ganaba un cobre por día;
¡sabemos de qué murió!

Quítenle el jipi y la ropa,
pero aquello... aquello, no.
¡Qué serio es un hombre pobre
que no quiere ser ladrón!

La muerte aquí tiene cara
de cosa que no murió...
Cuando muere... ¡cómo vive
lo que tiene pantalón!

Soldado, no cuide al muerto,
que de pie lo veo yo.
Pancho está aquí como Pancho,
Se llama... no se llamo...

No vengan ya a preguntar
de qué murió.
Vengan a mirar a Pancho
como hago yo.

Quítenle todo del cuerpo,
todo,
pero aquello, no.

Con un pedazo de caña
entre la boca murió.
Le quiso poner azúcar
a su voz ...

Déjenlo que endulce ahora
su silencio sin reloj...
Que nadie revise a Pancho.
¡Sabemos de qué murió!



HOMBRE Y PERRO

Hombre que vas con tu perro:
con tu guardián.

Cuida mi voz, como el perro
cuida tu pan.

Perro que vas con un hombre
que amigo tuyo no es...
Acércate un poco al pobre,
huélelo bien.

Fíjate que tengo boca,
fíjate en mí.

Mira que soy hombre, pero ..,
con estas manos vacías
cómo me parezco a ti.

Perro que vas con tu amo,
fíjate bien:
que al hablar contigo, hablo
conmigo mismo... ¿No ves
que tan cerca del patrón,
no somos tres,
sino dos...?

Hombre que vas con tu perro:
tu servidor.

¡Qué grueso que está tu perro,
y qué flaco que estoy yo!
¡Estoy flaco porque tengo
gorda la voz!



NEGRO SIN NADA EN TU CASA

Yo te he visto cavar minas de oro
-negro sin tierra-.

Yo te he visto sacar grandes diamantes de la tierra
-negro sin tierra-.

Y como si sacaras a pedazos tu cuerpo de la tierra,
te vi sacar carbones de la tierra.

Cien veces yo te he visto echar semillas en la tierra
-negro sin tierra-.

Y siempre tu sudor que no termina
de caer en la tierra.

Tu sudor tan antiguo, pero siempre tan nuevo
tu sudor en la tierra.

Agua de tu dolor que fertiliza
más que el agua de nube.

Tu sudor, tu sudor. Y todo para aquél
que tiene cien corbatas, cuatro coches de lujo,
y no pisa la tierra.

Sólo cuando la tierra no sea tuya,
será tuya la tierra.



AIRE NEGRO

Cantan los cocolos bajo los cocales.
Ya la piel del toro muge en el tambor.
Los temibles lirios de sus carcajadas:
sus furiosas lunas contra el nubarrón.

Está fiero el cielo que cayó en sus ojos.
Lucha con ancas de la hembra el son.
Por entre pestañas de los cocoteros
cuchillos de vida le clava ya el sol.

Nórticos turistas mascan voces negras;
piel color de rosa trópico quemó;
pipas neoyorquinas, tufo de cerveza;
(se tragó la kódak los Papá-bocó).

Las cocolas cantan cánticos calientes,
cantos que retuercen vientres de alquitrán,
y entre sus corpiños tiemblan cocos negros
que a los cocolitos vida blanca dan.

Recia risa, a ratos, hace heridas blancas.
Hoy su noche alumbran, y anda por su piel
ya borracho el son. Mas, la borrachera
que entra por sus belfos, sale por los pies.

Y los dulces huesos de la dura caña
no tienen más mieles ni más duros son,
que la carne negra de la negra alegre
que se alegra a golpes de tambora y sol.

Sube por su cuerpo de bestia divina
fuerte olor a tierra. Su respiración
viene como un viento del ciclón del Cosmos,
(la emborracha el rito mucho más que el ron).

Sale ya del vientre del tambor la selva.
Ya la piel del toro muge en el tambor.
Y contra el silencio de sus ruidos roncos
la negra desnuda parece una voz.



NEGRO SIN ZAPATOS

Hay en tus pies descalzos graves amaneceres.
(Ya no podrán decir que es un siglo pequeño.)
El cielo se derrite rodando por tu espalda:
húmeda de trabajo, brillante de trabajo,
pero oscura de sueldo.

Yo no te vi dormido... Yo no te vi dormido...
aquellos pies descalzos
no te dejan dormir.

Tú ganas diez centavos, diez centavos por día.
Sin embargo,
tú los ganas tan limpios,
tienes manos tan limpias,
que puede que tu casa sólo tenga
ropa sucia,
catre sucio,
carne sucia,
pero lavada la palabra: Hombre.



NEGRO SIN RISA

Negro triste, tan triste
que en cualquier gesto tuyo puedo encontrar el mundo.

Tú que vives tan cerca del hombre sin el hombre,
una sonrisa tuya me servirá de agua
para lavar la vida, que casi no se puede
lavar con otra cosa.

Quiero llegar a ti, pero llego lo mismo
que el río llega al mar... De tus ojos, a veces,
salen tristes océanos que en el cuerpo te caben,
pero que en ti no caben.

Cualquiera cosa tuya te pone siempre triste,
cualquiera cosa tuya, por ejemplo: tu espejo.

Tu silencio es de carne, tu palabra es de carne,
tu inquietud es de carne, tu paciencia es de carne.

Tu lagrima no cae
como gota de agua...

(No se caen en el suelo
las palabras.)



NEGRO MANSO

Negro manso,
ni siquiera
tienes la inutilidad
de los charcos con cielo.

Só1o
con tu sonrisa rebelde
sobre tu dolor,
como un lirio valiente que crece
sobre la tierra del pantano.

Sin embargo,
negro manso,
negro quieto:
hoy la voz de la tierra te sale por los ojos,
(tus ojos que hacen ruido cuando sufren).



NEGRO SIEMPRE

Negro quieto,
barro dócil,
tú que siempre
eres el grano que no siembran nunca.

¡Qué hará contigo el hombre,
tú que tienes
la herida abierta como un surco con útiles
humilladas semillas de silencios?

Tu mano está en el aire,
tan desnuda,
tan simple
como tu risa que no tiene filo,
o como tu mirada,
tan sencilla,
tan lavada, que siempre con tus ojos
puede limpiarse el hombre.



ESTE NEGRO

Negro simple,
tú que tienes
a tu vida y al mundo
dentro de un amuleto.

De ti,
só1o asciende
el humo de tu cachimbo.

Negro sin cielo,
tu indiferencia tenaz
es como la palabra Tierra.

Sin embargo,
tienes para los hombres
una sonrisa blanca
que te pone muy alto.

Ni los niños
ni el asno,
tienen tu sencillez.

Negro lejano.
Noche sin mañana.
Letra de algún remoto alfabeto.

Quiero cavar la mina de tu grito.



MUJER CON ANILLO

Mujer que estas un poco en este anillo,
casi un poco, tal vez
lo que dura en el lecho
la palabra mujer.

Mujer que cabes en un ruido rubio.
Mujer,
que pasas por mi boca como el agua
que no quita la sed.

Mujer que te repartes en mis cosas.
Mujer,
te estoy tocando ahora, pero ahora
sólo toco tu piel.

Cuando estás en mis dedos
me pareces de viaje.
Tal vez,
es así como quiero,
pero no como amo.

Déjame que me quite
este lujo del cuerpo.
No ves,
que me pesa este anillo...
¿no lo ves?

Déjame que te use con los ojos.
¡Qué bien!
Los ojos se me llenan
de paisajes de tren.

Es que hay algo pasando ...
¿No lo ves?
Tú del tamaño de mi lujo sólo.
Mujer,
que rodeada estás por este anillo
de honradez.

Me quitaré tu nombre repartido,
tal como cuando llego de la calle:
que me quito del cuerpo
cotidianos detalles.

Ya ves,
mujer que eres a veces propiedad de mi alma,
y a ratos,
propiedad de mi piel.



PULULA

Negra Pulula, qué bien
que planchas la ropa ajena.

¡Cuándo plancharás tu cara:
mapa de penas!

Pulula, poca Pulula,
tú la carga y tú la mula.

Con tu amuleto ensalmado
y siempre se ve que es hueso;
tiene vida y está tieso,
no te quiere ver de frente,
no te quiere ver a ti:
está viendo todavía
de perfil.

Pero, Pulula,
¿qué esperas,
que también al San Benito
no le quitas la sordera?

Que Bocó sobó tu hueso,
que tampoco tiene olfato:
no huele aún que el sudor
te lo compran tan barato...!

¡Ni siquiera por antojo
ha querido ver por qué
le lavas hasta los pies
con el agua de tus ojos!

Pulula, también, Pulula:
se ve que es de piedra el dios,
cuando pides por los dos...

¡Tú la carga y tú la mula!

Si con tan blanco amuleto
tan oscura suerte cargas,
un hueso negro, tal vez,
te daría suerte blanca.

De rodillas lo que piensa,
lo que siente, arrodillado;
tus dos zapatos con hoyos,
y tu catre, derrengado.

Dile a tu santo de pino
que se pase un día entero
en tu rancho de agujeros;
porque en un santo de palo
puede haber un carpintero.

Pulula, poca Pulula,
tú la carga y tú la mula.

Mata la vergüenza y pídele
a tu hueso taumaturgo
que no se duerma en tu casa,
que venga con herramientas;
martillo, clavos y tabla;
que venga a arreglar tu catre;
¡que no te remiende el alma!

Pulula, poca Pulula,
¡tú la carga y tú la mula!

Dile al santo
que se ponga pantalones...
que venga a clavar el canto:
idioma de la tachuela.

Que venga a ver que hasta en misa
la cana de una sonrisa
te hace abuela...

Después, Pulula, después,
besa tu hueso sagrado...

Pero también,
ten cuidado,
ten cuidado
que Dios no dura en la piel...

Pulula, pero, Pulula,
hoy a las seis,
¿quién viene a planchar tu cara?

¿Quién?

Hay sólo una planchadora
que, como tú, plancha bien.
¡Qué almidonada, qué dura
que está tu cara esta vez!

Con plancha blanca de hueso,
de la cabeza a los pies,
la muerte, -tu planchadora-
¡cómo ha planchado tu piel!

AUTORIA
DON MANUEL DEL CABRAL
POETA DOMINICANO
IMAGENES DE INTELECTUALES
DE LA PATRIA










IMAGENES DE INTELECTUALES

DOMINICANOS

lunes, 1 de diciembre de 2008

LA SANGRE DERRAMADA

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.

¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.

¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!

No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!!

FEDERICO GARCIA LORCA
FEDERICO GARCIA LORCA
POETA MILITANTE CONTRA
EL FASCISMO EUROPEO


EL CANDOR EN CADA ORIFICIO
DE ESTAS
SILUETAS DEMOCRÁTICAS



Comandante:Enrique Jimenez Moya
Movimiento Revolucionario 14 de Junio 1959
Desembarco Constanza,Maimón
y Esterohondo

Francisco Alberto Caamaño
Héroe de la Revolución Abril,1965
y sembrador de farolas en caracoles

Dr. Manuel Aurelio Taverez Justo
(Manolo)
Lider y mentor del Movimiento Revolucionario
14 de Junio(1J4),quien el 28 de Noviembre 1963, dirigió y encabezo la incursion al vientre de la patria...

Cantor de gestas, en la trenza de manacla

Las hermanas Mirabal

flores cuyos aromas

resplandecen en cada Otoño

en sus horascas

sepultaron el ciclope..TRUJILLO..

tirano, en las heridas del horror













HOMENAJE A LA PATRIA


Canto al comandante del Sol

Hoy
la República Dominicana siente
en sus avenidas y callejones
pisadas en sus abrileñas
heridas

Y en cada hueco de tu luz
Coronel
Francisco Alberto Caamaño de Deño
millones de razones
pavimentaran de nuevo la descalza
silueta Quisqueyana
con el valor de tus primaverales
recuerdos


Oh
Francisco Alberto
eres con tus cantares de
amaneceres
y tu guitarra de fusil
el cantor de gestas más cimeras
que montañas dominicanas hayan
podido escuchar desde el
estomago de las palmeras



Héroe

de huracanadas olas
inauguradas en la enraizada
CIUDAD NUEVA
del 24
Y
28 de Abril de 1965


Combate en el Puente Juan Pablo
Duarte de la capital del Sol
Dominicano

Y en el vientre
asfaltado del costado Sur de la
CORDILLERA CENTRAL
Quisqueyana


Comandante

humedecido de glorias
lirios
victorias
y
caracoles
con tu pecho de febrero y el
pico de barrancolí
desembarcaste en

PLAYA CARACOLES 1973

Con tus ideas vestidas
de guardia rural
para construir el bohío dominicano
al igual que Manuel Aurelio
Tavarez Justo (Manolo)

Quien con su cuerpo masificado
de amigos y uniformes de combates
y su sangre en diluvio
foresto el pensamiento
de
colmeneras patrióticas
centenarias en

LAS MANACLAS


Montaña Quisqueyana (quien
encabezo la guerrilla
para desinfectar el alba
secuestrada por el gorilesco

golpe de

Estado al Gobierno
Constitucional y Democrático
del Profesor Juan Bosch,


Septiembre 25 de 1963
por militares fascistas
dominicanos
al servicio de intereses
mezquinos
y foráneos)


Titán
De combates
te encontramos en el ojo
de la tormenta tropical


Hoy

Coronel de Abril
de Febrero en
Caracoles
acampados
en
montañosas lámparas
libertarias


Oh

comandante
marineros
de
campesinos versos
y trinitarias estrofas
acantonadas
en tu atrincherada

CIUDAD NUEVA


Antes de que florezca el Sol
te regalaremos un ramillete
de infantiles sonrisas
cosechadas
de tu himno tamborilero....


Hoy

coronel de Abril
de febrero en caracoles
de lomas y carreteras
en cada esquina de esta
primavera
te encontramos
Ofrendando el espíritu de la
historiografía
Nacional


Francisco Alberto

del pueblo y las campiñas
agigantaste las pupilas de tu
patria en
aquellos 365 días infinitos
que nacieron en tus labios
quemantes de 1965
lluvias sudorosas de Sol y
arena


Eres

Icono del Caribe
Redimido en la flor del plomo

Junto
A
rostros con uniformes de banderas
Enrique Jiménez Moya
Juan Ventura Simó
y

patriotas
hermanos
ultramarinos
organizaron el pensamiento y la acción
de la invasión de Constanza
Maimón y Estero Hondo
del movimiento revolucionario
14 de Junio de 1959


Estos
profetas
de la libertad

penetraron a la trenza de la Patria
cayeron en el alma de la historia
para renacer
en el corazón de las banderas
con la intención de desparasitar la primavera
de la tiranía trujillista



Héroes
de inmortales
sendas
y
praderas

viven en el imborrable
camino
de Ernesto Guevara
El Che
en una finca de banderas
sembradas de alegres pinos

en esta tasa de café
endulzada con sangre tuya
del cristalino arroyo
de Manolo
y de otros
miles hijos de esta
República
Dominicana
Latinoamérica y el mundo en
lucha
contra el lobo
entre tus manos de metal
pintaremos la falda de la madre
patria con tu ejemplo militar....

Te
Recordamos
Francisco Alberto Caamaño
Con tu uniforme de fronteras
Y tus canciones centenarias
Y tu rango de humildad
Y tus sueños interminables
en cada playa de mi tierra

Oh
militar que el 28 de abril de

1965 latigazos y
con tu rustica flauta
acámpate el coraje
contra el águila invasora del
Norte
que con sus garras quiso
doblegar
la alborada de tu canto


Gracias
Héroe de Abril y caracoles
Eres hombre
de fuego y silueta de Mar
Seguiremos tu ejemplo pintado en
verdes mejillas
enamoradas de tu ayer…
unido a las magnéticas y
floridas
manos de la ruta del Che...





Autor:
Ramón Danilo Correa

24 de Abril de 2008
en
homenaje Póstumo
A los caídos por la lucha
al respeto a los derechos
humanos y por la soberania
nacional de los pueblos...
HOMENAJE AL POETA ESPAÑOL MIGUEL HERNANDEZ

sábado, 29 de noviembre de 2008

domingo, 23 de noviembre de 2008

WALT WHITMAN
POETA CANTOR DE MANHATTAN








poemas de "Hojas de hierba":

¡Adiós fantasía mía!

Cíñete a mí

Cuando escuché al docto astrónomo

El halcón moteado cala sobre mí...

Escena de campamento, al alba gris y sombría...

Oh capitán, mi capitán

Postrera invocación

Reconciliación

Tu mirada

Una araña paciente y silenciosa

Una hoja de hierba


DE "CANTO A MÍ MISMO":

1. Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.

Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es su misión y no la olvidaré;
que nadie la olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de para en par las puertas a la energía original de la naturaleza
desenfrenada.

Versión de León Felipe

* * *

. Creo en ti, alma mía, el otro que soy
no debe humillarse ante ti,
ni tu debes ser humillada ante el otro.

Retoza conmigo sobre la hierba, quita
el freno de tu garganta,
no quiero palabras, ni música,
ni rimas, no quiero costumbres
ni discursos, ni aún los mejores,
sólo quiero la calma, el arrullo de tu
velada voz.

Recuerdo cómo yacimos juntos cierta
diáfana mañana de verano,
cómo apoyaste tu cabeza en mi cadera
y suavemente te volviste hacia mí,
y apartaste la camisa de mi pecho, y
hundiste la lengua hasta mi corazón
desnudo,
y te extendiste hasta tocar mi barba,
y te extendiste hasta abrazar mis pies.

Prontamente crecieron y me rodearon
la paz y el saber que rebasan todas
las disputas de la Tierra,
y sé que la mano de dios es mi
prometida,
y sé que el espíritu de Dios es mi
propio hermano,
y que todos los hombres que alguna
vez vivieron son también mis
hermanos, y las mujeres mis
hermanas y amantes,
y que el amor es la sobrequilla de la
creación,
y que son incontables las hojas rígidas
o lánguidas en los campos,
y las hormigas pardas en los pequeños
surcos,
y las costras de musgo en el cerco
sinuoso, las piedras apiladas, el saúco,
la hierba carmín y la candelaria.

Versión de León Felipe

* * *

. Estoy enamorado de cuánto crece al aire libre,
de los hombres que viven entre el ganado,
o de los que paladean el bosque o el océano,
de los constructores de barcos y de los timoneles,
de los hacheros y de los jinetes,
podría comer y dormir con ellos semana tras semana.

Lo más común, vulgar, próximo y simple,
eso soy Yo,
Yo, buscando mi oportunidad, brindándome
para recibir amplia recompensa,
engalanándome para entregar mi ser
al primero que haya de tomarlo,
sin pedir al cielo que descienda cuando yo lo deseo,
esparciéndolo libremente para siempre.

Versión de León Felipe

** *

. Estos son en verdad los pensamientos
de todos los hombres en todas las
épocas y naciones, no son originales míos,
si no son tuyos tanto como míos,
nada o casi nada son,
si no son el enigma y la solución del enigma,
nada son.

Esta es la hierba que crece
dondequiera que haya tierra y agua,
este es el aire común que baña el globo.

Versión de León Felipe

* * *

. Con estrépitos de músicas vengo,
con cornetas y tambores.
Mis marchas no suenan solo para los victoriosos,
sino para los derrotados y los muertos también.
Todos dicen: es glorioso ganar una batalla.
Pues yo digo que es tan glorioso perderla.
¡Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan!
¡Hurra por los muertos!
Dejadme soplar en las trompas, recio y alegre, por ellos.
¡Hurra por los que cayeron,
por los barcos que se hundieron el la mar,
y por los que perecieron ahogados!
¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes
vencidos!
Los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes mas
grandes de la Historia.

Versión de León Felipe

* * *

¿Quién va allí?
Grosero, hambriento, místico, desnudo... ¡quién es aquél?
¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey?
Pero ¿qué es el hombre en realidad?
¿Qué soy yo?
¿Qué eres tú?

Cuanto yo señale como mío,
Debes tú señalarlo como tuyo,
Porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras.
Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es mas que cieno y
podredumbre,
no me puedo para a llorar.
Los gemidos y las plegarias adobadas con polvo para los inválidos;
y la conformidad para los parientes lejanos.
Yo no me someto.
Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como de da la gana.

¿Por qué he de rezar?
¿Por qué he de inclinarme y suplicar?

Después de escudriñar en los estratos,
después de consultar a los sabios,
de analizar y precisar
y de calcular atentamente,
he visto que lo mejor de mi ser está agarrado de mis huesos.

Soy fuerte y sano.
Por mi fluyen sin cesar todas las cosas del universo.
Todo se ha escrito para mi.
y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.

Soy inmortal.
Sé que la órbita que escribo no puede medirse con el compás de un
carpintero,
y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la
noche con un carbón encendido.
Soy sagrado.
Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.
Las leyes elementales no piden perdón.
(Y, después de todo, no soy mas orgulloso que los cimientos desde los
cuales se levanta mi casa.)

Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el mas grande de todos los mundos: Yo.
Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré...
esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tu llamas disolución
por que conozco la amplitud del tiempo.

Versión de León Felipe

* * *

. Walt Whitman, un cosmos, el hijo de
Manhattan,
turbulento, carnal, sensual, comiendo,
bebiendo y procreando,
no es un sentimental, no mira desde
arriba a los hombres y mujeres ni se
aparta de ellos,
no es más púdico que impúdico

¡Quitad los cerrojos de las puertas!
¡Quitad las puertas mismas de sus quicios!
Quien degrada a otro me degrada a mí,
y todo lo que hace o dice vuelve a la postre a mí.

La inspiración mana y mana de mí,
me recorren la corriente y el índice.
Pronuncio la contraseña primordial,
doy la señal de la democracia,
nada aceptaré, ¡lo juro!, si los demás
no pueden tener su equivalente
en iguales condiciones.

Voces desde hace largo tiempo
enmudecidas me recorren,
voces de interminables generaciones
de cautivos y de esclavos,
voces de enfermos y desahuciados,
de ladrones y de enanos,
voces de ciclos de gestación
y de crecimiento,
y de los hilos que conectan las estrellas,
y de los úteros y de la savia paterna,
y de los derechos de los pisoteados,
de los deformes, vulgares, simples,
tontos, desdeñados,
niebla en el aire, escarabajos que
empujan bolitas de estiércol.

Voces prohibidas me recorren,
voces de sexo y lujuria,
veladas voces cuyo velo aparto,
voces indecentes por mí purificadas
y transfiguradas.

No me tapo la boca con la mano,
trato con igual delicadeza
a los intestinos que a la cabeza
y el corazón,
la cópula no es para mí más grosera
que la muerte.

Creo en la carne y en los apetitos,
y cada parte, cada pizca de mí
es un milagro.
Divino soy por dentro y por fuera, y
santifico todo lo que toco o me toca,
el aroma de estas axilas es más
hermoso que una plegaria,
esta cabeza más que los templos,
las biblias y todos los credos.

Versión de León Felipe

* * * *
. Creo que podría volverme a vivir con los animales.
¡Son tan plácidos y tan sufridos!
Me quedo mirándolos días y días sin cansarme.
No preguntan,
ni se quejan de su condición;
no andan despiertos por la noche,
ni lloran por sus pecados.
Y no me molestan discutiendo sus deberes para con Dios...
No hay ninguno descontento,
ni ganado por la locura de poseer las cosas.
Ninguno se arrodilla ante los otros,
ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos
antes que él.
En toda la tierra no hay uno solo que sea desdichado o venerable.

Me muestran el parentesco que tiene conmigo,
parentesco que acepto.
Me traen pruebas de mi mismo,
pruebas que poseen y me revelan.
¿En dónde las hallaron?
¿Pasé por su camino hace ya tiempo y las dejé caer sin darme cuenta?

Camino hacia delante, hoy como ayer y siempre,
siempre mas rico y mas veloz,
infinito, lleno de todos y lo mismo que todos,
sin preocuparme demasiado por los portadores de mis recuerdos,
eligiendo aquí solo a aquel que más amo y marchando con {el en un abrazo
fraterno.

Este es un caballo ¡Miradlo!
Soberbio,
tierno,
sensible a mis caricias,
de frente altiva y abierta,
de ancas satinadas,
de cola prolija que flagela el polvo,
de ojos vivaces y brillantes,
de orejas finas,
de movimientos flexibles...
Cuando lo aprisionan mis talones, su nariz se dilata,
y sus músculos perfectos tiemblan alegres cuando corremos en la pista...
pero yo solo puedo estar contigo un instante.
Te abandono, maravilloso corcel.
¿Para qué quiero tu paso ligero si yo galopo mas de prisa?
De pie o sentado, corro más que tú.

Versión de León Felipe

* * *

. Para mí, una brizna de hierba no vale menos que la
tarea diurna de las estrellas,
e igualmente perfecta es la hormiga, y así un grano de
arena y el huevo del reyezuelo,
y la rana arbórea es una obra maestra, digna de
egregias personas,
y la mora pudiera adornar los aposentos del cielo,
y en mi mano la articulación más menuda hace burla
de todas las máquinas,
y la vaca, rumiando con inclinado testuz, es más bella
que cualquier escultura;
y un ratón es milagro capaz de asombrar a millones de
infieles.

Versión de Màrie Manent

* * *

. Mira tan lejos como puedas, hay
espacio ilimitado allá,

cuenta tantas horas como puedas, hay
tiempo ilimitado antes y después.

Mi cita ya ha sido concertada y es
segura,

allí estará el Señor, esperando que yo
llegue en perfectas condiciones

allí estará el gran Camarada, el amante
verdadero que he anhelado.

Versión de León Felipe

* * *

. Dije que el alma no es superior al cuerpo,
y dije que el cuerpo no es superior al alma,
y nada, ni Dios siquiera, es más grande
para uno que lo uno mismo es,
y quien camina una cuadra sin amar al prójimo
camina amortajado hacia su propio funeral,
y yo o tú podemos comprar la flor y nata
de la Tierra sin un céntimo, sin un céntimo
en el bolsillo,
y mirar con un sólo ojo o mostrar un grano
en su vaina, desconcierta las enseñanzas
de todos los tiempos,
y no hay oficio ni empleo en el que un joven
no pueda convertirse en héroe,
y el objeto más delicado puede servir
de eje al universo,
y digo a cualquier hombre o mujer:
que tu alma se alce tranquila y serena
ante un millón de universos.

Versión de León Felipe


OTROS POEMAS:

¡ADIÓS, FANTASÍA MÍA!

¡Adiós, Fantasía mía!
¡Adiós, querida compañera, amor mío!
Me voy, no sé adónde
ni hacia qué azares, ni sé si te volveré a ver jamás.
¡Adiós, pues, Fantasía mía!

Déjame mirar atrás por última vez.
Siento en mí el leve y menguante tic tac del reloj.
Muerte, noche, y pronto se detendrá el latir de mi corazón.

Durante mucho tiempo hemos vivido, gozado, y acariciado juntos,
en deliquio.
Ahora hemos de separarnos. ¡Adiós, Fantasía mía!

Pero no nos apresuremos.
Largo tiempo, ciertamente, hemos vivido, dormido, nos hemos
mezclado el uno con el otro.
Si morimos, pues, moriremos juntos (sí, continuaremos
siendo uno),
si vamos a algún sitio, iremos juntos a afrontar lo que ocurra:
quizás seremos más libres y alegres, y aprenderemos algo,
quizás me estés ya guiando hacia las verdaderas canciones,
(¿quién lo sabe?),
quizás eres tú el mortal pomo de la puerta que deshace, gira...
Finalmente, pues, te digo:

ADIÓS! ¡SALUD, FANTASÍA MÍA!

Versión de Agustí Bartra


CÍÑETE A MÍ

Cíñete a mí, noche del seno desnudo; cíñete a mí,
noche ardiente y nutricia!
Noche de vientos del Sur, noche de grandes y pocos luceros,
tú, que en la paz cabeceas, loca, desnuda noche de estío.
Voluptuosa sonríe, ¡oh, tierra de fresco aliento !
Tierra de árboles adormilados y líquidos,
tierra ya sin luz del ocaso, tierra de montes con cumbre de niebla,
tierra donde derrama cristales el plenilunio azulado,
tierra con manchas de luz y de sombra en las aguas del río,
tierra de límpido gris y de nubes que para mí son
más vivas y claras,
tierra de abrazo anchuroso, tierra ataviada con flor de manzano
sonríe ya, que tu amante se acerca.

Versión de Màrie Manent

CUANDO ESCUCHÉ AL DOCTO ASTRÓNOMO

Cuando escuché al docto astrónomo,
cuando me presentaron en columnas
las pruebas y guarismos,
cuando me mostraron las tablas y diagramas
para medir, sumar y dividir,
cuando escuché al astrónomo discurrir
con gran aplauso de la sala,
qué pronto me sentí inexplicablemente
hastiado,
hasta que me escabullí de mi asiento y
me fui a caminar solo,
en el húmedo y místico aire nocturno,
mirando de rato en rato,
en silencio perfecto a las estrellas.

Versión de Leandro Wolfson

EL HALCÓN MOTEADO CALA SOBRE MÍ...

El halcón moteado cala sobre mí,
y me acusa lamentándose
por mi charla y mi pereza.

Yo también soy indomable,
yo también soy intraducible.
Sobre los techos del mundo,
resuena mi bárbaro graznido.

El último celaje del día,
se detiene a esperar por mí,
lanzo mi figura, tras las otras,
reposando verdaderamente en cualquier
sombra silvestre.
Me insta engatusándome hacia la bruma,
y hacia la oscuridad.

Me alejo como el aire,
sacudo mi bucle blanco en el sol fugitivo.
Vierto mi carne en remolinos,
y la dejo arrastrar por la mueca del encaje.
Me entrego, a mí mismo, al barro,
para brotar en la hierba que amo.

Si me necesitas,
búscame en la suela de tus botas.

Apenas sabrás quien soy,
y lo que quiero decir.
No obstante soy tu buena salud,
y filtraré con filamentos tu sangre.

No desfallezcas si no me encuentras pronto.
Si no estoy en un lugar, búscame en otro.
En algún lugar te estaré esperando.

Versión de Leandro Wolfson


ESCENA DE CAMPAMENTO, AL ALBA GRIS Y SOMBRÍA

Una escena de campamento, al alba gris y sombría...
Al salir de mi tienda, temprano y desvelado,
paseando lentamente, en el aire frío, por el sendero junto
a la tienda-hospital,
veo tres figuras acostadas en una camilla, tres figuras
yaciendo abandonadas allí,
cubiertas con una manta, con una amplia manta de lana oscura,
una manta gris y pesada que lo envuelve y cubre todo.

Curioso, me detengo en silencio.
Luego, con mis dedos levanto ligeramente a la altura del
rostro la manta del primero, el más próximo.
¡Quién eres, anciano flaco y horrendo de pelo gris y ojos
hundidos en las cuencas?
¡Quién eres, amado camarada?

Después avanzo hacia el segundo... ¿Quién eres tú, pequeño hijo mío?
¿Quién eres tú, dulce niño de mejillas aún en flor?

Y después, el tercero... No es un rostro de niño ni de anciano:
es un rostro muy sereno, como de marfil blanco amarillento.
Creo que te conozco, joven. Creo que este rostro es el rostro de Cristo,
muerto y divino, hermano de todos, que yace aquí de nuevo.

Versión de Agustí Bartr

OH CAPITÁN, MI CAPITÁN

Oh Capitán, mi Capitán:
nuestro azaroso viaje ha terminado.
Al fin venció la nave y el premio fue ganado.
Ya el puerto se halla próximo,
ya se oye la campana
y ver se puede el pueblo que entre vítores,
con la mirada sigue la nao soberana.

Mas ¿no ves, corazón, oh corazón,
cómo los hilos rojos van rodando
sobre el puente en el cual mi Capitán
permanece extendido, helado y muerto?

Oh Capitán, mi Capitán:
levántate aguerrido y escucha cual te llaman
tropeles de campanas.
Por ti se izan banderas y los clarines claman.
Son para ti los ramos, las coronas, las cintas.

Por ti la multitud se arremolina,
por ti llora, por ti su alma llamea
y la mirada ansiosa, con verte, se recrea.

Oh Capitán, ¡mi Padre amado!
Voy mi brazo a poner sobre tu cuello.
Es sólo una ilusión que en este puente
te encuentres extendido, helado y muerto.

Mi padre no responde.
Sus labios no se mueven.
Está pálido, pálido. Casi sin pulso, inerte.
No puede ya animarle mi ansioso brazo fuerte.
Anclada está la nave: su ruta ha concluido.
Feliz entra en el puerto de vuelta de su viaje.
La nave ya ha vencido la furia del oleaje.
Oh playas, alegraos; sonad, claras campanas
en tanto que camino con paso triste, incierto,
por el puente do está mi Capitán
para siempre extendido, helado y muerto.

Versión de Nicolás Bayona Posada


POSTRERA INVOCACIÓN

Al fin, dulcemente,
dejando los muros de la fuerte mansión almenada,
el duro cerco de las cerraduras, tan bien anudado;
la guardia de las puertas seguras,
sea yo liberado en los aires.

Con sigilo sabré deslizarme;
pon tu llave suave en la cerradura y, con un murmullo,
abre las puertas de par en par, ¡alma mía!

Dulcemente -sin prisa-
(carne mortal, ¡oh, qué fuerte es tu abrazo!
¡oh amor! ¡cuán estrechamente abrazado me tienes!)

Versión de Màrie Manent

RECONCILIACIÓN

QUE a todos se diga: hermoso es como el cielo,
hermoso es que la guerra y sus lúgubres gestas sean al
fin derrotadas,
que sin cesar, Muerte y Noche, con manos fraternas y
suaves, las mancillas laven del mundo;
pues murió mi enemigo; un hombre, divino como yo mismo,
está muerto:
y le miro yacer, con blanco semblante y muy quieto, en el ataúd
-y me acerco,
me inclino, y rozan mis labios, en el ataúd, su faz blanca.

Versión de Màrie Manent


TU MIRADA

Me miraste a los ojos, penetrando,
en lo más profundo de mi alma.
El cristal azul de tus pupilas,
me mostraba, mi imagen reflejada.

Me miraste y pediste temblorosa
que un te amo, saliera de mis labios,
pero ellos ya no tienen más palabras
pues los golpes de la vida los han cerrado.

Me miraste y tu pelo se erizaba,
y una gota redonda en tu pupila
que brotó, de un corazón roto
y cayó recorriendo tu mejilla.

Me miraste y tu rostro empapado
me exigía una palabra, una respuesta,
y mentí diciéndote te amo
por ganar de tu cara una sonrisa.

Versión de Leandro Wolfson


UNA ARAÑA PACIENTE Y SILENCIOSA

Una araña paciente y silenciosa,
vi en el pequeño promontorio en que
sola se hallaba,
vi cómo para explorar el vasto
espacio vacío circundante,
lanzaba, uno tras otro, filamentos,
filamentos, filamentos de sí misma.

Y tú, alma mía, allí donde te encuentras,
circundada, apartada,
en inmensurables océanos de espacio,
meditando, aventurándote, arrojándote,
buscando si cesar las esferas
para conectarlas,
hasta que se tienda el puente que precisas,
hasta que el ancla dúctil quede asida,
hasta que la telaraña que tú emites
prenda en algún sitio, oh alma mía.

Versión de Leandro Wolfson

UNA HOJA DE HIERBA

Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.

Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.

Versión de León Felipe

Poematica del tiempo