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lunes, 3 de julio de 2017

Peña de Tres










De joven, comenzaste a hacer pininos mientras dibujabas los trazos que  marcarían  tu fructífera existencia intelectual.

Doy una mirada  retrospectiva, y cada vez es la misma imagen: te veo con la  última novedad en materia  de libros de literatura, historia , política y otras disciplinas del saber  científico.

Eran tus días  de inicio en el Taller César Vallejo, bajo las sabias orientaciones del poeta Mateo Morrison.

Eran dos vidas, dos caminos paralelos; mientras yo iba al Matiné, al viejo y destarlado Teatro Ketty en la calle 20 esquina Moca, en la frontera imaginaria de los barrios Villas Agrícolas  y Villa Juana; tú en cambio, te deleitabas donde Macalé, en la Arzobispo Nouel, con lo último que había llegado al país en materia de libros.

El  uno, saltaba de emociones viendo espadachines, yudokas y a Bruce Lee, en  la carpa de la  gran pantalla.  Entre tanto, tú buceabas en lo seco, escarbando entre montañas de libros  de literatura   buscando soluciones a problemas sociales.

Recuerdo que escribías cartas, opinando sobre temas diversos y que esa montaña del periodismo dominicano que fue Radhamés Gómez Pepín te publicaba muy  gentilmente en ese gigante de la tarde.

Las cartas estaban marcadas, y teníamos una cita en ese solar grande que siempre ha sido La Universidad Autónoma de Santo Domingo; fue ahí donde nos encontramos de nuevo.

Nunca  cambiaste, tú,  siempre poniendo temas  sobre charlas de Juan Bosch o ese líder de masas que fue Peña Gómez; yo más reflexivo citando textos y pasajes  del Antiguo o Nuevo  Testamento, o del mismísimo Santo Rabí de Galilea.

Parece que estábamos tan lejos, pero estábamos ahí, justo a seis pasos en la fila final de la inscripción en la Carrera de  Periodismo de la UASD.  799867 y 798627.

Como un misterio,  las inquietudes de uno y otro se fueron alineando al sonido de las problemáticas e inquietudes sociales.  Finalmente, ambos recibimos formación de madres temerosas del 
Dios de los Hebreos de la  Iglesia protestante.

Tú, en terreno de los indios Mina, en Los Mina;  yo en cambio en Villas Agrícolas, zona norte  de Santo Domingo.  Una lágrima contaminada de río nos separaba.

Somos  tan parecidos y tan distintos, te salieron canas prematuras de leer tanto y tanto, y me acostumbre a verte  con anteojos del tipo fondos de botella.

Una novia rubia y hermosa nos acercó, acaso sin saberlo, la acuso de prestarme La Hora 25, y La Segunda Oportunidad,  del escritor rumano Constantin Virgil Gheorghiu a partir de ahí se produjo la magia  de la chispa que produce la comezón de la lectura que ningún médico de éste mundo  puede curar.

En el texto se describen los sufrimientos de un joven e inocente jornalero, IohannMoritz, durante las ocupaciones alemana, soviética y americana de  Europa Central.

Todavía recuerdo con emoción las tareas que nos asignaban Juan Bolívar Díaz, Lipe Collado, Núnez Grassals y Heridania Mir, hermana del poeta de la Patria Don Pedro Mir, y Leonel Fernández.

A ratos, estas asignaciones devenían en complicadas y gravosas, pero por alguna  callada razón y el empeño especial que poníamos lográbamos descifrar los códigos  de los objetivos y salíamos bien.

Cada vez ocurre lo mismo, pasa en las películas, pasa en la vida real; cada vez que se citan nombres de amigos de la UASD se suelen hacer omisiones voluntarias e involuntarias, por razones de espacio, lo  que fuere.

Algunos de éstos compañeros eran: Andrés García ( Eddy), Nelson Pineda ( fallecido), Hipólito Candelario,  de Los Mina, Felipe Mora y por supuesto,  Danilo Correa.

El destino tiene grietas, como grietas tienen los caminos y la misma vida, otra vez nos juntamos esta  vez en una Peña d Tres: Víctor Elías Aquino, Danilo Correa, y como siempre, los libros.



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