De joven,
comenzaste a hacer pininos mientras dibujabas los trazos que
marcarían tu fructífera existencia intelectual.
Doy una mirada retrospectiva, y cada vez es la misma imagen: te veo con la última novedad en materia de libros de literatura, historia , política y otras disciplinas del saber científico.
Eran tus días de inicio en el Taller César Vallejo, bajo las sabias orientaciones del poeta Mateo Morrison.
Eran dos vidas, dos caminos paralelos; mientras yo iba al Matiné, al viejo y destarlado Teatro Ketty en la calle 20 esquina Moca, en la frontera imaginaria de los barrios Villas Agrícolas y Villa Juana; tú en cambio, te deleitabas donde Macalé, en la Arzobispo Nouel, con lo último que había llegado al país en materia de libros.
El uno, saltaba de emociones viendo espadachines, yudokas y a Bruce Lee, en la carpa de la gran pantalla. Entre tanto, tú buceabas en lo seco, escarbando entre montañas de libros de literatura buscando soluciones a problemas sociales.
Recuerdo que escribías cartas, opinando sobre temas diversos y que esa montaña del periodismo dominicano que fue Radhamés Gómez Pepín te publicaba muy gentilmente en ese gigante de la tarde.
Las cartas estaban marcadas, y teníamos una cita en ese solar grande que siempre ha sido La Universidad Autónoma de Santo Domingo; fue ahí donde nos encontramos de nuevo.
Nunca cambiaste, tú, siempre poniendo temas sobre charlas de Juan Bosch o ese líder de masas que fue Peña Gómez; yo más reflexivo citando textos y pasajes del Antiguo o Nuevo Testamento, o del mismísimo Santo Rabí de Galilea.
Parece que estábamos tan lejos, pero estábamos ahí, justo a seis pasos en la fila final de la inscripción en la Carrera de Periodismo de la UASD. 799867 y 798627.
Como un misterio, las inquietudes de uno y otro se fueron alineando al sonido de las problemáticas e inquietudes sociales. Finalmente, ambos recibimos formación de madres temerosas del
Dios de los Hebreos de la Iglesia protestante.
Tú, en terreno de los indios Mina, en Los Mina; yo en cambio en Villas Agrícolas, zona norte de Santo Domingo. Una lágrima contaminada de río nos separaba.
Somos tan parecidos y tan distintos, te salieron canas prematuras de leer tanto y tanto, y me acostumbre a verte con anteojos del tipo fondos de botella.
Una novia rubia y hermosa nos acercó, acaso sin saberlo, la acuso de prestarme La Hora 25, y La Segunda Oportunidad, del escritor rumano Constantin Virgil Gheorghiu a partir de ahí se produjo la magia de la chispa que produce la comezón de la lectura que ningún médico de éste mundo puede curar.
En el texto se describen los sufrimientos de un joven e inocente jornalero, IohannMoritz, durante las ocupaciones alemana, soviética y americana de Europa Central.
Todavía recuerdo con emoción las tareas que nos asignaban Juan Bolívar Díaz, Lipe Collado, Núnez Grassals y Heridania Mir, hermana del poeta de la Patria Don Pedro Mir, y Leonel Fernández.
A ratos,
estas asignaciones devenían en complicadas y gravosas, pero por alguna
callada razón y el empeño especial que poníamos lográbamos descifrar los
códigos de los objetivos y salíamos bien.
Cada vez ocurre lo mismo, pasa en las películas, pasa en la vida real; cada vez que se citan nombres de amigos de la UASD se suelen hacer omisiones voluntarias e involuntarias, por razones de espacio, lo que fuere.
Algunos de éstos compañeros eran: Andrés García ( Eddy), Nelson Pineda ( fallecido), Hipólito Candelario, de Los Mina, Felipe Mora y por supuesto, Danilo Correa.
El destino tiene grietas, como grietas tienen los caminos y la misma vida, otra vez nos juntamos esta vez en una Peña d Tres: Víctor Elías Aquino, Danilo Correa, y como siempre, los libros.
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