Es un espacio, cuya difusion de trabajos culturales, pero con una especial focalizacion en el marco de la poetica, como instrumento de educacion y fortalecimiento a la formacion politica, social y romantica, como seres humanos que convivimos en espacios compartdidos de dolores y preocupaciones en el desarrollo de la humanidad, sobretodo en el concepto de pais, acampado en el rostro historico de los esfuerzos por levantarnos y volver a caminar en el crisol de la libertad.Republica Dominicana
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lunes, 15 de diciembre de 2008
PEDRO PEIX
POSTGUERRA
Nació en Santo Domingo el 20 de marzo de 1952. Cuentista, novelista y poeta. Se graduó de Licenciado en 1976 en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. En 1982 se desempeñó como director interino de la Biblioteca Nacional y, posteriormente, como subdirector de cultura de la Secretaría de Estado de Educación. Fue columnista del periódico Listín Diario. Ha recibido varios galardones en el concurso de cuentos de Casa de Teatro, entre ellos: segundo lugar con ?La despedida? (1977), mención de honor con ?Responso para un cadáver sin flores? (1978), segundo lugar con ?Los hitos? (1979) y el primer lugar con ?La quimera de la muerte? en 1992. También obtuvo el Premio Nacional de Cuentos en 1977, con el libro ?Las locas de la Plaza de los Almendros?. En 1981 publicó la antología de cuentos dominicanos ?La narrativa yugulada?, considerada uno de los compendios más completos del género en el país. Articulista polémico, actualmente publica una columna que circula fotocopiada por diversos puntos de la ciudad. La indiscutible calidad de su estilo lo ha convertido en uno de los principales cuentistas dominicanos de las últimas décadas.
Ha publicado los libros ?El placer está en el último piso? (novela, 1974); ?Las locas de la Plaza de los Almendros? (cuentos, 1978); ?La noche de los buzones blancos?, (cuentos, 1980); ?El brigadier o la fábula del lobo y el sargento?, (novela, 1981); ?Los despojos del cóndor? (novela, 1985); ?Pormenores de una servidumbre? (cuento, 1985); ?El parnaso de la memoria? (poesía, 1985); ?La narrativa yugulada? (antología, 1981).
JEANNETTE MILLER
POETA POSTGUERRA
Biografía
Jeannette Miller nació en Santo Domingo el 2 de agosto de 1944) Poeta, ensayista, educadora y crítica de arte. Hija de Freddy Miller Otero y Rosa Rivas. Cursó su educación primaria y se-cundaria en Santo Domingo en los colegios Apostolado y María Auxi-liadora, respectivamente. Licenciada en Letras por la Universidad Autó-noma de Santo Domingo. Fue pro-fesora de esa misma universidad, de la Universidad Central del Este y de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Ha dirigido numerosos talleres y seminarios sobre Gramática Españo-la y Redacción en diferentes insti-tuciones públicas y privadas. Ha sido jurado de los más importantes con-cursos de Literatura y Artes Plásti-cas celebrados en el país. Lleva muchos años dedicada a la crítica de Arte a través de la prensa nacional, especialmente en los periódicos El Caribe y Hoy. Es miembro del Pa-tronato del Museo de Arte Moderno de Santo Domingo y de la Casa del Escritor Dominicano. Entre los reco-nocimientos recibidos por su aporte a la Literatura y a las Artes Plásticas dominicanas, figuran: Premio de Investigación Teatro Nacional (1975), Premio a la Crónica y Críti-ca de Arte (1976) y Supremo de Plata Joyces (1977). Parte de su producción poética aparece en las antologías Poesía de post-guerra /joven poesía dominicana, de Andrés L. Mateo; Contemporary Women Authors of Latin American, editada por Brooklyn College, Voces feme-ninas del mundo hispánico, de Rami-ro Lagos; Sin otro profeta que su canto, de Daisy Cocco De Filippis; Dos siglos de literatura dominicana, de José Alcántara Almánzar y Anto-logía histórica de la poesía domini-cana del siglo XX, de Franklin Gutiérrez.
JEANNETTE MILLER
BIBLIOGRAFIA ACTIVA
POESIA. Fórmulas para combatir el miedo. Santo Domingo: Editora Taller, 1972. Fichas de identidad/Estadía. Santo Domingo: Editora Taller, 1985.
ENSAYO. Participación de la mujer en el proceso electoral dominicano. Santo Domingo: s. n., 1975. Gilberto Hernández Ortega o la trascendencia de un mundo mágico y poético. Santo Domingo. Galería de Arte Moderno, 1978. Historia de la pintura dominicana. Santo Domingo: Editora Amigo del Hogar, 1979. Actualización ortográfica. Santo Domingo: Oficina Nacional del Presupuesto, 1980. Guía de la Galería de Arte Moderno. Santo Domingo: Galería de Arte Moderno, 1982. Paul Guidicelli: sobreviviente de una época oscura. Santo Domingo. Galería de Arte Moderno, 1983. Fernando Defilló, desde el origen hacia la libertad. Santo Domingo. Galería de Arte Moderno, 1983. Fernando Defilló: mundo paralelos. Santo Domingo: Amigo del Hogar, 1985. Paisaje dominicano: pintura y poesía. Santo Domingo: Banco Hipotecario Dominicano, 1992. José Rincón Mora. Santo Domingo: Centro cultural Hispánico, 1996. Arte dominicano, artista españoles y modernidad: 1920-1961. Santo Domingo: Centro Cultural Hispánico, 1996. Noemí Ruiz y la poesía visual del trópico. San Juan, Puerto Rico: s.n., 1997. Gaspar Mario Cruz: poeta de las formas. Santo Domingo: s. n., 1997.
domingo, 14 de diciembre de 2008
LA POESIA DE POSTGUERRA.
Los poetas de post-guerra fueron aquellos que, en pleno desarrollo de la Guerra de abril de 1965 y durante la primera década que siguió a ésta, pusieron la protesta en primer plano y asumieron el compromiso histórico de repudiar incondicionalmente la segunda intervención norteamericana a la República Dominicana al tiempo que intentaron, a través de su canto, de sepultar para siempre el espíritu diabólico de la tiranía trujillista, rechazando toda posibilidad de supresión de las libertades individuales. Los Poetas de post-guerra hay que dividirlos en dos categorías: poetas escogidos y poetas excluidos 42.
Los escogidos fueron aquellos que encontraron protección y apoyo en las páginas del suplemento literario Aquí, del periódico La Noticia, bajo la dirección de Mateo Morrison, uno de los principales representantes de dicha promoción. Entre los que disfrutaron el privilegio de figurar entre los escogidos estaban: Norberto James Rawlings, Enriquillo Sánchez, Andrés L. Mateo, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio, Federico Jóvine Bermúdez, Tony Raful, José Molinaza, Soledad Alvarez, Miguel Aníbal Perdomo y Luis Manuel Ledesma. Los excluidos nunca o muy escasas veces tuvieron acceso a las páginas de Aquí, el medio que difundió más ampliamente la producción literaria de entonces. Entre los principales excluidos se destacan: José Enrique García, Josefina de la Cruz, René Rodríguez Soriano, Pedro Pablo Fernández Tomás Modesto Galán, Radhamés Reyes Vásquez, Wilfredo Lozano, Domingo de los Santos y Chiqui Vicioso.
A partir de 1965 aparecieron varias agrupaciones literarias que funcionaban como peque-ños talleres literarios. En ellas se reunían los Independientes del 48, los poetas de la Generación del 60 y los Poetas post-guerra. El orden de aparición de estas agrupaciones es como sigue: El Puño (1966), en la que militaban Iván García, Miguel Alfonseca, Enriquillo Sánchez, René del Risco Bermúdez, Ramón Francisco y Marcio Veloz Maggiolo; La isla (1967), integrada por Antonio Lockward Artiles, Wilfredo Lozano, Norberto James Rawlings, Andrés L. Mateo y Fernando Sánchez Martínez; La antorcha (1967), que agrupaba a Mateo Morrison, Soledad Al-varez, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio y Rafael Abreu Mejía; La máscara (1968), compuesto por Aquiles Azar, Héctor Díaz Polanco y Lourdes Billini43. Al mismo tiempo funcionaba el Movimiento Cultural Universitario (MCU), que reunía en sus secciones sabatinas de literatura a casi todos los grupos antes mencionados, más los poetas y escritores que provenían de los clubes culturales localizados en los barrios marginados de Santo Domingo y que no pertenecían a ninguna parcela literaria.
El impulso logrado por las letras nacionales inmediatamente después de la Guerra de abril de 1965 no se limitó sólo a la ciudad de Santo Domingo. En varias provincias del país se formaron círculos literarios, casi siempre ignorados por los intelectuales de la capital, que sirvieron para estimular a jóvenes provincianos cuyos escritos no tenían cabida en los escasos medios de difusión existentes. De esa forma se sumaron a la bibliografía literaria dominicana los nombres de Manuel Mora Serrano y Francisco Nolasco Cordero, fundadores del Grupo Amidado, en sus diferentes etapas: "Manuel Mora Serrano, Francisco Nolasco Cordero, Alberto Peña Lebrón, Héctor Amarante, Cayo Claudio Espinal, José Enrique García, Elpidio Guillén Peña, Orlando Morel, Pedro Pompeyo Rosario, Pedro José Gris, Emelda Ramos, Rafael Castillo y Sally Rodríguez". La publicación de poemarios fue escasa entre 1965 y 1970, los medios más utilizados por los poetas para divulgar sus obras fueron los recitales y lecturas en clubes cul-turales, parques, estadios deportivos y otros lugares públicos.
En la década de los 70, espe-cialmente los cuatro primeros años, la publicación de poemarios se redujo considerablemente. Entre 1971 y 1973 se publicaron los siguientes poemarios: Imperio del grito (Radhamés Reyes Vásquez, 1971), La luz abre un paréntesis (Rafael Abreu Mejía, 1971), Raíces de la hora (Domingo de los Santos, 1971), Los poemas del ferrocarril central (Lockward Artiles, 1971), Juegos reunidos (Pedro Vergés, 1971), La provincia sublevada (Norberto James Rawlings, 1972), Fórmulas para combatir el miedo (Jeannette Miller, 1972), El diario acontecer (Pedro Caro, 1972), La poesía y el tiempo (Tony Raful, 1972), Poemas decididamente fuñones (Apolinar Núñez, 1972), Oficio de post-muerte, (Alexis Gómez Rosa, 1973), Desde la presencia del mar hasta el centro de la vida (Enrique Eusebio, 1973), Ultimo universo (José Molinaza, 1973), La esperanza y el yunque (Wilfredo Lozano, 1973), La muerte en el combate (Radhamés Reyes Vásquez, 1973), Canto a mi pueblo sufrido (Franklin Gutiérrez, 1973), Gestión de alborada (Tony Raful, 1973), Aniversario del dolor (Mateo Morrison, 1973) y Poemas sorpresivos (Apolinar Núñez, 1973). Los títulos de dichos poemarios sugieren el tipo de discurso poético practicado por los Poetas de post-guerra para testimoniar el estado de descomposición del pueblo dominicano. Fue una poesía en la que coexistieron la sangre y el dolor; en la que la situación política reinante predominó por encima de todo y en la que, además, no importaba mucho la expresión artística, sino la comunicación directa con la colectividad.
En 1975 se inició, repentinamente, una etapa de aletargamiento que afectó la producción de muchos de esos poetas. Algunos redujeron de forma notable su trabajo creativo y otros desaparecieron del ambiente literario sometiéndose a un proceso de autorreflexión que se extendió hasta 1980, año a partir del cual varios de ellos (Pedro Vergés, Tony Raful, Andrés L. Mateo, Franklin Gutiérrez, Radhamés Reyes Vásquez, Jeannette Miller y otros), dieron a la pu-blicidad nuevos poemarios y comenzaron a cultivar otros géneros, especialmente la novela, el cuento y el ensayo crítico. Al referirse a la poesía escrita en el país entre 1961 y 1978, el poeta Víctor Villegas dice: "Independientemente de que cada promoción careció, ostensiblemente, de un liderazgo firme y continuado, lo que no su- cedió con sus antecesores inmediatos, no hubo, en sentido general, en aquellos jóvenes poetas, plena conciencia de la esencia y naturaleza verdadera de la poesía, lo que explica, por demás, su desvinculación con el pasado, sobre todo con la obra poética realizada en el país a partir del Postumismo. Pasado político y pasado literario no fueron separados por ellos, y en un afán de borrar esos vestigios se emprendió la tarea de crear una poesía desde cero, con la sola aceptación de obras y autores dominicanos que recién llegaban del exilio"46.
Interesado en defender lo que él llama Generación del 65, Alberto Baeza Flores, insinúa que la producción de los poetas de la Generación del 60, especialmente los de Post-guerra, motivada e influenciada por la poesía de Pablo Neruda, Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Ro-berto Juarroz y Roque Dalton, mantuvo la misma calidad y altura de la poesía que se escribía en el resto de Latinoamérica en aquel momento.
Es indudable que algunos textos de Miguel Alfonseca ("La guerra y los cantos"), Jacques Viaux ("Nada permanece tanto como el llanto"), René del Risco (El viento frío) y otros de Andrés L. Mateo ("Portal de un mundo") y Norberto James Rawlings ("Los inmigrantes"), son buenos ejemplos de poesía social porque su valor estético y su planteamiento de la problemática política los distancia del resto de la producción de esos años. Sin embargo, una hojeada a la poesía mexicana (José Carlos Becerra, 1936-1970 y José Emilio Pacheco, 1939); peruana (Antonio Cisneros, 1942); cubana (Luis Rogelio Nogueras, 1944); colombiana (Gustavo Cobo Borda, 1948); chilena (Raúl Barrientos, 1948) de las décadas de los 60 y 70, sirve para desautorizar las afirmaciones de Alberto Baeza Flores.
Los poetas de la Generación del 60 y de Post-guerra perseguían ideales comunes, luchaban por las mismas causas y se alimentaron de las mismas vivencias y de los mismos recuerdos. Pero el tono excesivamente político y combativo de su poesía, encauzó su producción por una ruta que se acercaba más a un proyecto bélico que a un proyecto literario. Los poetas de la Generación del 60, en sus dos períodos, no supieron, en la mayoría de los casos, distinguir entre lo artístico y lo político y llevaron la poesía a tal grado de compromiso con la realidad que su obra, en muchos casos, adquirió categoría de panfleto. Ello explica el que la producción poética dominicana del período 1961-1978 se acerque más al documento histórico que a la obra literaria. Los poetas de dicho período dejaron un testimonio valioso de la situación política y del descontento social que vivió el país durante esos años; pero les negaron a la literatura nacional una poesía capaz de representar artísticamente las razones históricas que la motivaron.
Declaración de los artistas
El arte vive dentro de un compromiso contraído ineludiblemente con la sociedad y el tiempo que lo crean. Los artistas dominicanos, conscientes en todo momento de esta responsabilidad, hemos participado en la lucha desarrollada heroicamente por el pueblo de la República Dominicana. Y seguimos participando en su firme decisión de mantener en la mesa de conferencias los principios fundamentales de esta lucha. El arte, integrado como actividad colaeral a la lucha armada, ha constituido una fuente de impulso al espíritu indomable que man-tuvo en la trinchera vivo el heroísmo e inagotable la fuerza.
Nuestra sociedad es ésta y éste es nuestro tiempo. Los artistas no hemos vacilado en aca-tar este designio histórico y, yendo más allá, realizamos aportes de inestimables valor al martirologio de la revolución. Hoy, cuando se busca por los caminos de la paz la solución real al conflicto que llevó al pueblo a las armas, consideramos como un deber ineludible alzar nuestras voces para que el mundo sepa que hemos estado junto al pueblo y que como siempre estaremos dispuestos a combatir con el arte como arma y escudo. Los artistas dominicanos hemos padecido con indignación en la sangre el atropello incalificable contra la Soberanía Nacional que una potencia extranjera, por la razón de su fuerza, ha perpetrado con la República.
Y en defensa de esa soberanía nos lanzamos al combate. Los artistas dominicanos hemos visto con amargas lágrimas en los ojos el asiento descarado de la tropa extranjera para con-sumar la violación flagrante no sólo a la Soberanía Nacional sino a la Libre Determinación que como pueblo tiene la patria muy bien ganada.
Y en defensa de esa soberanía y de ese inalienable derecho de auto determinación esta-mos dispuestos a continuar combatiendo en los campos honrosos de la negociación.
Hemos cumplido con nuestro deber y seguiremos cumpliendo. Porque el arte, cuando no es fiel expresión de las agonías y de las esperanzas del pueblo que a través de su propia existencia lo sugiere, abandona por completo su raíz esencialmente humana y humanitaria.
Los artistas dominicanos, conscientes de haber cumplido con nuestro deber y conscientes también de la autoridad y responsabilidad que debemos asumir en estos momentos, no vacilamos en ofrecer al Gobierno Constitucional un amplio voto de apoyo y reconocimiento, tanto por su posición en las horas dramáticas de la guerra como por su posición en los momentos difíciles de las negociaciones pacíficas.
Presentes, pues, hemos dicho los artistas en esta lucha de los hombres de la República Dominicana por la libertad, por la justicia social, por la democracia.
En Santo Domingo, a 4 de julio de 1966
República Dominicana
Escritores dominicanos
Página dedicada a la promoción de la literatura dominicana
La poesía de postguerra
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www.escritoresdominicanos.com
Los poetas de post-guerra fueron aquellos que, en pleno desarrollo de la Guerra de abril de 1965 y durante la primera década que siguió a ésta, pusieron la protesta en primer plano y asumieron el compromiso histórico de repudiar incondicionalmente la segunda intervención norteamericana a la República Dominicana al tiempo que intentaron, a través de su canto, de sepultar para siempre el espíritu diabólico de la tiranía trujillista, rechazando toda posibilidad de supresión de las libertades individuales. Los Poetas de post-guerra hay que dividirlos en dos categorías: poetas escogidos y poetas excluidos 42.
Los escogidos fueron aquellos que encontraron protección y apoyo en las páginas del suplemento literario Aquí, del periódico La Noticia, bajo la dirección de Mateo Morrison, uno de los principales representantes de dicha promoción. Entre los que disfrutaron el privilegio de figurar entre los escogidos estaban: Norberto James Rawlings, Enriquillo Sánchez, Andrés L. Mateo, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio, Federico Jóvine Bermúdez, Tony Raful, José Molinaza, Soledad Alvarez, Miguel Aníbal Perdomo y Luis Manuel Ledesma. Los excluidos nunca o muy escasas veces tuvieron acceso a las páginas de Aquí, el medio que difundió más ampliamente la producción literaria de entonces. Entre los principales excluidos se destacan: José Enrique García, Josefina de la Cruz, René Rodríguez Soriano, Pedro Pablo Fernández Tomás Modesto Galán, Radhamés Reyes Vásquez, Wilfredo Lozano, Domingo de los Santos y Chiqui Vicioso.
A partir de 1965 aparecieron varias agrupaciones literarias que funcionaban como peque-ños talleres literarios. En ellas se reunían los Independientes del 48, los poetas de la Generación del 60 y los Poetas post-guerra. El orden de aparición de estas agrupaciones es como sigue: El Puño (1966), en la que militaban Iván García, Miguel Alfonseca, Enriquillo Sánchez, René del Risco Bermúdez, Ramón Francisco y Marcio Veloz Maggiolo; La isla (1967), integrada por Antonio Lockward Artiles, Wilfredo Lozano, Norberto James Rawlings, Andrés L. Mateo y Fernando Sánchez Martínez; La antorcha (1967), que agrupaba a Mateo Morrison, Soledad Al-varez, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio y Rafael Abreu Mejía; La máscara (1968), compuesto por Aquiles Azar, Héctor Díaz Polanco y Lourdes Billini43. Al mismo tiempo funcionaba el Movimiento Cultural Universitario (MCU), que reunía en sus secciones sabatinas de literatura a casi todos los grupos antes mencionados, más los poetas y escritores que provenían de los clubes culturales localizados en los barrios marginados de Santo Domingo y que no pertenecían a ninguna parcela literaria.
El impulso logrado por las letras nacionales inmediatamente después de la Guerra de abril de 1965 no se limitó sólo a la ciudad de Santo Domingo. En varias provincias del país se formaron círculos literarios, casi siempre ignorados por los intelectuales de la capital, que sirvieron para estimular a jóvenes provincianos cuyos escritos no tenían cabida en los escasos medios de difusión existentes. De esa forma se sumaron a la bibliografía literaria dominicana los nombres de Manuel Mora Serrano y Francisco Nolasco Cordero, fundadores del Grupo Amidado, en sus diferentes etapas: "Manuel Mora Serrano, Francisco Nolasco Cordero, Alberto Peña Lebrón, Héctor Amarante, Cayo Claudio Espinal, José Enrique García, Elpidio Guillén Peña, Orlando Morel, Pedro Pompeyo Rosario, Pedro José Gris, Emelda Ramos, Rafael Castillo y Sally Rodríguez". La publicación de poemarios fue escasa entre 1965 y 1970, los medios más utilizados por los poetas para divulgar sus obras fueron los recitales y lecturas en clubes cul-turales, parques, estadios deportivos y otros lugares públicos.
En la década de los 70, espe-cialmente los cuatro primeros años, la publicación de poemarios se redujo considerablemente. Entre 1971 y 1973 se publicaron los siguientes poemarios: Imperio del grito (Radhamés Reyes Vásquez, 1971), La luz abre un paréntesis (Rafael Abreu Mejía, 1971), Raíces de la hora (Domingo de los Santos, 1971), Los poemas del ferrocarril central (Lockward Artiles, 1971), Juegos reunidos (Pedro Vergés, 1971), La provincia sublevada (Norberto James Rawlings, 1972), Fórmulas para combatir el miedo (Jeannette Miller, 1972), El diario acontecer (Pedro Caro, 1972), La poesía y el tiempo (Tony Raful, 1972), Poemas decididamente fuñones (Apolinar Núñez, 1972), Oficio de post-muerte, (Alexis Gómez Rosa, 1973), Desde la presencia del mar hasta el centro de la vida (Enrique Eusebio, 1973), Ultimo universo (José Molinaza, 1973), La esperanza y el yunque (Wilfredo Lozano, 1973), La muerte en el combate (Radhamés Reyes Vásquez, 1973), Canto a mi pueblo sufrido (Franklin Gutiérrez, 1973), Gestión de alborada (Tony Raful, 1973), Aniversario del dolor (Mateo Morrison, 1973) y Poemas sorpresivos (Apolinar Núñez, 1973). Los títulos de dichos poemarios sugieren el tipo de discurso poético practicado por los Poetas de post-guerra para testimoniar el estado de descomposición del pueblo dominicano. Fue una poesía en la que coexistieron la sangre y el dolor; en la que la situación política reinante predominó por encima de todo y en la que, además, no importaba mucho la expresión artística, sino la comunicación directa con la colectividad.
En 1975 se inició, repentinamente, una etapa de aletargamiento que afectó la producción de muchos de esos poetas. Algunos redujeron de forma notable su trabajo creativo y otros desaparecieron del ambiente literario sometiéndose a un proceso de autorreflexión que se extendió hasta 1980, año a partir del cual varios de ellos (Pedro Vergés, Tony Raful, Andrés L. Mateo, Franklin Gutiérrez, Radhamés Reyes Vásquez, Jeannette Miller y otros), dieron a la pu-blicidad nuevos poemarios y comenzaron a cultivar otros géneros, especialmente la novela, el cuento y el ensayo crítico. Al referirse a la poesía escrita en el país entre 1961 y 1978, el poeta Víctor Villegas dice: "Independientemente de que cada promoción careció, ostensiblemente, de un liderazgo firme y continuado, lo que no su- cedió con sus antecesores inmediatos, no hubo, en sentido general, en aquellos jóvenes poetas, plena conciencia de la esencia y naturaleza verdadera de la poesía, lo que explica, por demás, su desvinculación con el pasado, sobre todo con la obra poética realizada en el país a partir del Postumismo. Pasado político y pasado literario no fueron separados por ellos, y en un afán de borrar esos vestigios se emprendió la tarea de crear una poesía desde cero, con la sola aceptación de obras y autores dominicanos que recién llegaban del exilio"46.
Interesado en defender lo que él llama Generación del 65, Alberto Baeza Flores, insinúa que la producción de los poetas de la Generación del 60, especialmente los de Post-guerra, motivada e influenciada por la poesía de Pablo Neruda, Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Ro-berto Juarroz y Roque Dalton, mantuvo la misma calidad y altura de la poesía que se escribía en el resto de Latinoamérica en aquel momento.
Es indudable que algunos textos de Miguel Alfonseca ("La guerra y los cantos"), Jacques Viaux ("Nada permanece tanto como el llanto"), René del Risco (El viento frío) y otros de Andrés L. Mateo ("Portal de un mundo") y Norberto James Rawlings ("Los inmigrantes"), son buenos ejemplos de poesía social porque su valor estético y su planteamiento de la problemática política los distancia del resto de la producción de esos años. Sin embargo, una hojeada a la poesía mexicana (José Carlos Becerra, 1936-1970 y José Emilio Pacheco, 1939); peruana (Antonio Cisneros, 1942); cubana (Luis Rogelio Nogueras, 1944); colombiana (Gustavo Cobo Borda, 1948); chilena (Raúl Barrientos, 1948) de las décadas de los 60 y 70, sirve para desautorizar las afirmaciones de Alberto Baeza Flores.
Los poetas de la Generación del 60 y de Post-guerra perseguían ideales comunes, luchaban por las mismas causas y se alimentaron de las mismas vivencias y de los mismos recuerdos. Pero el tono excesivamente político y combativo de su poesía, encauzó su producción por una ruta que se acercaba más a un proyecto bélico que a un proyecto literario. Los poetas de la Generación del 60, en sus dos períodos, no supieron, en la mayoría de los casos, distinguir entre lo artístico y lo político y llevaron la poesía a tal grado de compromiso con la realidad que su obra, en muchos casos, adquirió categoría de panfleto. Ello explica el que la producción poética dominicana del período 1961-1978 se acerque más al documento histórico que a la obra literaria. Los poetas de dicho período dejaron un testimonio valioso de la situación política y del descontento social que vivió el país durante esos años; pero les negaron a la literatura nacional una poesía capaz de representar artísticamente las razones históricas que la motivaron.
Declaración de los artistas
El arte vive dentro de un compromiso contraído ineludiblemente con la sociedad y el tiempo que lo crean. Los artistas dominicanos, conscientes en todo momento de esta responsabilidad, hemos participado en la lucha desarrollada heroicamente por el pueblo de la República Dominicana. Y seguimos participando en su firme decisión de mantener en la mesa de conferencias los principios fundamentales de esta lucha. El arte, integrado como actividad colaeral a la lucha armada, ha constituido una fuente de impulso al espíritu indomable que man-tuvo en la trinchera vivo el heroísmo e inagotable la fuerza.
Nuestra sociedad es ésta y éste es nuestro tiempo. Los artistas no hemos vacilado en aca-tar este designio histórico y, yendo más allá, realizamos aportes de inestimables valor al martirologio de la revolución. Hoy, cuando se busca por los caminos de la paz la solución real al conflicto que llevó al pueblo a las armas, consideramos como un deber ineludible alzar nuestras voces para que el mundo sepa que hemos estado junto al pueblo y que como siempre estaremos dispuestos a combatir con el arte como arma y escudo. Los artistas dominicanos hemos padecido con indignación en la sangre el atropello incalificable contra la Soberanía Nacional que una potencia extranjera, por la razón de su fuerza, ha perpetrado con la República.
Y en defensa de esa soberanía nos lanzamos al combate. Los artistas dominicanos hemos visto con amargas lágrimas en los ojos el asiento descarado de la tropa extranjera para con-sumar la violación flagrante no sólo a la Soberanía Nacional sino a la Libre Determinación que como pueblo tiene la patria muy bien ganada.
Y en defensa de esa soberanía y de ese inalienable derecho de auto determinación esta-mos dispuestos a continuar combatiendo en los campos honrosos de la negociación.
Hemos cumplido con nuestro deber y seguiremos cumpliendo. Porque el arte, cuando no es fiel expresión de las agonías y de las esperanzas del pueblo que a través de su propia existencia lo sugiere, abandona por completo su raíz esencialmente humana y humanitaria.
Los artistas dominicanos, conscientes de haber cumplido con nuestro deber y conscientes también de la autoridad y responsabilidad que debemos asumir en estos momentos, no vacilamos en ofrecer al Gobierno Constitucional un amplio voto de apoyo y reconocimiento, tanto por su posición en las horas dramáticas de la guerra como por su posición en los momentos difíciles de las negociaciones pacíficas.
Presentes, pues, hemos dicho los artistas en esta lucha de los hombres de la República Dominicana por la libertad, por la justicia social, por la democracia.
En Santo Domingo, a 4 de julio de 1966
República Dominicana
Escritores dominicanos
Página dedicada a la promoción de la literatura dominicana
La poesía de postguerra
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jueves, 11 de diciembre de 2008
Ahora que vuelvo, Ton
Eras realmente pintoresco, Ton; con aquella gorra de los Tigres del Licey, que ya no era azul sino berrenda, y el pantalón de kaky que te ponías planchadito los sábados por la tarde para irte a juntarte con nosotros en la glorieta del Parque Salvador a ver las paradas de los Boys Scouts en la avenida y a corretear y bromear hasta que de repente la noche oscurecía el recinto y nuestros gritos se apagaban por las calles del barrio. Te recuerdo, porque hoy he aprendido a querer a los muchachos como tú y entonces me empeño en recordar esa tu voz cansona y timorata y aquella insistente cojera que te hacía brincar a cada paso y que sin embargo no te impedía correr de home a primera, cuando Juan se te acercaba y te decía al oído "vamos a sorprenderlos, Ton; toca por tercera y corre mucho". Como jugabas con los muchachos del "Aurora", compartiste con nosotros muchas veces la alegría de formar aquella rueda en el box "¡rosi, rosi, sin bom-ba - Aurora - Aurora - ra- ra- ra!" y eso que tú no podías jugar todas las entradas de un partido porque había que esperar a que nos fuéra-mos por encima del "Miramar" o "la Barca" para darle "un chance a Ton que vino tempranito" y "no te pures, Ton que ahorita entras de emergente ".
¿Cómo llegaste al barrio? ¿Cuándo? ¿Quién te invitó a la pandilla? ¿Qué cuento de Pedro Animal hizo Toñín esa noche, Ton? ¿Serías capaz de recordar que en el radio en casa de Candelario todas las noches "Mejoral, el calmante sin rival, presenta "Cárcel de mujeres", y entonces alguien daba palmadas desde la puerta de una casa y ya era hora de irse a dormir, "se rompió la taza..."
Yo no sé si tú, con esa manera de mirar con un guiño que tenías cuando el sol te molestaba, podrías reconocerme ahora. Probablemente la pipa apretada entre los dientes me presta una apariencia demasiado extraña a ti, o esta gordura que empieza a redondear mi cara y las entradas cada vez más obvias en mi cabeza, han desdibujado ya lo que podría recordarse de aquel muchacho que se hacía la raya a un lado, y que algunas tardes te acompañó a ver los trainning de Kid Barquerito y de 22-22 en la cancha, en los tiempos en que "Barquero se va para La Habana a pelear con Acevedo" y Efraín, el entrenador, con el bigote de Joaquín Pardavé, "¡Arriba, arriba, así es, la izquierda, el jab ahora, eso es" y tú después, apoyándote en tu pie siempre empinado, "¡can-can-can-can!" golpeando el aire con tus puños, bajábamos por la calle Sánchez, "¡can-can-can! "jugabas la soga contra la pared, siempre saltando por tu cojera incorregible y yo te decía que "no jodas Ton" pero tú seguías y entonces, ya en pleno barrio, yo te quitaba la gorra, dejando al descubierto el óvalo grande de tu cabeza de zeppelin, aquella cabeza del "Ton, Melitón, cojo y cabezón!" con que el Flaco Pérez acompañaba el redoble de los tambores de los Boys Scouts para hacerte rabiar hasta el extremo de mentarle "¡Tumadrehijodelagranputa", y así llegábamos corriendo, uno detrás del otro, hasta la puerta de mi casa, donde, poniéndote la gorra, decías siempre lo mismo "¡a mí no me hables!"
Para esos tiempos el barrio no estaba tan triste Ton, no caía esa luz desteñida y polvo-rienta sobre las casas ni este deprimente olor a toallas viejas se le pegaba a uno en la piel como un tierno y resignado vaho de miseria, a través de las calles por donde minutos atrás yo he venido inútilmente echando de menos los ojos juntos y cejudos del "búho Pujols", las latas de carbón a la puerta de la casa amarilla, el perro blanco y negro de los Pascual, la algarabía en las fiestas de cumpleaños de Pin Báez, en las que su padre tomaba cervezas con sus amigos sentado contra la pared de ladrillos, en un rincón sombrío del patio, y nosotros, yo con mi traje blanco almidonado; ahora recuerdo el bordoneo puntual y melancólico de la guitarra de Negro Alcántara, mientras alrededor del pozo corríamos y gritábamos y entre el ruido de la heladera el diente careado de Asia salía y se escondía alternativamente en cada grito.
Era para morirse de risa, Ton, para enlodarse los zapatos; para empinarse junto al brocal y verse en el espejo negro del pozo, cara de círculos concéntricos, cabellos de helechos, salivazo en el ojo, y después "mira como te has puesto, cualquiera te revienta, perdiste dos botones, tigre, eso eres, un tigre, a este muchacho, Arturo, hay que quemarlo a golpes"; pero entonces éramos tan iguales, tan lo mismo, tan "fraile y convento, convento sin fraile, que vaya y que venga", Ton, que la vida era lo mismo, "un gustazo: un trancazo", para todos.
Claro que ahora no es lo mismo. Los años han pasado. Comenzaron a pasar desde aquel día en que miré las aguas verdosas de la zanja, cuando papá cerró el candado y mamá se quedó mirando la casa por el vidrio trasero del carro y yo los saludé a ustedes, a ti, a Fremio, a Juan, a Toñin, que estaban en la esquina, y me quedé recordando esa cara que pusieron todos, un poco de tristeza y de rencor, cuando aquella mañana, (ocho y quince en la radio del carro) nos marchamos definitivamente del barrio y del pueblo.
Ustedes quedarían para siempre contra la pared grisácea de la pulpería de Ulises. La puya del trompo haciendo un hoyo en el pavimento, la gangorra lanzada al aire con violenta soltu-ra, machacando a puyazos y cabezazos la moneda ya negra de rodar por la calle; no tendrían en lo adelante otro lugar que junto a ese muro que se iría oscureciendo con los años "a Milita se la tiró Alberto en el callejoncito del tullío" escrito con carbón allí, y los días pasando con una sorda modorra que acabaría en recuerdo, en remota y desvaída imagen de un tiempo inexplicablemente perdido para siempre.
Una mañana me dio por contarles a mis amigos de San Carlos cómo eran ustedes; les dije de Fremio, que descubrió que en el piso de los vagones, en el muelle, siempre quedaba azú-car parda cuando los barcos estaban cargando, y que se podía recoger a puñados y hasta llenar una funda y sentarnos a comerla en las escalinatas del viejo edificio de aduanas; les conté también de las zambullidas en el río y llegar hasta la goleta de tres palos, encallada en el lodo sobre uno de sus costados, y que una vez allí, con los pies en el agua, mirando el pue-blo, el humo de la chimenea, las carretas que subían del puerto cargadas de mercancías, pasábamos el tiempo orinando, charlando, correteando de la popa al bauprés, hasta que en el reloj de la iglesia se hacía tarde y otra vez, braceando, ganamos la orilla en un escandaloso chapoteo que ahora me parece estar oyendo, aunque no lo creas, Ton.
Los muchachos quedaron fascinados con nuestro mundo de manglares, de locomotoras, de cigüas, de cuevas de cangrejos, y desde entonces me hicieron relatar historias que en el curso de los días yo fui alterando poco a poco hasta llegar a atribuir a ustedes y a mí verda-deras epopeyas que yo mismo fui creyendo y repitiendo, no sé qué día en que quizás com-prendí que sería completamente inútil ese afán por mostrarnos de una imagen que, como las viejas fotos, se amarilleaba y desteñía ineludiblemente. La vida fue cambiando, Ton; entonces yo me fui inclinando un poco a los libros y me interné en un extraño mundo mezcla de la Ciencia Natural de Fesquet, versos de Béquer, y láminas de Billiken; me gustaba el camino al colegio cada mañana bajo los árboles de la avenida Independencia, el rostro de Rita Hay-worth, en la pequeña y amarilla pantalla del "Capitolio", me hizo olvidar a Flash Gordon y a los Tres Chiflados. Ya para entonces papá ganaba buen dinero en su puesto de la Secretaría de Educación, y nos mudamos a una casa desde donde yo podía ver el mar y a Ivette, con sus shorts a rayas y sus trenzas doradas que marcaban el vivo ritmo de sus ojos y su cabeza; con ella me acostumbré a Nat King Cole, a Fernando Fernández, los viejos discos de los Modernaires, y aprendía a llevar el compás de sus golpes junto a la mesa de Ping-Pong; no le hablé nunca de ustedes, esa es la verdad, quizás porque nunca hubo la oportunidad para ello o tal vez porque los días de Ivette pasaron tan rápidos, tan llenos de "ven-mira-esta es Gret-chen el Pontiac de papi dice Albertico – me voy a Canadá" que nunca tuve la necesidad ni el tiempo para recordarlos.
¿Tú sabes qué fue del Andrea Doria, Ton? Probablemente no lo sepas; yo lo recuerdo por unas fotos del "Miami Herald" y porque los muchachos latinos de la Universidad nos íbamos a un café de Coral Gables a cantar junto a jarrones de cerveza "Arrivederci Roma", balan-ceándonos en las sillas como si fuésemos en un bote salvavidas; yo estudiaba el inglés y me gustaba pronunciar el "good bay..." de la canción, con ese extraño gesto de la barbilla muy peculiar en las muchachas y muchachos de aquel país. ¿Y sabes, Ton, que una vez pensé en ustedes? Fue una mañana en que íbamos a lo largo de un muelle mirando los yates y vi un grupo de muchachos despeinados y sucios que sacaban sardinas de un jarro oxidado y las clavaban a la punta de sus anzuelos, yo me quedé mirando un instante aquella pandilla y vi un vivo retrato nuestro en el muelle de Macorís, sólo que nosotros no éramos rubios, ni llevá-bamos zapatos tennis, ni teníamos caña de pescar, ahí se deshizo mi sueño y seguí mirando los yates en compañía de mi amigo nicaragüense, muy aficionado a los deportes marinos.
Y los años van cayendo con todo su peso sobre los recuerdos, sobre la vida vivida, y el pasado comienza a enterrarse en algún desconocido lugar, en una región del corazón y de los sueños en donde permanecerán, intactos tal vez, pero cubiertos por la mugre de los días sepultados bajo los libros leídos, la impresión de otros países, los apretones de manos, las tardes de fútbol, las borracheras, los malentendidos, el amor, las indigestiones, los trabajos. Por eso, Ton, cuando años más tarde me gradué de Médico, la fiesta no fue con ustedes sino que se celebró en varios lugares, corriendo alocadamente en aquel Triumph sin muffler que tronaba sobre el pavimento, bailando hasta el cansancio en el Country Club, descorchando botellas en la terraza, mientras mamá traía platos de bocadillos y papá me llamaba "doctor" entre las risas de los muchachos; ustedes no estuvieron allí ni yo estuve en ánimo, de reconstruir viejas y melancólicas imágenes de paredes derruidas, calles polvorientas, pitos de locomotoras y pies descalzos metidos en el agua lodosa del río, ahora los nombres eran Héctor, Fred, Américo, y hablaríamos del Mal de Parkinson, de las alergias, de los test de Jung y de Adler y también de ciertas obras de Thomas Mann y François Mauriac.
Todo esto deberá serte tan extraño, Ton; te será tan "había una vez y dos son tres, el que no tiene azúcar no toma café " que me parece verte sentado a horcajadas sobre el muro sucio de la Avenida, perdidos los ojos vagos entre las ramas rojas de los almendros, escuchando a Juan contar las fabulosas historias de su tío marinero que había naufragado en el canal de la Mona y que en tiempos de la guerra estuvo prisionero de un submarino alemán, cerca de Curazao. Siempre asumieron tus ojos esa vaguedad triste e ingenua cuando algo te hacía ver que el mundo tenía otras dimensiones que tú, durmiendo entre sacos de carbón y naranjas podridas, no alcanzarías a conocer más que en las palabras de Juan, o en las pelí-culas de la guagüita Bayer o en las láminas deportivas de "Carteles".
Yo no sé cuáles serían entonces tus sueños, Ton, o si no los tenías; yo no sé si las gentes como tú tienen sueños o si la cruda conciencia de sus realidades no se lo permiten, pero de todos modos yo no te dejaría soñar, te desvelaría contándote todo esto para de alguna forma volver a ser uno de ustedes, aunque sea por esta tarde solamente. Ahora te diría cómo, años después, mientras hacía estudios de Psiquiatría en España, conocí a Rosina, recién llegada de Italia con un grupo de excursionistas entre los que se hallaban sus dos hermanos, Piero y Francesco, que llevaban camisetas a rayas y el cabello caído sobre la frente. Nos encontra-mos accidentalmente, Ton, como suelen encontrarse las gentes en ciertas novelas de Françoise Sagan; tomábamos "Valdepeñas" en un mesón, después de una corrida de toros, y Rosina, que acostumbra a hablar haciendo grandes movimientos, levantaba los brazos y enseñaba el ombligo una pulgada más arriba de su pantalón blanco. Después sólo recuerdo que alguien volcó una botella de vino sobre mi chaqueta y que Piero cambiaba sonrisitas con el pianista en un oscuro lugar que nunca volví a encontrar. Meses más tarde, Rosina volvió a Madrid y nos alojamos en un pequeño piso al final de la Avenida Generalísimo; fuimos al fútbol, a los museos, al cine-club, a las ferias, al teatro, leímos, veraneamos, tocamos guita-rra, escribimos versos, y una vez terminada mi especialidad, metimos los libros, los discos, la cámara fotográfica, la guitarra y la ropa en grandes maletas, y nos hicimos al mar.
"¿Cómo es Santo Domingo?", me preguntaba Rosina una semana antes, cuando decidi-mos casarnos, y yo me limitaba a contestarle, "algo más que las palmas y tamboras que has visto en los afiches del Consulado".
Eso pasó hace tiempo, Ton; todavía vivía papá cuando volvimos. ¿Sabes que murió papá? Debes saberlo. Lo enterramos aquí porque él siempre dijo que en este pueblo descan-saría entre camaradas. Si vieras cómo se puso el viejo, tú que chanceabas con su rápido andar y sus ademanes vigorosos de "muñequito de cuerda", no lo hubieras reconocido; ralo el cabello grisáceo, desencajado el rostro, ronca la voz y la respiración, se fue gastando angustiosamente hasta morir una tarde en la penumbra de su habitación entre el fuerte olor de los medicamentos. Ahí mismo iba a morir mamá un año más tarde apenas; la vieja murió en sus cabales, con los ojos duros y brillantes, con la misma enérgica expresión que tanto nos asustaba Ton.
Por mi parte, con Rosina no me fue tan bien como yo esperaba; nos hicimos de un bonito apartamiento en la avenida Bolívar y yo comencé a trabajar con relativo éxito en mi consultorio. Los meses pasaron a un ritmo normal para quienes llegan del extranjero y empiezan a montar el mecanismo de sus relaciones: invitaciones a la playa los domingos, cenas, a bailar los fines de semanas, paseos por las montañas, tertulias con artistas y colegas, invitaciones a las galerías, llamadas telefónicas de amigos, en fin ese relajamiento a que tiene uno que so-meterse cuando llega graduado del exterior y casado con una extranjera. Rosina asimilaba con naturalidad el ambiente y, salvo pequeñas resistencias, se mostraba feliz e interesada por todo lo que iba formando el ovillo de nuestra vida. Pero pronto las cosas comenzaron a cambiar, entré a dar cátedras a la Universidad y a la vez mi clientela crecía, con lo que mis ocupaciones y responsabilidades fueron cada vez mayores, en tanto había nacido Francesco José, y todo eso unido, dio un giro absoluto a nuestras relaciones. Rosina empezó a lamentarse de su gordura y entre el "Metrecal" y la balanza del baño dejaba a cada instante un rosario de palabras amargadas e hirientes, la vida era demasiado cara en el país, en Italia los taxis no son así, aquí no hace más que llover y cuando no el polvo se traga a la gente, el niño va a tener el pelo demasiado duro, el servicio es detestable, un matrimonio joven no debe ser un par de aburridos, Europa hace demasiada falta, uno no puede estar pegando botones a cada rato, el maldito frasco de "Sucaril" se rompió esta mañana, y así se fue amargando to-do, amigo Ton, hasta que un día no fue posible oponer más sensatez ni más mesura y Rosina voló a Roma en "Alitalia" y yo no sé de mi hijo Francesco más que por dos cartas mensuales y unas cuantas fotos a colores que voy guardando aquí, en mi cartera, para sentir que crece junto a mí. Esa es la historia.
Lo demás no será extraño, Ton. Mañana es Día de Finados y yo he venido a estar algún momento junto a la tumba de mis padres; quise venir desde hoy porque desde hace mucho tiempo me golpeaba en la mente la ilusión de este regreso. Pensé en volver a atravesar las calles del barrio, entrar en los callejones, respirar el olor de los cerezos, de los limoncillos, de la yerba de los solares, ir a aquella ventana por donde se podía ver el río y sus lanchones; en-contrarlos a ustedes junto al muro gris de la pulpería de Ulises, tirar de los cabellos al "Búho Pujols", retozar con Fremio, chancear con Toñín y con Pericles, irnos a la glorieta del parque Salvador y buscar en el viento de la tarde el sonido uniforme de los redoblantes de los Boys Scouts. Pero quizás deba admitir que ya es un poco tarde, que no podré volver sobre mis pasos para buscar tal vez una parte más pura de la vida.
Por eso hace un instante he dejado el barrio, Ton, y he venido aquí, a esta mesa y me he puesto a pedir casi sin querer, botellas de cerveza que estoy tomando sin darme cuenta, porque, cuando te vi entrar con esa misma cojera que no me engaña y esa velada ingenuidad en la mirada, y esa cabeza inconfundible de "Ton Melitón cojo y cabezón" mirándome como a un extraño, sólo he tenido tiempo para comprender que tú sí que has permanecido inalterable, Ton; que tu pureza es siempre igual la misma de aquellos días, porque sólo los muchachos como tú pueden verdaderamente permanecer incorruptibles aún por debajo de ese olvido, de esa pobreza, de esa amargura que siempre te hizo mirar las rojas ramas del almendro cuando pensabas ciertas cosas. Por eso yo soy quien ha cambiado, Ton, creo que me iré esta noche y por eso también no sé si decirte ahora quién soy y contarte todo esto, o sim-plemente dejar que termines de lustrarme los zapatos y marcharme para siempre.
Autor:
RENE DEL RISCO Y BERMUDEZ
POETA DOMINICANO
martes, 9 de diciembre de 2008
lunes, 8 de diciembre de 2008
Mateo Morrison
Poeta militante
de la Patria
Nació en Santo Domingo el 14 de abril de 1947. Poeta y activista cultural. Estudió Letras en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y Administración Cultural en el Centro Latinoamericano y del Caribe para el Desarrollo Cultural (CLACDEC), en Venezuela. Dirigió el suplemento literario Aquí del periódico La Noticia durante dos décadas y el Departamento de Difusión Artística y Extensión Cultural de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, desde donde organizó numerosos encuentros culturales y fundó varios talleres literarios en diferentes puntos del país. También laboró como Director de Formación y Cooperación Técnica del Consejo Presidencial de Cultura. Es miembro de la junta directiva de la Unión de Escritores Dominicanos y de la Asociación de Escritores de Venezuela. Ha representado al país en congresos y encuentros literarios en América Latina, Europa y Asia. Su obra poética, mayormente de orientación social y política, ha sido difundida a través de la prensa nacional, de lecturas públicas y de los cinco poemarios que lleva publicado hasta este momento. Sus textos aparecen en la mayoría de las antologías poéticas nacionales y en varias extranjeras. Ha publicado los libros de poesía: Aniversario del dolor, Santo Domingo, Editora Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1973; Visiones del transeúnte, Santo Domingo, Editora Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1983; Si la casa se llena de sombras, Santo Domingo, Editora Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1986; A propósito de imágenes, Editora Taller, 1991; Nocturnidad del viento/Voz que se desplaza, Santo Domingo, Editora Búho, 1996; 30 años de poesía y otros escritos, Santo Domingo, Editora Universidad Autónoma de Santo,1999.
POEMAS
DIFÍCIL EQUILIBRIO
Difícil equilibrio
de un ojo misterioso
que tiene que medir
mientras la mano traza
difícil equilibrio
de una mano que traza
mientras el ojo mide
difícil equilibrio de unos ojos
y unas manos que se buscan.
CANSADO DE SOSTENER
Cuando de sostener
el mundo entre mis manos
he decidido con dolor y amargura
anunciarles mi agotamiento crónico.
De ahora en adelante
dejaré rodar el mundo
por cada una de las constelaciones.
Dejaré que cada uno
de sus habitantes
pueda tomar una estrella
para que alumbre su casa.
Me iré con mi familia
a construir una pequeña estancia
en cada sorbo de agua
manando del molino del amor.
Me iré en silencio sin dar órdenes
y me refugiaré en el lugar
más pequeño de la casa
a escribir poemas.
Como sé que estos no tendrán
las sutilezas del lenguaje
que reclamó algún crítico
ni las rimas que demandan
mis amigos de infancia.
Dedicaré el resto de mi vida
a leérmelos a mí mismo
frente a un enorme espejo.
EMOCION POR LAS ISLAS
Tomo tus palabras
rodeadas de olas
que amanecen conmigo.
Cerca de mis pies
arenas vibrantes de sol.
No puedo ahora
describir un viento
que cambia a cada instante
de dirección.
Sólo los pájaros
saben la orientación
exacta de la brisa.
Ellos trasladaron
el centro del universo
a estos lugares
del Caribe.
Los pájaros saldrán de los lienzos
en noches de huracanes
volverán a vivir en las telas
cuando llegue la calma.
Soltamos de nuevo tus palabras
para instalar nuestra casa
en un círculo de arena
y hacer de nuestras vidas
ataúdes de espumas.
VOZ QUE SE DESPLAZA
I
Todos aspiramos a la ternura.
La voz que se desplaza sin herirnos.
La mano casi imperceptible en nuestra piel.
Silbido que hiende la mañana en dos espacios
atemporales.
La mirada exclusiva sobre nuestros rostros.
Al olor fabricado en noches desafiantes.
Todos pretendemos una ternura
que a veces negamos
en una ciudad que nos acepta uno a uno
pues las parejas alteran su quietud.
II
La ciudad es sólo
el inicio de un árbol
que se enquistaba en la memoria
escenario de luces
propicias a nuestro encuentro
no morimos de soledad ni de distancias
prolongamos los espacios
mientras inventas
un día para mí
fuera de agenda.
III
Ojo vibrátil del mañana
ojo acuoso de sales
¿dónde esté el mar?
¿dónde los peces bañándose
en enormes olas impetuosas?
Pregunta el transeúnte
¿dónde está el mar?
Y el dedo señala el horizonte
¿dónde está el mar?
La cabeza da vueltas en una enorme mesa
y el índice de nuevo señala el horizonte
y el mar aparece de pronto
humedeciendo los ojos infinitos
del futuro.
AUTORIA
MATEO MORRISON
POETA MILITANTE
DOMINICANO
MANUEL DEL CABRAL
CARTA A MI PADRE
¿Qué más quieres de mí? ¿Qué otras cosas mejores?
Padre mío,
lo que me diste en carne te lo devuelvo en flores.
Estas cosas, comprende, ya no puedo callarte.
Yo, como el alfarero con su arcilla en la mano,
lo que me diste en barro te lo devuelvo en arte.
Creo ya, que ves claro, por qué levantar puedo
este lodo animal -espeso de pensar-.
¡Siempre habrá un alfarero con su sueño en los dedos!
Padre mío, ya ves,
el agua que me diste, venía de una oscura
profundidad de vida, pero como los ríos
primeros de la tierra, aquel goterón mío
se me llenó de altura...
Qué más quieres, no pudo
hacerse licenciado mi corazón desnudo.
Era mucho pedirle, padre mío, ¡no sabes
lo grave que es a veces
un hombre que en el pecho le entierran viva un ave!
Quizá, por eso, aquello
que me dieron horrible, preferí darlo bello.
Diáfano para el trino; para negocios, bruto,
este es el fruto:
con un poco de ti, y un poco del destino
que me puso en la mano
lo divino
con lo humano,
todo lo que en la carne hay de oscuro y perverso
te lo devuelvo en verso.
Qué más quiero, ¿mi herencia? Para qué, padre mío.
Por mi herida de hombre sale un niño cantando.
¡Lo que la tierra piensa, se hace voz en el río!
LETRA
Letra:
esqueleto de mi grito,
pongo mi corazón sobre tu muerte,
pongo mis más secretas cualidades de pétalo,
pongo...
la novia que he guardado entre el aire y mi cuerpo,
mi enfermedad de ángel con cuchillo,
mi caballero ausente cuando muerdo manzanas,
y el niño que hay en mí, el niño
que sale en cierto día, el día
en que la mano casi no trabaja,
el día en que sencillos
mis pies pisan los duendes que están en el rocío
haciendo el oro joven del domingo.
Todo lo pongo en ti,
y tu siempre lo mismo:
estatua de mis vientos,
ataúd de presencias invisibles,
letra inútil.
Todo,
todo lo pongo en ti, sobre tu muerte.
La letra no me entiende.
Sin embargo...
PALABRA
Palabra, ¿qué tu más quieres?
¿Qué más?
Vengo a buscar tu silencio,
el que a fuerza de esperar
se endurece... se hace estatua...
para hablar.
Ya ves, palabra, ya ves,
herida, tú, sin edad...
¿Qué hará contigo el soldado?
¿Qué harán los grillos? ¿Qué hará
en la punta de la espada
la eternidad?
ODA PARA OTRO IDIOMA
Hombre que hablas inglés,
tu sonrisa
viene cuando hace ratos que han llegado
tus pies.
Hombre que estás callado no callando,
dímelo, tú, no hablando:
¿Con qué metal acuñas
este brillo que hoy juega en tu sonrisa:
la que nos llega tarde, más tarde que tus uñas?
Pero aún en la espuma de tu sonrisa hay olas,
hay un pez educado que a su hora es cuchilla.
La geografía misma no quiere ser sencilla,
y parece que a ratos hasta piensa tu roca:
¡no ves que ante el Caribe, como si nos buscara,
la Florida es un diente que le crece a tu boca!
Pero no, que no es
el cocotero simple que gotea su coco
lo más duro que ves:
si la isla que tiembla en este poco
de sudor de pupila, se le rueda a los negros,
con esa gota lavan algo más que la piel...
Esto el aire lo sabe, mientras tanto
el ron escribe equis con tus pies de turista,
y la isla, la isla, me la pisa tu vista.
Se ve que por aquí,
tú vienes blanco, pero tus negocios...
como la piel de Haití.
Mas ya pisando el blanco silencio del mulato,
con sus ruidos redondos ... tu barato
volumen anatómico pasa fragante a pipa,
y así, sobando perlas para cuidar tus tripas,
llegas oliendo a superficie cuando,
el hombre es por aquí
duro por fuera, mas por dentro, blando:
es como el coco que lo parten y...
para aquel que lo pica,
le da blancas entrañas, como cuando sufriendo
se parte en dos la cara, riendo la Martinica.
Sí, esto también lo sé, sí,
cubriendo el horizonte sólo veo
tu corpulento instinto de civil jabalí.
Y también todavía mi casa es grande, pero...
siento ahora que pesan, más que ayer, tus zapatos.
A fuerza de tu sombra, se hace el sol más mulato,
Del tamaño del mapa se te ponen los pies.
Es que de pronto suelta tu sonoro amarillo
un huracán que viene del bolsillo,
huracán que a la vez
juega con las Antillas,
y como la sotana cuando pasa,
pone de rodillas
los de casa...
Ya ves,
hombre que hablas inglés.
Tu sonrisa
viene cuando hace ratos que han llegado tus manos
y tus pies...
HABLA COMPADRE MON
Lo que ayer dije yo
a gritarlo vuelvo ya:
¿tierra en el mar?
No señor,
aquí la isla soy yo.
Algo yo tengo en el cinto
que estoy como está la isla,
rodeada de peligro.
Sí, señor, mi cinturón:
ola de pólvora y plomo.
Aquí la isla soy yo.
Cabe, lo que dije ya,
siempre aquí, como le cabe
el día en el pico de ave.
¡Qué bien me llevan la voz
las balas que sueño yo!
Y no está lejos del hombre
de tierra adentro y dormido
la verde fiera que siempre
nos pone un rabioso anillo...
Estoy hablando del mar
porque en él hay algo mío...
¿Pero estoy hablando yo
de una Antilla, tierra en agua?
No señor,
con la cintura entre balas,
al mapa le digo no.
Aquí la isla soy yo.
AIRE DURANDO
¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?
Hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...
Este sudor... ¿por quién muere?
¿Por qué cosa muere un pobre?
¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!
Hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...
¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?
Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.
¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja..
DONDE LA VOZ PARECE MÁS DEL ÁRBOL
Donde la voz parece más del árbol.
Donde el hombre es un árbol.
Aquí, donde los ojos de los niños...
Tal vez aquí no puedo decir nada.
Tan cerca estoy de cosas que están siempre desnudas.
Puede mi tiempo ahora herir la tarde.
Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras,
vengo de tantas manos y de carne con precio,
vengo de tantos vientres con inéditos gritos,
que me sube la voz igual que un ojo.
Aquí, donde este hombre
para decirme que no tiene ropa
desentierra los huesos de su sonrisa:
su azucena valiente y definida,
su azucena harapienta.
TRÓPICO SUELTO
(Poema en cinco acentos)
1
A ratos,
machacas rumbas con tus zapatos,
y tu cadera,
que padece una vieja borrachera,
y tu aliento
que a veces quema hasta el fular del viento,
saben a la locura de tu barro mezclado
de mula tropical, de sol quemado.
Mulata que te hicieron de la noche y del día,
en el café con leche
bebo tu carne de fantasía.
Tabaco para hacerlo picadura
con el cuchillo de la dentadura:
tu talle
que le roba los ojos a la calle.
Sobre las marejadas de la hamaca
meces tu carcajada de maraca:
como si de repente fabricaras la aurora
en tu carne de cuero de tambora,
de tambora, que a veces, roncos ruidos arrancas
para las tempestades de tus ancas.
Alma de raspadura y piel de ají,
quema y endulza tu mordedura.
Voy a decir que te metiste en mí
como si fueras una calentura.
2
No.
Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
en pequeños ciclones de gargantas;
encerrada la tierra en amuletos;
el trueno detenido en los tambores.
Buscando el cielo oculto de su culto
sube Haití por los pies hasta su grito.
Aquí está el sueño, se me pone grande
un mapa que me ronca y que me asalta;
aquí esta Haití metido en unos dientes,
aquí está Haití que se derrite en ritos,
aquí está, retorcido, de repente,
con golpes de mar seco y de azabache
Haití tiembla en un vientre.
Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
sudoroso y espeso, aquí esta el sueño
desnudo y pegajoso y poco ausente,
sueño de objeto oscuro y caso rojo.
Aquí está Haití metido en una hembra:
en una llama negra.
3
El tambor, a ratos,
va poniendo furiosos tus zapatos.
Ya con su limpia agilidad de fiera
trepa el son y trabaja en tu cadera.
La terca tempestad de la tambora
sopla la ola de tu vientre ahora.
Y tu taco toca, y tu taco así,
riega por el aire tu caliente Haití.
Reventó la selva, desde tu cintura
hasta el paraíso de tu mordedura.
Tu canción de curvas canta más que tú:
sabe los secretos que te dio el vudú.
Negra que sin ropa, tienes lo de aquel
que siendo secreto se quedó en tu piel.
Tiro mis ojos en tus pezones
cuando tu vientre derrite sones.
Trópico que bailas -deja que te siga
el terremoto de tu barriga,
terremoto alegre que sudando ron
con su voz callada canta más que el son-.
Negra desatada -deja a tu cintura
que se derrita con su calentura -.
Que ya van saliendo del ronco bongó
abuelos remotos del Papá-bocó
Abuelos que tienen en rumba enredados
tus supersticiosos pies huracanados.
Trópico furioso y alegre a la vez,
desde que tu rabia se bajó a los pies.
Ya te vas quedando vestida de viento.
Allí son tus pechos dos buches de ron.
Algo de la tierra me sube violento,
oigo que tus curvas cantan más que el son.
Y tu taco toca, y tu taco, a ratos,
echa al aire el Congo que hay en tus zapatos.
4
Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
metido en clima y derretido en ritos ...
Aquí:
Pide collares la negra,
pide collares de hueso
al hombre oscuro que tiene
en su filo un cementerio.
Pide collares curiosos
la curiosa que en el viento
de pie a cabeza desnuda
deja desnudo al deseo.
Sombra que sigue a otra sombra,
inquieta su cuerpo inquieto:
negra columna de humo
que no se aparta del suelo.
Sabe a su isla de cocos;
mas, por ver si tiene miedo,
collares de cocodrilos
ponen duro el río entero.
Ya síntesis de la selva:
goza el peligro su cuerpo
que tiene el monte por cama,
que tiene el cielo por techo.
Y el caníbal que da oscuro
como su piel su veneno,
satisface la columna
de aquel humo tan espeso.
Mas, borracha de caprichos,
es una tumba su cuello
que tiene para su adorno
cadáveres de amuletos.
Y pide otra vez collares,
pide collares su cuerpo,
al caníbal que ha nevado
el camino con los huesos.
Y mientras brilla y espera
perlas macabras su cuerpo,
perlas que pesca el cuchillo
y lustran lenguas de negros,
corta la sangre cuajada
de una rosa, que en su pecho,
revienta como una herida
que le perfuma su cuerpo.
Hoy no sueño, no sueño, aquí esta el sueño:
aquí está Haití metido en una hembra:
en una llama negra.
5
Colasa: manteca inquieta
quemada a ron con vudú,
no se te va el retacito
de espiritismo que a gritos
esta entre tu ropa y tú.
Borracho de muchas cosas,
óyelo, Colasa, bien;
con cabellos de guitarra
te voy a enredar los pies.
Suma de abuelo tu carne
anochece amaneciendo;
tu cuerpo a palos moliendo
lo limpian de brujerías,
y tú roncas, como no,
tu cuerpo mismo el bongo.
Y ahora,
que venga el juez,
que venga y vea
que yo te amarre los pies.
Que venga la policía,
que otra vez
caliente mi mano agarra
los pelos de mi guitarra
para amarrarle también
al uniforme, la ley.
Pero de tu carne prieta,
quiero ahora, de una vez,
sacar una cosa blanca ...
No ves que si está en tus pies
vas a machacar el alma.
¡El alma, Colasa, el alma!
La ves...
NIÑO MUERTO EN UN PATIO
Tal vea no diga nada, ni siquiera del patio.
Todo está en aquel sitio.
Su caída levanta todas mis cualidades,
porque sé que estas cosas
son las que bien me obligan a no desperdiciarme.
Tal vez no hable con nadie sobre este niño muerto.
Yo llegaré a mi casa como todos los días;
me sentaré a la mesa, tomaré mi jengibre,
quizás acaricie el pelo de seda de mi gato,
y tal vez dos palabras conmigo o con mi hermano
sobre la lluvia o sobre la cosecha.
Tal vez no hable con nadie...
¿Qué puede hacer la edad de la palabra
donde la eternidad parece un niño?
GUITARRA PANADERA
Sólo el silencio es amigo.
Pero también
no es amigo... si lo mudo
se oye bien...
¿Quién mide el aire y lo pone
cuadrado como pared?
¿Quién lo pone tan pequeño
que cabe en el puno... quién?
El mapa se está llenando
de dientes como el menú.
Pero no importa:
el humo de mi guitarra
da caliente pan azul.
AIRE
En una esquina está el aire
de rodillas...
Dos sables analfabetos
lo vigilan.
Pero yo sé que es el pueblo
mi voz desarrodillada.
Pone a hablar muertos sin cruces
mi guitarra.
Pedro se llaman los huesos
de aquél que cruz no le hicieron.
Pero ya toda la tierra
se llama Pedro.
Aquí está el aire en su sitio
y está entero...
Aquí...
Madera de carne alta,
tierra suelta:
Mi guitarra.
AIRE DURANDO
¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...
Este sudor ... ¿Por quién muere?
¿Por qué cosa muere un pobre?
¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!
Hay muertos que van subiendo
Cuanto más su ataúd baja...
¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?
Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.
¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...
¿A QUIÉN VIENE A VER USTED?
Hoy está el pueblo en mi cuerpo.
¿A quién viene a ver usted?
Usted no ve que esta herida
es corno un ojo de juez...
Usted que se trae los grillos,
¿a quién viene a ver usted,
que anda más con el instinto
que con los pies?
Usted que trae el olfato,
pero con luz viene a oler;
meta la conciencia aquí...
y no la deje en la piel.
Usted que se trae la bala,
viene a saber por qué fue...
Si hay un rico en este lío,
¿a qué viene? ¿Para qué?
Aquí só1o hay una boca,
hay una voz, una sed.
Un trozo de grito sangra.
¡Lo cortaron como res!
Usted que se trae las llaves,
¿a quién viene a ver usted?
Vea estas manos callosas,
ropa rota y sin zapatos
unos pies.
Usted que se trae las manos
pesadas como pared...
¿no ve el hambre?
¿no la ve?
Tápenle el grito a este hombre;
y aunque es más la voz que el pie,
pónganle grillos, que sólo
el pobre cabe en la ley...
¿No ve que la sangre huye
y no se sabe por qué ...?
Pero yo sé que hay aquí
quien se la quiere beber ...
¿A quién viene a ver usted?
NO LE TIRE ..
No le tire, policía;
no lo mate, no;
¿no ve
que tiene la misma cara
que tiene usted?
Corre roto,
sin zapatos.
¿No lo ve?
Corre tal vez
con una honradez tan seria
que corre en busca del juez....
Acérquese, policía,
pero guardando el fusil.
Acérquese.
¿No lo ve?
Se parece a usted,
y a mí...
Mírelo bien.
Huye de la tierra y siempre
se va con ella al partir...
Acérquese... No le hiera
ni con el ojo
su dril...
Mire sus pies ...
Mírelo bien ...
Policía, no le tire.
Fíjese
que corre como la sed...
CAMINA
Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y una voz que no se ve,
grita al oído:
-Mire, jefe, que hay un hombre
que allí está herido.
-Lo sé.
Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y vuelve la voz y dice:
-Jefe, que un hombre no ve;
tiene llanto entre los ojos,
y tiene plomo en los pies.
-Lo sé.
Sigue caminando el jefe
después de beber café.
Y la misma voz le grita:
-Murió un hombre allí de sed.
¿Qué haremos, ahora, jefe?
-Que haga pronto el hoyo usted.
Y el jefe sigue su rumbo,
pero también
el jefe sigue pensando ...
Piensa sólo a qué hora es
la otra taza
dc café...
PANCHO
Que aquí no metan comprado
el ojo chismoso, no.
Que no se traigan el ojo
como una voz...
Que más que para los gringos
Pancho cortó
tres casi Antillas de cañas,
tres Antillas... Sí, señor.
¡No cabrá en el ataúd,
ha crecido Pancho hoy!
Soldado, no cuide al muerto;
no meta el ojo, doctor.
Ganaba un cobre por día;
¡sabemos de qué murió!
Quítenle el jipi y la ropa,
pero aquello... aquello, no.
¡Qué serio es un hombre pobre
que no quiere ser ladrón!
La muerte aquí tiene cara
de cosa que no murió...
Cuando muere... ¡cómo vive
lo que tiene pantalón!
Soldado, no cuide al muerto,
que de pie lo veo yo.
Pancho está aquí como Pancho,
Se llama... no se llamo...
No vengan ya a preguntar
de qué murió.
Vengan a mirar a Pancho
como hago yo.
Quítenle todo del cuerpo,
todo,
pero aquello, no.
Con un pedazo de caña
entre la boca murió.
Le quiso poner azúcar
a su voz ...
Déjenlo que endulce ahora
su silencio sin reloj...
Que nadie revise a Pancho.
¡Sabemos de qué murió!
HOMBRE Y PERRO
Hombre que vas con tu perro:
con tu guardián.
Cuida mi voz, como el perro
cuida tu pan.
Perro que vas con un hombre
que amigo tuyo no es...
Acércate un poco al pobre,
huélelo bien.
Fíjate que tengo boca,
fíjate en mí.
Mira que soy hombre, pero ..,
con estas manos vacías
cómo me parezco a ti.
Perro que vas con tu amo,
fíjate bien:
que al hablar contigo, hablo
conmigo mismo... ¿No ves
que tan cerca del patrón,
no somos tres,
sino dos...?
Hombre que vas con tu perro:
tu servidor.
¡Qué grueso que está tu perro,
y qué flaco que estoy yo!
¡Estoy flaco porque tengo
gorda la voz!
NEGRO SIN NADA EN TU CASA
Yo te he visto cavar minas de oro
-negro sin tierra-.
Yo te he visto sacar grandes diamantes de la tierra
-negro sin tierra-.
Y como si sacaras a pedazos tu cuerpo de la tierra,
te vi sacar carbones de la tierra.
Cien veces yo te he visto echar semillas en la tierra
-negro sin tierra-.
Y siempre tu sudor que no termina
de caer en la tierra.
Tu sudor tan antiguo, pero siempre tan nuevo
tu sudor en la tierra.
Agua de tu dolor que fertiliza
más que el agua de nube.
Tu sudor, tu sudor. Y todo para aquél
que tiene cien corbatas, cuatro coches de lujo,
y no pisa la tierra.
Sólo cuando la tierra no sea tuya,
será tuya la tierra.
AIRE NEGRO
Cantan los cocolos bajo los cocales.
Ya la piel del toro muge en el tambor.
Los temibles lirios de sus carcajadas:
sus furiosas lunas contra el nubarrón.
Está fiero el cielo que cayó en sus ojos.
Lucha con ancas de la hembra el son.
Por entre pestañas de los cocoteros
cuchillos de vida le clava ya el sol.
Nórticos turistas mascan voces negras;
piel color de rosa trópico quemó;
pipas neoyorquinas, tufo de cerveza;
(se tragó la kódak los Papá-bocó).
Las cocolas cantan cánticos calientes,
cantos que retuercen vientres de alquitrán,
y entre sus corpiños tiemblan cocos negros
que a los cocolitos vida blanca dan.
Recia risa, a ratos, hace heridas blancas.
Hoy su noche alumbran, y anda por su piel
ya borracho el son. Mas, la borrachera
que entra por sus belfos, sale por los pies.
Y los dulces huesos de la dura caña
no tienen más mieles ni más duros son,
que la carne negra de la negra alegre
que se alegra a golpes de tambora y sol.
Sube por su cuerpo de bestia divina
fuerte olor a tierra. Su respiración
viene como un viento del ciclón del Cosmos,
(la emborracha el rito mucho más que el ron).
Sale ya del vientre del tambor la selva.
Ya la piel del toro muge en el tambor.
Y contra el silencio de sus ruidos roncos
la negra desnuda parece una voz.
NEGRO SIN ZAPATOS
Hay en tus pies descalzos graves amaneceres.
(Ya no podrán decir que es un siglo pequeño.)
El cielo se derrite rodando por tu espalda:
húmeda de trabajo, brillante de trabajo,
pero oscura de sueldo.
Yo no te vi dormido... Yo no te vi dormido...
aquellos pies descalzos
no te dejan dormir.
Tú ganas diez centavos, diez centavos por día.
Sin embargo,
tú los ganas tan limpios,
tienes manos tan limpias,
que puede que tu casa sólo tenga
ropa sucia,
catre sucio,
carne sucia,
pero lavada la palabra: Hombre.
NEGRO SIN RISA
Negro triste, tan triste
que en cualquier gesto tuyo puedo encontrar el mundo.
Tú que vives tan cerca del hombre sin el hombre,
una sonrisa tuya me servirá de agua
para lavar la vida, que casi no se puede
lavar con otra cosa.
Quiero llegar a ti, pero llego lo mismo
que el río llega al mar... De tus ojos, a veces,
salen tristes océanos que en el cuerpo te caben,
pero que en ti no caben.
Cualquiera cosa tuya te pone siempre triste,
cualquiera cosa tuya, por ejemplo: tu espejo.
Tu silencio es de carne, tu palabra es de carne,
tu inquietud es de carne, tu paciencia es de carne.
Tu lagrima no cae
como gota de agua...
(No se caen en el suelo
las palabras.)
NEGRO MANSO
Negro manso,
ni siquiera
tienes la inutilidad
de los charcos con cielo.
Só1o
con tu sonrisa rebelde
sobre tu dolor,
como un lirio valiente que crece
sobre la tierra del pantano.
Sin embargo,
negro manso,
negro quieto:
hoy la voz de la tierra te sale por los ojos,
(tus ojos que hacen ruido cuando sufren).
NEGRO SIEMPRE
Negro quieto,
barro dócil,
tú que siempre
eres el grano que no siembran nunca.
¡Qué hará contigo el hombre,
tú que tienes
la herida abierta como un surco con útiles
humilladas semillas de silencios?
Tu mano está en el aire,
tan desnuda,
tan simple
como tu risa que no tiene filo,
o como tu mirada,
tan sencilla,
tan lavada, que siempre con tus ojos
puede limpiarse el hombre.
ESTE NEGRO
Negro simple,
tú que tienes
a tu vida y al mundo
dentro de un amuleto.
De ti,
só1o asciende
el humo de tu cachimbo.
Negro sin cielo,
tu indiferencia tenaz
es como la palabra Tierra.
Sin embargo,
tienes para los hombres
una sonrisa blanca
que te pone muy alto.
Ni los niños
ni el asno,
tienen tu sencillez.
Negro lejano.
Noche sin mañana.
Letra de algún remoto alfabeto.
Quiero cavar la mina de tu grito.
MUJER CON ANILLO
Mujer que estas un poco en este anillo,
casi un poco, tal vez
lo que dura en el lecho
la palabra mujer.
Mujer que cabes en un ruido rubio.
Mujer,
que pasas por mi boca como el agua
que no quita la sed.
Mujer que te repartes en mis cosas.
Mujer,
te estoy tocando ahora, pero ahora
sólo toco tu piel.
Cuando estás en mis dedos
me pareces de viaje.
Tal vez,
es así como quiero,
pero no como amo.
Déjame que me quite
este lujo del cuerpo.
No ves,
que me pesa este anillo...
¿no lo ves?
Déjame que te use con los ojos.
¡Qué bien!
Los ojos se me llenan
de paisajes de tren.
Es que hay algo pasando ...
¿No lo ves?
Tú del tamaño de mi lujo sólo.
Mujer,
que rodeada estás por este anillo
de honradez.
Me quitaré tu nombre repartido,
tal como cuando llego de la calle:
que me quito del cuerpo
cotidianos detalles.
Ya ves,
mujer que eres a veces propiedad de mi alma,
y a ratos,
propiedad de mi piel.
PULULA
Negra Pulula, qué bien
que planchas la ropa ajena.
¡Cuándo plancharás tu cara:
mapa de penas!
Pulula, poca Pulula,
tú la carga y tú la mula.
Con tu amuleto ensalmado
y siempre se ve que es hueso;
tiene vida y está tieso,
no te quiere ver de frente,
no te quiere ver a ti:
está viendo todavía
de perfil.
Pero, Pulula,
¿qué esperas,
que también al San Benito
no le quitas la sordera?
Que Bocó sobó tu hueso,
que tampoco tiene olfato:
no huele aún que el sudor
te lo compran tan barato...!
¡Ni siquiera por antojo
ha querido ver por qué
le lavas hasta los pies
con el agua de tus ojos!
Pulula, también, Pulula:
se ve que es de piedra el dios,
cuando pides por los dos...
¡Tú la carga y tú la mula!
Si con tan blanco amuleto
tan oscura suerte cargas,
un hueso negro, tal vez,
te daría suerte blanca.
De rodillas lo que piensa,
lo que siente, arrodillado;
tus dos zapatos con hoyos,
y tu catre, derrengado.
Dile a tu santo de pino
que se pase un día entero
en tu rancho de agujeros;
porque en un santo de palo
puede haber un carpintero.
Pulula, poca Pulula,
tú la carga y tú la mula.
Mata la vergüenza y pídele
a tu hueso taumaturgo
que no se duerma en tu casa,
que venga con herramientas;
martillo, clavos y tabla;
que venga a arreglar tu catre;
¡que no te remiende el alma!
Pulula, poca Pulula,
¡tú la carga y tú la mula!
Dile al santo
que se ponga pantalones...
que venga a clavar el canto:
idioma de la tachuela.
Que venga a ver que hasta en misa
la cana de una sonrisa
te hace abuela...
Después, Pulula, después,
besa tu hueso sagrado...
Pero también,
ten cuidado,
ten cuidado
que Dios no dura en la piel...
Pulula, pero, Pulula,
hoy a las seis,
¿quién viene a planchar tu cara?
¿Quién?
Hay sólo una planchadora
que, como tú, plancha bien.
¡Qué almidonada, qué dura
que está tu cara esta vez!
Con plancha blanca de hueso,
de la cabeza a los pies,
la muerte, -tu planchadora-
¡cómo ha planchado tu piel!
AUTORIA
DON MANUEL DEL CABRAL
POETA DOMINICANO
CARTA A MI PADRE
¿Qué más quieres de mí? ¿Qué otras cosas mejores?
Padre mío,
lo que me diste en carne te lo devuelvo en flores.
Estas cosas, comprende, ya no puedo callarte.
Yo, como el alfarero con su arcilla en la mano,
lo que me diste en barro te lo devuelvo en arte.
Creo ya, que ves claro, por qué levantar puedo
este lodo animal -espeso de pensar-.
¡Siempre habrá un alfarero con su sueño en los dedos!
Padre mío, ya ves,
el agua que me diste, venía de una oscura
profundidad de vida, pero como los ríos
primeros de la tierra, aquel goterón mío
se me llenó de altura...
Qué más quieres, no pudo
hacerse licenciado mi corazón desnudo.
Era mucho pedirle, padre mío, ¡no sabes
lo grave que es a veces
un hombre que en el pecho le entierran viva un ave!
Quizá, por eso, aquello
que me dieron horrible, preferí darlo bello.
Diáfano para el trino; para negocios, bruto,
este es el fruto:
con un poco de ti, y un poco del destino
que me puso en la mano
lo divino
con lo humano,
todo lo que en la carne hay de oscuro y perverso
te lo devuelvo en verso.
Qué más quiero, ¿mi herencia? Para qué, padre mío.
Por mi herida de hombre sale un niño cantando.
¡Lo que la tierra piensa, se hace voz en el río!
LETRA
Letra:
esqueleto de mi grito,
pongo mi corazón sobre tu muerte,
pongo mis más secretas cualidades de pétalo,
pongo...
la novia que he guardado entre el aire y mi cuerpo,
mi enfermedad de ángel con cuchillo,
mi caballero ausente cuando muerdo manzanas,
y el niño que hay en mí, el niño
que sale en cierto día, el día
en que la mano casi no trabaja,
el día en que sencillos
mis pies pisan los duendes que están en el rocío
haciendo el oro joven del domingo.
Todo lo pongo en ti,
y tu siempre lo mismo:
estatua de mis vientos,
ataúd de presencias invisibles,
letra inútil.
Todo,
todo lo pongo en ti, sobre tu muerte.
La letra no me entiende.
Sin embargo...
PALABRA
Palabra, ¿qué tu más quieres?
¿Qué más?
Vengo a buscar tu silencio,
el que a fuerza de esperar
se endurece... se hace estatua...
para hablar.
Ya ves, palabra, ya ves,
herida, tú, sin edad...
¿Qué hará contigo el soldado?
¿Qué harán los grillos? ¿Qué hará
en la punta de la espada
la eternidad?
ODA PARA OTRO IDIOMA
Hombre que hablas inglés,
tu sonrisa
viene cuando hace ratos que han llegado
tus pies.
Hombre que estás callado no callando,
dímelo, tú, no hablando:
¿Con qué metal acuñas
este brillo que hoy juega en tu sonrisa:
la que nos llega tarde, más tarde que tus uñas?
Pero aún en la espuma de tu sonrisa hay olas,
hay un pez educado que a su hora es cuchilla.
La geografía misma no quiere ser sencilla,
y parece que a ratos hasta piensa tu roca:
¡no ves que ante el Caribe, como si nos buscara,
la Florida es un diente que le crece a tu boca!
Pero no, que no es
el cocotero simple que gotea su coco
lo más duro que ves:
si la isla que tiembla en este poco
de sudor de pupila, se le rueda a los negros,
con esa gota lavan algo más que la piel...
Esto el aire lo sabe, mientras tanto
el ron escribe equis con tus pies de turista,
y la isla, la isla, me la pisa tu vista.
Se ve que por aquí,
tú vienes blanco, pero tus negocios...
como la piel de Haití.
Mas ya pisando el blanco silencio del mulato,
con sus ruidos redondos ... tu barato
volumen anatómico pasa fragante a pipa,
y así, sobando perlas para cuidar tus tripas,
llegas oliendo a superficie cuando,
el hombre es por aquí
duro por fuera, mas por dentro, blando:
es como el coco que lo parten y...
para aquel que lo pica,
le da blancas entrañas, como cuando sufriendo
se parte en dos la cara, riendo la Martinica.
Sí, esto también lo sé, sí,
cubriendo el horizonte sólo veo
tu corpulento instinto de civil jabalí.
Y también todavía mi casa es grande, pero...
siento ahora que pesan, más que ayer, tus zapatos.
A fuerza de tu sombra, se hace el sol más mulato,
Del tamaño del mapa se te ponen los pies.
Es que de pronto suelta tu sonoro amarillo
un huracán que viene del bolsillo,
huracán que a la vez
juega con las Antillas,
y como la sotana cuando pasa,
pone de rodillas
los de casa...
Ya ves,
hombre que hablas inglés.
Tu sonrisa
viene cuando hace ratos que han llegado tus manos
y tus pies...
HABLA COMPADRE MON
Lo que ayer dije yo
a gritarlo vuelvo ya:
¿tierra en el mar?
No señor,
aquí la isla soy yo.
Algo yo tengo en el cinto
que estoy como está la isla,
rodeada de peligro.
Sí, señor, mi cinturón:
ola de pólvora y plomo.
Aquí la isla soy yo.
Cabe, lo que dije ya,
siempre aquí, como le cabe
el día en el pico de ave.
¡Qué bien me llevan la voz
las balas que sueño yo!
Y no está lejos del hombre
de tierra adentro y dormido
la verde fiera que siempre
nos pone un rabioso anillo...
Estoy hablando del mar
porque en él hay algo mío...
¿Pero estoy hablando yo
de una Antilla, tierra en agua?
No señor,
con la cintura entre balas,
al mapa le digo no.
Aquí la isla soy yo.
AIRE DURANDO
¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?
Hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...
Este sudor... ¿por quién muere?
¿Por qué cosa muere un pobre?
¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!
Hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...
¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?
Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.
¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja..
DONDE LA VOZ PARECE MÁS DEL ÁRBOL
Donde la voz parece más del árbol.
Donde el hombre es un árbol.
Aquí, donde los ojos de los niños...
Tal vez aquí no puedo decir nada.
Tan cerca estoy de cosas que están siempre desnudas.
Puede mi tiempo ahora herir la tarde.
Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras,
vengo de tantas manos y de carne con precio,
vengo de tantos vientres con inéditos gritos,
que me sube la voz igual que un ojo.
Aquí, donde este hombre
para decirme que no tiene ropa
desentierra los huesos de su sonrisa:
su azucena valiente y definida,
su azucena harapienta.
TRÓPICO SUELTO
(Poema en cinco acentos)
1
A ratos,
machacas rumbas con tus zapatos,
y tu cadera,
que padece una vieja borrachera,
y tu aliento
que a veces quema hasta el fular del viento,
saben a la locura de tu barro mezclado
de mula tropical, de sol quemado.
Mulata que te hicieron de la noche y del día,
en el café con leche
bebo tu carne de fantasía.
Tabaco para hacerlo picadura
con el cuchillo de la dentadura:
tu talle
que le roba los ojos a la calle.
Sobre las marejadas de la hamaca
meces tu carcajada de maraca:
como si de repente fabricaras la aurora
en tu carne de cuero de tambora,
de tambora, que a veces, roncos ruidos arrancas
para las tempestades de tus ancas.
Alma de raspadura y piel de ají,
quema y endulza tu mordedura.
Voy a decir que te metiste en mí
como si fueras una calentura.
2
No.
Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
en pequeños ciclones de gargantas;
encerrada la tierra en amuletos;
el trueno detenido en los tambores.
Buscando el cielo oculto de su culto
sube Haití por los pies hasta su grito.
Aquí está el sueño, se me pone grande
un mapa que me ronca y que me asalta;
aquí esta Haití metido en unos dientes,
aquí está Haití que se derrite en ritos,
aquí está, retorcido, de repente,
con golpes de mar seco y de azabache
Haití tiembla en un vientre.
Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
sudoroso y espeso, aquí esta el sueño
desnudo y pegajoso y poco ausente,
sueño de objeto oscuro y caso rojo.
Aquí está Haití metido en una hembra:
en una llama negra.
3
El tambor, a ratos,
va poniendo furiosos tus zapatos.
Ya con su limpia agilidad de fiera
trepa el son y trabaja en tu cadera.
La terca tempestad de la tambora
sopla la ola de tu vientre ahora.
Y tu taco toca, y tu taco así,
riega por el aire tu caliente Haití.
Reventó la selva, desde tu cintura
hasta el paraíso de tu mordedura.
Tu canción de curvas canta más que tú:
sabe los secretos que te dio el vudú.
Negra que sin ropa, tienes lo de aquel
que siendo secreto se quedó en tu piel.
Tiro mis ojos en tus pezones
cuando tu vientre derrite sones.
Trópico que bailas -deja que te siga
el terremoto de tu barriga,
terremoto alegre que sudando ron
con su voz callada canta más que el son-.
Negra desatada -deja a tu cintura
que se derrita con su calentura -.
Que ya van saliendo del ronco bongó
abuelos remotos del Papá-bocó
Abuelos que tienen en rumba enredados
tus supersticiosos pies huracanados.
Trópico furioso y alegre a la vez,
desde que tu rabia se bajó a los pies.
Ya te vas quedando vestida de viento.
Allí son tus pechos dos buches de ron.
Algo de la tierra me sube violento,
oigo que tus curvas cantan más que el son.
Y tu taco toca, y tu taco, a ratos,
echa al aire el Congo que hay en tus zapatos.
4
Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
metido en clima y derretido en ritos ...
Aquí:
Pide collares la negra,
pide collares de hueso
al hombre oscuro que tiene
en su filo un cementerio.
Pide collares curiosos
la curiosa que en el viento
de pie a cabeza desnuda
deja desnudo al deseo.
Sombra que sigue a otra sombra,
inquieta su cuerpo inquieto:
negra columna de humo
que no se aparta del suelo.
Sabe a su isla de cocos;
mas, por ver si tiene miedo,
collares de cocodrilos
ponen duro el río entero.
Ya síntesis de la selva:
goza el peligro su cuerpo
que tiene el monte por cama,
que tiene el cielo por techo.
Y el caníbal que da oscuro
como su piel su veneno,
satisface la columna
de aquel humo tan espeso.
Mas, borracha de caprichos,
es una tumba su cuello
que tiene para su adorno
cadáveres de amuletos.
Y pide otra vez collares,
pide collares su cuerpo,
al caníbal que ha nevado
el camino con los huesos.
Y mientras brilla y espera
perlas macabras su cuerpo,
perlas que pesca el cuchillo
y lustran lenguas de negros,
corta la sangre cuajada
de una rosa, que en su pecho,
revienta como una herida
que le perfuma su cuerpo.
Hoy no sueño, no sueño, aquí esta el sueño:
aquí está Haití metido en una hembra:
en una llama negra.
5
Colasa: manteca inquieta
quemada a ron con vudú,
no se te va el retacito
de espiritismo que a gritos
esta entre tu ropa y tú.
Borracho de muchas cosas,
óyelo, Colasa, bien;
con cabellos de guitarra
te voy a enredar los pies.
Suma de abuelo tu carne
anochece amaneciendo;
tu cuerpo a palos moliendo
lo limpian de brujerías,
y tú roncas, como no,
tu cuerpo mismo el bongo.
Y ahora,
que venga el juez,
que venga y vea
que yo te amarre los pies.
Que venga la policía,
que otra vez
caliente mi mano agarra
los pelos de mi guitarra
para amarrarle también
al uniforme, la ley.
Pero de tu carne prieta,
quiero ahora, de una vez,
sacar una cosa blanca ...
No ves que si está en tus pies
vas a machacar el alma.
¡El alma, Colasa, el alma!
La ves...
NIÑO MUERTO EN UN PATIO
Tal vea no diga nada, ni siquiera del patio.
Todo está en aquel sitio.
Su caída levanta todas mis cualidades,
porque sé que estas cosas
son las que bien me obligan a no desperdiciarme.
Tal vez no hable con nadie sobre este niño muerto.
Yo llegaré a mi casa como todos los días;
me sentaré a la mesa, tomaré mi jengibre,
quizás acaricie el pelo de seda de mi gato,
y tal vez dos palabras conmigo o con mi hermano
sobre la lluvia o sobre la cosecha.
Tal vez no hable con nadie...
¿Qué puede hacer la edad de la palabra
donde la eternidad parece un niño?
GUITARRA PANADERA
Sólo el silencio es amigo.
Pero también
no es amigo... si lo mudo
se oye bien...
¿Quién mide el aire y lo pone
cuadrado como pared?
¿Quién lo pone tan pequeño
que cabe en el puno... quién?
El mapa se está llenando
de dientes como el menú.
Pero no importa:
el humo de mi guitarra
da caliente pan azul.
AIRE
En una esquina está el aire
de rodillas...
Dos sables analfabetos
lo vigilan.
Pero yo sé que es el pueblo
mi voz desarrodillada.
Pone a hablar muertos sin cruces
mi guitarra.
Pedro se llaman los huesos
de aquél que cruz no le hicieron.
Pero ya toda la tierra
se llama Pedro.
Aquí está el aire en su sitio
y está entero...
Aquí...
Madera de carne alta,
tierra suelta:
Mi guitarra.
AIRE DURANDO
¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...
Este sudor ... ¿Por quién muere?
¿Por qué cosa muere un pobre?
¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!
Hay muertos que van subiendo
Cuanto más su ataúd baja...
¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?
Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.
¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...
¿A QUIÉN VIENE A VER USTED?
Hoy está el pueblo en mi cuerpo.
¿A quién viene a ver usted?
Usted no ve que esta herida
es corno un ojo de juez...
Usted que se trae los grillos,
¿a quién viene a ver usted,
que anda más con el instinto
que con los pies?
Usted que trae el olfato,
pero con luz viene a oler;
meta la conciencia aquí...
y no la deje en la piel.
Usted que se trae la bala,
viene a saber por qué fue...
Si hay un rico en este lío,
¿a qué viene? ¿Para qué?
Aquí só1o hay una boca,
hay una voz, una sed.
Un trozo de grito sangra.
¡Lo cortaron como res!
Usted que se trae las llaves,
¿a quién viene a ver usted?
Vea estas manos callosas,
ropa rota y sin zapatos
unos pies.
Usted que se trae las manos
pesadas como pared...
¿no ve el hambre?
¿no la ve?
Tápenle el grito a este hombre;
y aunque es más la voz que el pie,
pónganle grillos, que sólo
el pobre cabe en la ley...
¿No ve que la sangre huye
y no se sabe por qué ...?
Pero yo sé que hay aquí
quien se la quiere beber ...
¿A quién viene a ver usted?
NO LE TIRE ..
No le tire, policía;
no lo mate, no;
¿no ve
que tiene la misma cara
que tiene usted?
Corre roto,
sin zapatos.
¿No lo ve?
Corre tal vez
con una honradez tan seria
que corre en busca del juez....
Acérquese, policía,
pero guardando el fusil.
Acérquese.
¿No lo ve?
Se parece a usted,
y a mí...
Mírelo bien.
Huye de la tierra y siempre
se va con ella al partir...
Acérquese... No le hiera
ni con el ojo
su dril...
Mire sus pies ...
Mírelo bien ...
Policía, no le tire.
Fíjese
que corre como la sed...
CAMINA
Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y una voz que no se ve,
grita al oído:
-Mire, jefe, que hay un hombre
que allí está herido.
-Lo sé.
Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y vuelve la voz y dice:
-Jefe, que un hombre no ve;
tiene llanto entre los ojos,
y tiene plomo en los pies.
-Lo sé.
Sigue caminando el jefe
después de beber café.
Y la misma voz le grita:
-Murió un hombre allí de sed.
¿Qué haremos, ahora, jefe?
-Que haga pronto el hoyo usted.
Y el jefe sigue su rumbo,
pero también
el jefe sigue pensando ...
Piensa sólo a qué hora es
la otra taza
dc café...
PANCHO
Que aquí no metan comprado
el ojo chismoso, no.
Que no se traigan el ojo
como una voz...
Que más que para los gringos
Pancho cortó
tres casi Antillas de cañas,
tres Antillas... Sí, señor.
¡No cabrá en el ataúd,
ha crecido Pancho hoy!
Soldado, no cuide al muerto;
no meta el ojo, doctor.
Ganaba un cobre por día;
¡sabemos de qué murió!
Quítenle el jipi y la ropa,
pero aquello... aquello, no.
¡Qué serio es un hombre pobre
que no quiere ser ladrón!
La muerte aquí tiene cara
de cosa que no murió...
Cuando muere... ¡cómo vive
lo que tiene pantalón!
Soldado, no cuide al muerto,
que de pie lo veo yo.
Pancho está aquí como Pancho,
Se llama... no se llamo...
No vengan ya a preguntar
de qué murió.
Vengan a mirar a Pancho
como hago yo.
Quítenle todo del cuerpo,
todo,
pero aquello, no.
Con un pedazo de caña
entre la boca murió.
Le quiso poner azúcar
a su voz ...
Déjenlo que endulce ahora
su silencio sin reloj...
Que nadie revise a Pancho.
¡Sabemos de qué murió!
HOMBRE Y PERRO
Hombre que vas con tu perro:
con tu guardián.
Cuida mi voz, como el perro
cuida tu pan.
Perro que vas con un hombre
que amigo tuyo no es...
Acércate un poco al pobre,
huélelo bien.
Fíjate que tengo boca,
fíjate en mí.
Mira que soy hombre, pero ..,
con estas manos vacías
cómo me parezco a ti.
Perro que vas con tu amo,
fíjate bien:
que al hablar contigo, hablo
conmigo mismo... ¿No ves
que tan cerca del patrón,
no somos tres,
sino dos...?
Hombre que vas con tu perro:
tu servidor.
¡Qué grueso que está tu perro,
y qué flaco que estoy yo!
¡Estoy flaco porque tengo
gorda la voz!
NEGRO SIN NADA EN TU CASA
Yo te he visto cavar minas de oro
-negro sin tierra-.
Yo te he visto sacar grandes diamantes de la tierra
-negro sin tierra-.
Y como si sacaras a pedazos tu cuerpo de la tierra,
te vi sacar carbones de la tierra.
Cien veces yo te he visto echar semillas en la tierra
-negro sin tierra-.
Y siempre tu sudor que no termina
de caer en la tierra.
Tu sudor tan antiguo, pero siempre tan nuevo
tu sudor en la tierra.
Agua de tu dolor que fertiliza
más que el agua de nube.
Tu sudor, tu sudor. Y todo para aquél
que tiene cien corbatas, cuatro coches de lujo,
y no pisa la tierra.
Sólo cuando la tierra no sea tuya,
será tuya la tierra.
AIRE NEGRO
Cantan los cocolos bajo los cocales.
Ya la piel del toro muge en el tambor.
Los temibles lirios de sus carcajadas:
sus furiosas lunas contra el nubarrón.
Está fiero el cielo que cayó en sus ojos.
Lucha con ancas de la hembra el son.
Por entre pestañas de los cocoteros
cuchillos de vida le clava ya el sol.
Nórticos turistas mascan voces negras;
piel color de rosa trópico quemó;
pipas neoyorquinas, tufo de cerveza;
(se tragó la kódak los Papá-bocó).
Las cocolas cantan cánticos calientes,
cantos que retuercen vientres de alquitrán,
y entre sus corpiños tiemblan cocos negros
que a los cocolitos vida blanca dan.
Recia risa, a ratos, hace heridas blancas.
Hoy su noche alumbran, y anda por su piel
ya borracho el son. Mas, la borrachera
que entra por sus belfos, sale por los pies.
Y los dulces huesos de la dura caña
no tienen más mieles ni más duros son,
que la carne negra de la negra alegre
que se alegra a golpes de tambora y sol.
Sube por su cuerpo de bestia divina
fuerte olor a tierra. Su respiración
viene como un viento del ciclón del Cosmos,
(la emborracha el rito mucho más que el ron).
Sale ya del vientre del tambor la selva.
Ya la piel del toro muge en el tambor.
Y contra el silencio de sus ruidos roncos
la negra desnuda parece una voz.
NEGRO SIN ZAPATOS
Hay en tus pies descalzos graves amaneceres.
(Ya no podrán decir que es un siglo pequeño.)
El cielo se derrite rodando por tu espalda:
húmeda de trabajo, brillante de trabajo,
pero oscura de sueldo.
Yo no te vi dormido... Yo no te vi dormido...
aquellos pies descalzos
no te dejan dormir.
Tú ganas diez centavos, diez centavos por día.
Sin embargo,
tú los ganas tan limpios,
tienes manos tan limpias,
que puede que tu casa sólo tenga
ropa sucia,
catre sucio,
carne sucia,
pero lavada la palabra: Hombre.
NEGRO SIN RISA
Negro triste, tan triste
que en cualquier gesto tuyo puedo encontrar el mundo.
Tú que vives tan cerca del hombre sin el hombre,
una sonrisa tuya me servirá de agua
para lavar la vida, que casi no se puede
lavar con otra cosa.
Quiero llegar a ti, pero llego lo mismo
que el río llega al mar... De tus ojos, a veces,
salen tristes océanos que en el cuerpo te caben,
pero que en ti no caben.
Cualquiera cosa tuya te pone siempre triste,
cualquiera cosa tuya, por ejemplo: tu espejo.
Tu silencio es de carne, tu palabra es de carne,
tu inquietud es de carne, tu paciencia es de carne.
Tu lagrima no cae
como gota de agua...
(No se caen en el suelo
las palabras.)
NEGRO MANSO
Negro manso,
ni siquiera
tienes la inutilidad
de los charcos con cielo.
Só1o
con tu sonrisa rebelde
sobre tu dolor,
como un lirio valiente que crece
sobre la tierra del pantano.
Sin embargo,
negro manso,
negro quieto:
hoy la voz de la tierra te sale por los ojos,
(tus ojos que hacen ruido cuando sufren).
NEGRO SIEMPRE
Negro quieto,
barro dócil,
tú que siempre
eres el grano que no siembran nunca.
¡Qué hará contigo el hombre,
tú que tienes
la herida abierta como un surco con útiles
humilladas semillas de silencios?
Tu mano está en el aire,
tan desnuda,
tan simple
como tu risa que no tiene filo,
o como tu mirada,
tan sencilla,
tan lavada, que siempre con tus ojos
puede limpiarse el hombre.
ESTE NEGRO
Negro simple,
tú que tienes
a tu vida y al mundo
dentro de un amuleto.
De ti,
só1o asciende
el humo de tu cachimbo.
Negro sin cielo,
tu indiferencia tenaz
es como la palabra Tierra.
Sin embargo,
tienes para los hombres
una sonrisa blanca
que te pone muy alto.
Ni los niños
ni el asno,
tienen tu sencillez.
Negro lejano.
Noche sin mañana.
Letra de algún remoto alfabeto.
Quiero cavar la mina de tu grito.
MUJER CON ANILLO
Mujer que estas un poco en este anillo,
casi un poco, tal vez
lo que dura en el lecho
la palabra mujer.
Mujer que cabes en un ruido rubio.
Mujer,
que pasas por mi boca como el agua
que no quita la sed.
Mujer que te repartes en mis cosas.
Mujer,
te estoy tocando ahora, pero ahora
sólo toco tu piel.
Cuando estás en mis dedos
me pareces de viaje.
Tal vez,
es así como quiero,
pero no como amo.
Déjame que me quite
este lujo del cuerpo.
No ves,
que me pesa este anillo...
¿no lo ves?
Déjame que te use con los ojos.
¡Qué bien!
Los ojos se me llenan
de paisajes de tren.
Es que hay algo pasando ...
¿No lo ves?
Tú del tamaño de mi lujo sólo.
Mujer,
que rodeada estás por este anillo
de honradez.
Me quitaré tu nombre repartido,
tal como cuando llego de la calle:
que me quito del cuerpo
cotidianos detalles.
Ya ves,
mujer que eres a veces propiedad de mi alma,
y a ratos,
propiedad de mi piel.
PULULA
Negra Pulula, qué bien
que planchas la ropa ajena.
¡Cuándo plancharás tu cara:
mapa de penas!
Pulula, poca Pulula,
tú la carga y tú la mula.
Con tu amuleto ensalmado
y siempre se ve que es hueso;
tiene vida y está tieso,
no te quiere ver de frente,
no te quiere ver a ti:
está viendo todavía
de perfil.
Pero, Pulula,
¿qué esperas,
que también al San Benito
no le quitas la sordera?
Que Bocó sobó tu hueso,
que tampoco tiene olfato:
no huele aún que el sudor
te lo compran tan barato...!
¡Ni siquiera por antojo
ha querido ver por qué
le lavas hasta los pies
con el agua de tus ojos!
Pulula, también, Pulula:
se ve que es de piedra el dios,
cuando pides por los dos...
¡Tú la carga y tú la mula!
Si con tan blanco amuleto
tan oscura suerte cargas,
un hueso negro, tal vez,
te daría suerte blanca.
De rodillas lo que piensa,
lo que siente, arrodillado;
tus dos zapatos con hoyos,
y tu catre, derrengado.
Dile a tu santo de pino
que se pase un día entero
en tu rancho de agujeros;
porque en un santo de palo
puede haber un carpintero.
Pulula, poca Pulula,
tú la carga y tú la mula.
Mata la vergüenza y pídele
a tu hueso taumaturgo
que no se duerma en tu casa,
que venga con herramientas;
martillo, clavos y tabla;
que venga a arreglar tu catre;
¡que no te remiende el alma!
Pulula, poca Pulula,
¡tú la carga y tú la mula!
Dile al santo
que se ponga pantalones...
que venga a clavar el canto:
idioma de la tachuela.
Que venga a ver que hasta en misa
la cana de una sonrisa
te hace abuela...
Después, Pulula, después,
besa tu hueso sagrado...
Pero también,
ten cuidado,
ten cuidado
que Dios no dura en la piel...
Pulula, pero, Pulula,
hoy a las seis,
¿quién viene a planchar tu cara?
¿Quién?
Hay sólo una planchadora
que, como tú, plancha bien.
¡Qué almidonada, qué dura
que está tu cara esta vez!
Con plancha blanca de hueso,
de la cabeza a los pies,
la muerte, -tu planchadora-
¡cómo ha planchado tu piel!
AUTORIA
DON MANUEL DEL CABRAL
POETA DOMINICANO
lunes, 1 de diciembre de 2008
LA SANGRE DERRAMADA
¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.
¡Que no quiero verla!
La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.
¡Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
¡Que no quiero verla!
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.
¡Que no quiero verla!
Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!!
FEDERICO GARCIA LORCA
¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.
¡Que no quiero verla!
La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.
¡Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
¡Que no quiero verla!
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.
¡Que no quiero verla!
Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!!
FEDERICO GARCIA LORCA
EL CANDOR EN CADA ORIFICIO
DE ESTAS
SILUETAS DEMOCRÁTICAS
Comandante:Enrique Jimenez Moya
Movimiento Revolucionario 14 de Junio 1959
Desembarco Constanza,Maimón
y Esterohondo
Francisco Alberto Caamaño
Héroe de la Revolución Abril,1965
y sembrador de farolas en caracoles
Dr. Manuel Aurelio Taverez Justo
(Manolo)
Lider y mentor del Movimiento Revolucionario
14 de Junio(1J4),quien el 28 de Noviembre 1963, dirigió y encabezo la incursion al vientre de la patria...
Cantor de gestas, en la trenza de manacla
Las hermanas Mirabal
flores cuyos aromas
resplandecen en cada Otoño
en sus horascas
sepultaron el ciclope..TRUJILLO..
tirano, en las heridas del horror
DE ESTAS
SILUETAS DEMOCRÁTICAS
Comandante:Enrique Jimenez Moya
Movimiento Revolucionario 14 de Junio 1959
Desembarco Constanza,Maimón
y Esterohondo
Francisco Alberto Caamaño
Héroe de la Revolución Abril,1965
y sembrador de farolas en caracoles
Dr. Manuel Aurelio Taverez Justo
(Manolo)
Lider y mentor del Movimiento Revolucionario
14 de Junio(1J4),quien el 28 de Noviembre 1963, dirigió y encabezo la incursion al vientre de la patria...
Cantor de gestas, en la trenza de manacla
Las hermanas Mirabal
flores cuyos aromas
resplandecen en cada Otoño
en sus horascas
sepultaron el ciclope..TRUJILLO..
tirano, en las heridas del horror
HOMENAJE A LA PATRIA
Canto al comandante del Sol
Hoy
la República Dominicana siente
en sus avenidas y callejones
pisadas en sus abrileñas
heridas
Y en cada hueco de tu luz
Coronel
Francisco Alberto Caamaño de Deño
millones de razones
pavimentaran de nuevo la descalza
silueta Quisqueyana
con el valor de tus primaverales
recuerdos
Oh
Francisco Alberto
eres con tus cantares de
amaneceres
y tu guitarra de fusil
el cantor de gestas más cimeras
que montañas dominicanas hayan
podido escuchar desde el
estomago de las palmeras
Héroe
de huracanadas olas
inauguradas en la enraizada
CIUDAD NUEVA
del 24
Y
28 de Abril de 1965
Combate en el Puente Juan Pablo
Duarte de la capital del Sol
Dominicano
Y en el vientre
asfaltado del costado Sur de la
CORDILLERA CENTRAL
Quisqueyana
Comandante
humedecido de glorias
lirios
victorias
y
caracoles
con tu pecho de febrero y el
pico de barrancolí
desembarcaste en
PLAYA CARACOLES 1973
Con tus ideas vestidas
de guardia rural
para construir el bohío dominicano
al igual que Manuel Aurelio
Tavarez Justo (Manolo)
Quien con su cuerpo masificado
de amigos y uniformes de combates
y su sangre en diluvio
foresto el pensamiento
de
colmeneras patrióticas
centenarias en
LAS MANACLAS
Montaña Quisqueyana (quien
encabezo la guerrilla
para desinfectar el alba
secuestrada por el gorilesco
golpe de
Estado al Gobierno
Constitucional y Democrático
del Profesor Juan Bosch,
Septiembre 25 de 1963
por militares fascistas
dominicanos
al servicio de intereses
mezquinos
y foráneos)
Titán
De combates
te encontramos en el ojo
de la tormenta tropical
Hoy
Coronel de Abril
de Febrero en
Caracoles
acampados
en
montañosas lámparas
libertarias
Oh
comandante
marineros
de
campesinos versos
y trinitarias estrofas
acantonadas
en tu atrincherada
CIUDAD NUEVA
Antes de que florezca el Sol
te regalaremos un ramillete
de infantiles sonrisas
cosechadas
de tu himno tamborilero....
Hoy
coronel de Abril
de febrero en caracoles
de lomas y carreteras
en cada esquina de esta
primavera
te encontramos
Ofrendando el espíritu de la
historiografía
Nacional
Francisco Alberto
del pueblo y las campiñas
agigantaste las pupilas de tu
patria en
aquellos 365 días infinitos
que nacieron en tus labios
quemantes de 1965
lluvias sudorosas de Sol y
arena
Eres
Icono del Caribe
Redimido en la flor del plomo
Junto
A
rostros con uniformes de banderas
Enrique Jiménez Moya
Juan Ventura Simó
y
patriotas
hermanos
ultramarinos
organizaron el pensamiento y la acción
de la invasión de Constanza
Maimón y Estero Hondo
del movimiento revolucionario
14 de Junio de 1959
Estos
profetas
de la libertad
penetraron a la trenza de la Patria
cayeron en el alma de la historia
para renacer
en el corazón de las banderas
con la intención de desparasitar la primavera
de la tiranía trujillista
Héroes
de inmortales
sendas
y
praderas
viven en el imborrable
camino
de Ernesto Guevara
El Che
en una finca de banderas
sembradas de alegres pinos
en esta tasa de café
endulzada con sangre tuya
del cristalino arroyo
de Manolo
y de otros
miles hijos de esta
República
Dominicana
Latinoamérica y el mundo en
lucha
contra el lobo
entre tus manos de metal
pintaremos la falda de la madre
patria con tu ejemplo militar....
Te
Recordamos
Francisco Alberto Caamaño
Con tu uniforme de fronteras
Y tus canciones centenarias
Y tu rango de humildad
Y tus sueños interminables
en cada playa de mi tierra
Oh
militar que el 28 de abril de
1965 latigazos y
con tu rustica flauta
acámpate el coraje
contra el águila invasora del
Norte
que con sus garras quiso
doblegar
la alborada de tu canto
Gracias
Héroe de Abril y caracoles
Eres hombre
de fuego y silueta de Mar
Seguiremos tu ejemplo pintado en
verdes mejillas
enamoradas de tu ayer…
unido a las magnéticas y
floridas
manos de la ruta del Che...
Autor:
Ramón Danilo Correa
24 de Abril de 2008
en
homenaje Póstumo
A los caídos por la lucha
al respeto a los derechos
humanos y por la soberania
nacional de los pueblos...
sábado, 29 de noviembre de 2008
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