En mi
dedo menique de la mano derecha, tengo
una marca indeleble, una pequeña cicatriz que adquirí hace decenas de años,
cuando sólo era un chiquillo en los que todavía no apuntaban los bigotes.
Siempre
pensé, que el origen de la casi imperceptible marca sería la excusa perfecta
para escribir una historia sobre dos pequeños hermanos de un barrio de la
combativa zona norte de la Capital Dominicana, que intentaban sin lograrlo montar al mismo
tiempo, la misma bici de segunda mano, aro 16. La bicicleta era de Darío, hijo
de Tía Lupe.
El
tiempo ha pasado, y tengo las manos vacías, ni tengo la excusa, ni tampoco
tengo la historia. Es que crecí, “bueno no crecí tanto”, pero aumenté de edad
pensando que Carlos José y yo nos peleamos por la bici, y algo peor “que él me
empujo deliberadamente”, porque no quería prestármela, y que al caer me hice la pequeña
cicatriz de marras.
El
tiempo borra muchas cosas, casi ha borrado la pequeña herida física. El tema
llegó en estos días sin ton ni son , y esto fue lo que me dijo sin -Carlos José – “yo sabía montar bicicleta,
estábamos en la calle 19 casi esquina 38 en Villas Agrícolas, en la bajada, yo
te decía que tù no sabías bien, e insistías que sabías; y finalmente, cansado de
tus quejas te solté, y como no sabias bien montar, te caíste y te cortaste”.
El
tiempo ha pasado en alas de mismísima historia familiar, pensé que éramos
hermanos comunes y corrientes y que peleábamos como todos los muchachos, pero
me equivoqué y pensé. ¡venimos de otro planeta! y por fortuna, “ Nunca hemos
peleado”.
Autor:Víctor Elías Aquino
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