Es un espacio, cuya difusion de trabajos culturales, pero con una especial focalizacion en el marco de la poetica, como instrumento de educacion y fortalecimiento a la formacion politica, social y romantica, como seres humanos que convivimos en espacios compartdidos de dolores y preocupaciones en el desarrollo de la humanidad, sobretodo en el concepto de pais, acampado en el rostro historico de los esfuerzos por levantarnos y volver a caminar en el crisol de la libertad.Republica Dominicana
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domingo, 11 de junio de 2017
´´La Patria es Ara, no Pedestal´´. José Martí
Por, Danilo Correa
El sábado 21 de diciembre de 1963, tropas del Ejército, bajo el mando del Capital Ramiro Matos, fusilaron al doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo), y a 15 compañeros que lo acompañaron en el movimiento guerrillero que había iniciado el 28 de noviembre de 1963; en la trenza del Cibao.
Estos mártires jóvenes, cumplen 52 heridas en el corazón de las lágrimas de la Patria.
Se atrincheraron en la Cadera de la Cordillera Central. Las montañas de Las Manaclas, San José de Las Matas, Santiago.
Estos patriotas empuñaron las armas en contra de los golpistas que habían derrocado el 25 de septiembre de 1963 al primer gobierno constitucional presidido por Juan Bosch.
Pisoteado el único documento eficaz que ha tenido la historia republicana. La Carta Magna del 63, se continuó de maneras maquilladas con los nubarrones anquilosados de la Era…
Gracias al comandante de Las Manaclas y sus girasoles; hoy, nuestra calumniada y mil veces perforada bandera, flota en el cerebro de ronquidas voces libertarias, al ser rescatada por cantos Insurrectos en clavados en el alma nacional
Y que por sus vuelos derramados en la imaginación de una Patria verdaderamente democrática, es que podemos exigir que los corruptos y ladrones del erario público sean condenados y trancados en las cloacas de su poder. Bajo ese concepto ideológico cayo Manolo y otros mártires, abatidos por las fuerzas militares al servicio como hoy, del peculado y la corrupción estatal
¡Pero el pueblo algún día se levantara de su calvario!
Hoy
que han
que han
Pasado
52
Crepúsculos;
las heridas
de Manaclas
levantan sus voces
contra democráticas
de Manaclas
levantan sus voces
contra democráticas
siluetas
corruptas
corruptas
Y no hemos llegados más cerca de la humana victoria, porque la herencia trujillista, que combatió el Dr. Manuel AurelioTavarez Justo, (Manolo), y sus compañeros diseminados en otros poros de la geografía dominicana, ha venido contaminando el proceso histórico republicano.
Pero los democráticos manifiestos que históricamente se han sembrados en el color del campo, en el polvo y lodos de las ciudades, asmática de miseria, se vienen levantando contra la lepra política antidemocrática que reelige su careta; sarcófago mitológico
¡Gloria eterna a los caídos en Las Manaclas!
El gobierno del Triunvirato, fue una excusa para maquillar ese latrocinio dictatorial que ha tenido como transito la caretas tradicional de democracia.
Donde las instituciones siguen controladas por las venas del tirano, ahí están sus huellas, el pueblo solo tiene libertad de depositar una caricatura en las urnas.
El manifiesto del 1j4 aun luce verdecidos. Claro, respetando el tiempo. Un polen de su grito es independizar el Estado, donde el presidente y funcionarios, no conciban el poder gubernamental como un botín,
Y una gran estrella que adorna a Manolo Tavarez Justo y otros mártires del parnaso nacional; es su férrea convicción en crear un ambiente democrático y destrujillisar la superestructura de poder en el pensamiento democrático.
De ahí vino el derrocamiento del gobierno encabezado por el intelectual Juan Bosh. Único presidente serio que hemos tenido, en lo que va de Ocaso político…..
Hoy los estudiantes ni lo que besan el oscuro rostro de la pizarra, con la tiza, saben con apego histórico, el papel de Los Trinitarios, encabezado por Juan Pablo Duarte, tampoco lo que sucedió el sábado 21 de diciembre, 1963, ni las epopeyas patrióticas del 1949…1959, con fijación de cortar la cabeza a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina y sus asesinos….pero de manera ´´democrática´´ continúan en el poder.
Tampoco, a los controladores de la cartera educativa les interesan edificar la historia en la población juvenil; en investigar porque Francisco Alberto Caamaño, rompió los negros cristales del pasado y acaricio el Sol con los latidos de su alma, el 24 de Abril 1965 y luego regreso de un exilio dorado, para inmolarse acompañado de patriotas jóvenes en Caracoles, el 16 de Febrero, 1973
Por esta circunstancia histórica, Manaclas, es una alameda, rumiadora de libertades. Y nunca se ha querido desempolvar el pasado republicano, por el temor a que los cadáveres levanten sus polvos sobre el muro putrefacto ´´electorero´´ de Cernícalos y lechuzas de este panfleto democrático
¡ Que viva la raza inmortal !
Este nuevo aniversario del crimen cometido por la guarida de militares cobijado en un mandato de tortura y sangre, acribillaron a tiros a estos mártires que se presentaron frente a ellos con pañuelos blancos en sus puños, en señal de rendición.
Ese fue el acuerdo a que llegaron los patriotas y la horda de lobos hambrientos, dirigidos por el militar del Ejército de alto rango, Ramiro Matos.Gloria eterna al Dr. Manuel Aurelio Tavarez Justo y sus golondrinas, que ofrendaron sus vidas por el surgimiento de un espacio verdaderamente democrático. Hoy a 52 años del sacrificio tenemos la bota sobre el voto
Esas vivaceas imágenes del tiempo, cuyos nobles sacrificios están censurados por apellidos o herencias de un holocausto sangriento y tortuoso de mariposas. Estos fantasmas, ayer como hoy, deciden el verbo político y sus maquinarias cuentan los votos en la vagina del engaño
y empuñando los latidos
del tiempo,
se encaminaron al pies
de montañas
aromatizada de libertad
del tiempo,
se encaminaron al pies
de montañas
aromatizada de libertad
El Movimiento Revolucionario 1J4 del 1963; como los expedicionarios del 1j4 del 1949-59, jugaron un papel fundamental, porque fueron retranca a los malvados planes de las rémoras fascistas; que obedecían a la época oscura del Nacismo, que fue moldeándose y adhiriéndose a la forma política de dirigir los pueblos, Aquí Trujillo, en España, Franco, Italia Benito Mussolini, en Alemania: Gustavo Adolfo Hitler, en Venezuela, Marcos Evangelista Pérez Jiménez.
Gloria eterna a la raza inmortal
Hoy, recordamos la estatura de una historia uniformada de Manaclas, con el pensamiento en Caracoles, donde hace casi siglo, Manolo Tavarez Justo y otros discípulos de Jehová, fueron crucificados en la moral más alta de la Patria
¡Por las heridas de Manaclas, respira la Patria!
Quien escribe es periodista
RDCC
jueves, 1 de junio de 2017
lunes, 29 de mayo de 2017
Estos se robaron el hambre de la patria
Bueno, me parece, según nuestra costumbre, como lo verdaderamente involucrados
son ricos representante de esta arrugada democracia,nada pasara.....Si fueran humildes campesinos y obreros explotados, ahí si, garrotazos y barrotes.
Pero, como pulcros representantes del especulados, y quienes hacen esas leyes burócratas,que históricamente han permitido el asalto en cada periodo de gobiernos al sudor de los pendejos....A los culpables los condenan, les cantan 30 años,
Y cumplirlo en una digital cárcel con aire acondicionado, televisor plasma,el mas reciente celular, aifon o samsung,para chatear y comunicarse por Whasapp,con otros ladrones y corruptos,ademas finos vinos/whisky,con visitas de damiselas ...
Como también salir a su casa, los fines de semanas y días feriados.
Y al final con el olvido, cumplir en realidad, 6 meses de reculsion. Y NAAAAAA. LA HISTORIA ESTA AHÍ, EMPOLVADA Y ENVEJECIDA DE MOHO
Seria bueno, que a los verdaderos culpables los juzguen jueces fuera de nuestro laberinto judicial, ya que esta justicia esta comprometida con todo tipo de corrupción antes y después de ser República Dominicana.Debido que quienes los juzguen estén comprometido o designado ahí, por el pulpo político de la corrupción.
Seria bueno, que se lo lleven en un avión cloaca, para una cárcel de mayor seguridad,construida en mercurio u otros planetas
viernes, 19 de mayo de 2017
miércoles, 17 de mayo de 2017
Las botas y fusiles reflejan la democracia dominicana
LOS DOMINICANOS HEMOS VIVIDOS EN NUESTRA CORRUPTAS HISTORIA, ARROPADOS ENTRE LAVAS DE GOBIERNOS GORILEZCOS. ESTE TIPO DE ACCIONES ANTIDEMOCRÁTICAS. LO EVIDENCIA.........
El que sigue es un poema que se explica por sí solo,
una muestra de la
solidaridad que debe primar entre
los ciudadanos del mundo, expresada ante la
invasión armada
de que fuera objeto la República Dominicana en el 1965.
Perdonen si les digo unas locuras,
en esta dulce tarde de febrero,
y si se va mi corazón cantando,
hacia Santo Domingo, compañeros.
Vamos a recordar lo que ha pasado allí,
desde que don Cristóbal, el marinero,
puso los pies y descubrió la isla,
¡ay mejor no la hubiera descubierto!
porque ha sufrido tanto desde entonces,
que parece que el diablo y no Jesús,
se entendió con Colón en ese aspecto.
Esos conquistadores españoles,
que llegaron desde España, por supuesto,
buscaban oro y lo buscaron tanto,
como si les sirviese de alimento.
Enarbolando a Cristo con su cruz,
los garrotazos fueron argumentos,
tan poderosos que los indios vivos,
se convirtieron en cristianos muertos.
Aunque hace siglos de esta historia amarga,
por amarga y por vieja se la cuento,
porque las cosas no se aclaran nunca,
con el olvido ni con el silencio.
Y hay tanta inquietud sin comentario,
en la América hirsuta que me dieron,
que si hasta los poetas nos callamos,
no hablan los otros porque tienen miedo.
Ya se sabe en un día declaramos,
la independencia azul de nuestros pueblos,
una por una, América Latina,
se desgranó como un racimo negro,
de nacionalidades diminutas,
con mucha facha y con poco dinero.
( Andamos con orgullo y sin zapatos,
y nos creemos todos caballeros)
Cuando tuvimos pantalones largos,
nos escogimos pésimos gobiernos,
(rivalizamos mucho en este asunto,
Santo Domingo se sacó los premios).
En esta variedad un tanto triste,
tuvieron a Trujillo sempiterno,
que gracias a un balazo se enfermó,
después de cuarenta años de gobierno.
Podríamos decir de este Trujillo,
(a juzgar por las cosas que sabemos),
que fue el hombre más malo de este mundo,
(si no existiese Jhonson, por supuesto),
se sabrá quién ha sido más malvado),
cuando los dos estén en el infierno),
Cuando murió Trujillo respiró,
aquella pobre patria de tormentos,
y en un escalofrío de esperanzas,
subió la luna sobre el sufrimiento.
Corre por los caminos la noticia:
Santo Domingo sale del infierno,
por fin elige un presidente puro:
es Juan Bosch que regresa del destierro,
pero no les conviene un hombre honrado
ni a los gorilas ni a los usureros.
Decretaron un golpe en Nueva York,
le echan abajo con cualquier pretexto,
lo destierran con su constitución,
instalan a cualquier sepulturero,
en el tronco del mando y del castigo,
y los verdugos vuelven a sus puestos .
“La democracia representativa,
ha sido restaurada en este pueblo”
dijo El Mercurio en su “editorial” escrito,
en la Embajada que sabemos.
Pero esta vez las cosas no marcharon,
de un modo interesado aunque severo,
a norteamericanos y gorilas,
les salieron los tornillos en el queso,
y con voz de fusibles en la calle,
Salió a cantar el corazón del pueblo.
Santo Domingo con su pueblo armado ,
borró la imposición de los violentos:
tomó ciudades, campos y en el puente,
con el pecho desnudo y descubierto,
aplastó tanques, desafió cañones.
Y corría impetuoso como el viento,
hacia la libertad y la victoria,
cuando el tejano Jhonson, el funesto,
con la sangre de muchos en las manos,
hizo desembarcar los marineros.
Cuarenta y cinco mil hijos de perra,
bajaron con sus armas y sus cuentos,
con ametralladoras y napalm,
con objetivos claros y concretos:
“Poner en libertad a los ladrones,
Y a los demás hay que meterlos presos”.
Y allí están disparando cada día,
contra dominicanos indefensos.
Como en Vietnam el asesino es fuerte,
pero a la larga vencerán los pueblos.
La moraleja de este cuento amargo,
se las voy a decir en un momento,
(no se lo vayan a contar a nadie:
soy pacifista por fuera y por dentro!) :
Ahí va:
Me gusta en Nueva York el yanqui vivo
y sus lindas muchachas, por supuesto,
pero en Santo Domingo y en Vietnam,
prefiero norteamericanos muertos.
(“Versainas de protesta por el desembarco de marines en Santo Domingo,
publicadas en hojas sueltas en Valparaíso y en Santiago de Chile, 1966”)
sábado, 29 de abril de 2017
Breve biografía de Rene del Risco y Bermudez
Nació en Sam Pedro de Macorís el 9 de mayo de 1937.Nieto del poeta Federico Bermudez.Su vida transcurrió en un ambiente de precocidad que lo hiso alcanzar en poco tiempo el bachillerato.
A temprana
edad produjo composiciones poéticas que asombraron a todos, desempeñándose
también como actor en veladas infantiles y como autor de canciones.
Más tarde
empezó en Santo Domingo, sus estudios de dercho, interrumpidos por su vocación
política que lo llevaría a luchar contra la dictadura trujillista, hasta el
extremo de ser llevado a prisión y obligado a un forzoso exilio en Puerto Rico.
Aunque
rodeado de muerte por todas partes, en estos poemas, según nos dice desea poner
sus palabras del lado de la vida. Por que el amor siempre estuvo unido a sus
preocupaciones y esta presente en sus más crudos poemas de lucha.
Sus obras:
“El viento
frió” “Del jubileo a la sangre” “En el barrio no hay banderas” “Cuentos y
poemas completos” “Ahora que vuelvo tom.”
Crítica de
“Ahora que vuelvo tom”:
Ahora que vuelvo,Ton
Rene del Risco y Bermudez
Eras realmente pintoresco, Ton; con aquella gorra de los Tigres del Licey, que ya no era azul sino berrenda, y el pantalón de kaky que te ponías planchadito los sábados por la tarde para irte a juntarte con nosotros en la glorieta del Parque Salvador a ver las paradas de los Boys Scouts en la avenida y a corretear y bromear hasta que de repente la noche oscurecía el recinto y nuestros gritos se apagaban por las calles del barrio.
Te recuerdo, porque hoy he aprendido a querer a los muchachos como tú y entonces me empeño en recordar esa tu voz cansona y timorata y aquella insistente cojera que te hacía brincar a cada paso y que sin embargo no te impedía correr de home a primera, cuando Juan se te acercaba y te decía al oído "vamos a sorprenderlos, Ton; toca por tercera y corre mucho".
Como jugabas con los muchachos del "Aurora", compartiste con nosotros muchas veces la alegría de formar aquella rueda en el box "¡rosi, rosi, sin bom-ba - Aurora - Aurora - ra- ra- ra!" y eso que tú no podías jugar todas las entradas de un partido porque había que esperar a que nos fuéramos por encima del "Miramar" o "la Barca" para darle "un chance a Ton que vino tempranito" y "no te apures, Ton que ahorita entras de emergente ".
¿Cómo llegaste al barrio? ¿Cuándo? ¿Quién te invitó a la pandilla? ¿Qué cuento de Pedro Animal hizo Toñín esa noche, Ton? ¿Serías capaz de recordar que en el radio en casa de Candelario todas las noches "Mejoral, el calmante sin rival, presenta "Cárcel de mujeres", y entonces alguien daba palmadas desde la puerta de una casa y ya era hora de irse a dormir, "se rompió la taza..."
Yo no sé si tú, con esa manera de mirar con un guiño que tenías cuando el sol te molestaba, podrías reconocerme ahora. Probablemente la pipa apretada entre los dientes me presta una apariencia demasiado extraña a ti, o esta gordura que empieza a redondear mi cara y las entradas cada vez más obvias en mi cabeza, han desdibujado ya lo que podría recordarse de aquel muchacho que se hacía la raya a un lado, y que algunas tardes te acompañó a ver los trainning de Kid Barquerito y de 22-22 en la cancha, en los tiempos en que "Barquero se va para La Habana a pelear con Acevedo" y Efraín, el entrenador, con el bigote de Joaquín Pardavé, "¡Arriba, arriba, así es, la izquierda, el jab ahora, eso es" y tú después, apoyándote en tu pie siempre empinado, "¡can-can-can-can!" golpeando el aire con tus puños, bajábamos por la calle Sánchez, "¡can-can-can! "jugabas la soga contra la pared, siempre saltando por tu cojera incorregible y yo te decía que "no jodas Ton" pero tú seguías y entonces, ya en pleno barrio, yo te quitaba la gorra, dejando al descubierto el óvalo grande de tu cabeza de zeppelin, aquella cabeza del "Ton, Melitón, cojo y cabezón!" con que el Flaco Pérez acompañaba el redoble de los tambores de los Boys Scouts para hacerte rabiar hasta el extremo de mentarle "¡Tumadrehijodelagranputa", y así llegábamos corriendo, uno detrás del otro, hasta la puerta de mi casa, donde, poniéndote la gorra, decías siempre lo mismo "¡a mí no me hables!".
Para esos tiempos el barrio no estaba tan triste Ton, no caía esa luz desteñida y polvorienta sobre las casas ni este deprimente olor a toallas viejas se le pegaba a uno en la piel como un tierno y resignado vaho de miseria, a través de las calles por donde minutos atrás yo he venido inútilmente echando de menos los ojos juntos y cejudos del "búho Pujols", las latas de carbón a la puerta de la casa amarilla, el perro blanco y negro de los Pascual, la algarabía en las fiestas de cumpleaños de Pin Báez, en las que su padre tomaba cervezas con sus amigos sentado contra la pared de ladrillos, en un rincón sombrío del patio, y nosotros, yo con mi traje blanco almidonado; ahora recuerdo el bordoneo puntual y melancólico de la guitarra de Negro Alcántara, mientras alrededor del pozo corríamos y gritábamos y entre el ruido de la heladera el diente careado de Asia salía y se escondía alternativamente en cada grito.
Era para morirse de risa, Ton, para enlodarse los zapatos; para empinarse junto al brocal y verse en el espejo negro del pozo, cara de círculos concéntricos, cabellos de helechos, salivazo en el ojo, y después "mira como te has puesto, cualquiera te revienta, perdiste dos botones, tigre, eso eres, un tigre, a este muchacho, Arturo, hay que quemarlo a golpes"; pero entonces éramos tan iguales, tan lo mismo, tan "fraile y convento, convento sin fraile, que vaya y que venga", Ton, que la vida era lo mismo, "un gustazo: un trancazo", para todos.
Claro que ahora no es lo mismo. Los años han pasado. Comenzaron a pasar desde aquel día en que miré las aguas verdosas de la zanja, cuando papá cerró el candado y mamá se quedó mirando la casa por el vidrio trasero del carro y yo los saludé a ustedes, a ti, a Fremio, a Juan, a Toñín, que estaban en la esquina, y me quedé recordando esa cara que pusieron todos, un poco de tristeza y de rencor, cuando aquella mañana, (ocho y quince en la radio del carro) nos marchamos definitivamente del barrio y del pueblo.
Ustedes quedarían para siempre contra la pared grisácea de la pulpería de Ulises. La puya del trompo haciendo un hoyo en el pavimento, la gangorra lanzada al aire con violenta soltura, machacando a puyazos y cabezazos la moneda ya negra de rodar por la calle; no tendrían en lo adelante otro lugar que junto a ese muro que se iría oscureciendo con los años "a Milita se la tiró Alberto en el callejoncito del tullío" escrito con carbón allí, y los días pasando con una sorda modorra que acabaría en recuerdo, en remota y desvaída imagen de un tiempo inexplicablemente perdido para siempre.
Una mañana me dio por contarles a mis amigos de San Carlos cómo eran ustedes; les dije de Fremio, que descubrió que en el piso de los vagones, en el muelle, siempre quedaba azúcar parda cuando los barcos estaban cargando, y que se podía recoger a puñados y hasta llenar una funda y sentarnos a comerla en las escalinatas del viejo edificio de aduanas; les conté también de las zambullidas en el río y llegar hasta la goleta de tres palos, encallada en el lodo sobre uno de sus costados, y que una vez allí, con los pies en el agua, mirando el pueblo, el humo de la chimenea, las carretas que subían del puerto cargadas de mercancías, pasábamos el tiempo orinan-do, charlando, correteando de la popa al bauprés, hasta que en el reloj de la iglesia se hacía tarde y otra vez, braceando, ganamos la orilla en un escandaloso chapoteo que ahora me parece estar oyendo, aunque no lo creas, Ton.
Los muchachos quedaron fascinados con nuestro mundo de manglares, de locomotoras, de cigüas, de cuevas de cangrejos, y desde entonces me hicieron relatar historias que en el curso de los días yo fui alterando poco a poco hasta llegar a atribuir a ustedes y a mí verdaderas epopeyas que yo mismo fui creyendo y repitiendo, no sé qué día en que quizás comprendí que sería completamente inútil ese afán por mostrarnos de una imagen que, como las viejas fotos, se amarilleaba y desteñía ineludiblemente.
La vida fue cambiando, Ton; entonces yo me fui inclinando un poco a los libros y me interné en un extraño mundo mezcla de la Ciencia Natural de Fesquet, versos de Bécquer, y láminas de Billiken; me gustaba el camino al colegio cada mañana bajo los árboles de la avenida Independencia, el rostro de Rita Hayworth, en la pequeña y amarilla pantalla del "Capitolio", me hizo olvidar a Flash Gordon y a los Tres Chiflados. Ya para entonces papá ganaba buen dinero en su puesto de la Secretaría de Educación, y nos mudamos a una casa desde donde yo podía ver el mar y a Ivette, con sus shorts a rayas y sus trenzas doradas que marcaban el vivo ritmo de sus ojos y su cabeza; con ella me acostumbré a Nat King Cole, a Fernando Fernández, los viejos discos de los Modernaires, y aprendía a llevar el compás de sus golpes junto a la mesa de Ping-Pong; no le hablé nunca de ustedes, esa es la verdad, quizás porque nunca hubo la oportunidad para ello o tal vez porque los días de Ivette pasaron tan rápidos, tan llenos de "ven-mira-esta es Gretchen el Pontiac de papi dice Albertico - me voy a Canadá" que nunca tuve la necesidad ni el tiempo para recordarlos.
¿Tú sabes qué fue del Andrea Doria, Ton? Probablemente no lo sepas; yo lo recuerdo por unas fotos del "Miami Herald" y porque los muchachos latinos de la Universidad nos íbamos a un café de Coral Gables a cantar junto a jarrones de cerveza "Arrivederci Roma", balanceándonos en las sillas como si fuésemos en un bote salvavidas; yo estudiaba el inglés y me gustaba pronunciar el "good bay..." de la canción, con ese extraño gesto de la barbilla muy peculiar en las muchachas y muchachos de aquel país.
¿Y sabes, Ton, que una vez pensé en ustedes? Fue una mañana en que íbamos a lo largo de un muelle mirando los yates y vi un grupo de muchachos despeinados y sucios que sacaban sardinas de un jarro oxidado y las clavaban a la punta de sus anzuelos, yo me quedé mirando un instante aquella pandilla y vi un vivo retrato nuestro en el muelle de Macorís, sólo que nosotros no éramos rubios, ni llevábamos zapatos tennis, ni teníamos caña de pescar, ahí se deshizo mi sueño y seguí mirando los yates en compañía de mi amigo nicaragüense, muy aficionado a los deportes marinos.
Y los años van cayendo con todo su peso sobre los recuerdos, sobre la vida vivida, y el pasado comienza a enterrarse en algún desconocido lugar, en una región del corazón y de los sueños en donde permanecerán, intactos tal vez, pero cubiertos por la mugre de los días sepultados bajo los libros leídos, la impresión de otros países, los apretones de manos, las tardes de fútbol, las borracheras, los malentendidos, el amor, las indigestiones, los trabajos.
Por eso, Ton, cuando años más tarde me gradué de Médico, la fiesta no fue con ustedes sino que se celebró en varios lugares, corriendo alocadamente en aquel Triumph sin muffler que tronaba sobre el pavimento, bailando hasta el cansancio en el Country Club, descorchando botellas en la terraza, mientras mamá traía platos de bocadillos y papá me llamaba "doctor" entre las risas de los muchachos; ustedes no estuvieron allí ni yo estuve en ánimo, de reconstruir viejas y melancólicas imágenes de paredes derruidas, calles polvorientas, pitos de locomotoras y pies descalzos metidos en el agua lodosa del río, ahora los nombres eran Héctor, Fred, Américo, y hablaríamos del Mal de Parkinson, de las alergias, de los test de Jung y de Adler y también de ciertas obras de Thomas Mann y François Mauriac.
Por eso, Ton, cuando años más tarde me gradué de Médico, la fiesta no fue con ustedes sino que se celebró en varios lugares, corriendo alocadamente en aquel Triumph sin muffler que tronaba sobre el pavimento, bailando hasta el cansancio en el Country Club, descorchando botellas en la terraza, mientras mamá traía platos de bocadillos y papá me llamaba "doctor" entre las risas de los muchachos; ustedes no estuvieron allí ni yo estuve en ánimo, de reconstruir viejas y melancólicas imágenes de paredes derruidas, calles polvorientas, pitos de locomotoras y pies descalzos metidos en el agua lodosa del río, ahora los nombres eran Héctor, Fred, Américo, y hablaríamos del Mal de Parkinson, de las alergias, de los test de Jung y de Adler y también de ciertas obras de Thomas Mann y François Mauriac.
Todo esto deberá serte tan extraño, Ton; te será tan "había una vez y dos son tres, el que no tiene azúcar no toma café " que me parece verte sentado a horcajadas sobre el muro sucio de la Avenida, perdidos los ojos vagos entre las ramas rojas de los almendros, escuchando a Juan contar las fabulosas historias de su tío marinero que había naufragado en el canal de la Mona y que en tiempos de la guerra estuvo prisionero de un submarino alemán, cerca de Curazao. Siempre asumieron tus ojos esa vaguedad triste e ingenua cuando algo te hacía ver que el mundo tenía otras dimensiones que tú, durmiendo entre sacos de carbón y naranjas podridas, no alcanzarías a conocer más que en las palabras de Juan, o en las películas de la guagüita Bayer o en las láminas deportivas de "Carteles".
Yo no sé cuáles serían entonces tus sueños, Ton, o si no los tenías; yo no sé si las gentes como tú tienen sueños o si la cruda conciencia de sus realidades no se lo permiten, pero de todos modos yo no te dejaría soñar, te desvelaría contándote todo esto para de alguna forma volver a ser uno de ustedes, aunque sea por esta tarde solamente. Ahora te diría cómo, años después, mientras hacía estudios de Psiquiatría en España, conocí a Rosina, recién llegada de Italia con un grupo de excursionistas entre los que se hallaban sus dos hermanos, Piero y Francesco, que llevaban camisetas a rayas y el cabello caído sobre la frente. Nos encontramos accidentalmente, Ton, como suelen encontrarse las gentes en ciertas novelas de Françoise Sagan; tomábamos "Valdepeñas" en un mesón, después de una corrida de toros, y Rosina, que acostumbra a hablar haciendo grandes movimientos, levantaba los brazos y enseñaba el ombligo una pulgada más arriba de su pantalón blanco. Después sólo recuerdo que alguien volcó una botella de vino sobre mi chaqueta y que Piero cambiaba sonrisitas con el pianista en un oscuro lugar que nunca volví a encontrar. Meses más tarde, Rosina volvió a Madrid y nos alojamos en un pequeño piso al final de la Avenida Generalísimo; fuimos al fútbol, a los museos, al cine-club, a las ferias, al teatro, leímos, veraneamos, tocamos guitarra, escribimos versos, y una vez terminada mi especialidad, metimos los libros, los discos, la cámara fotográfica, la guitarra y la ropa en grandes maletas, y nos hicimos al mar.
"¿Cómo es Santo Domingo?", me preguntaba Rosina una semana antes, cuando decidimos casarnos, y yo me limitaba a contestarle, "algo más que las palmas y tamboras que has visto en los afiches del Consulado".
Eso pasó hace tiempo, Ton; todavía vivía papá cuando volvimos. ¿Sabes que murió papá? Debes saberlo. Lo enterra-mos aquí porque él siempre dijo que en este pueblo descansaría entre camaradas. Si vieras cómo se puso el viejo, tú que chanceabas con su rápido andar y sus ademanes vigorosos de "muñequito de cuerda", no lo hubieras reconocido; ralo el cabello grisáceo, desencajado el rostro, ronca la voz y la respiración, se fue gastando angustiosamente hasta morir una tarde en la penumbra de su habitación entre el fuerte olor de los medicamentos. Ahí mismo iba a morir mamá un año más tarde apenas; la vieja murió en sus cabales, con los ojos duros y brillantes, con la misma enérgica expresión que tanto nos asustaba Ton.
Por mi parte, con Rosina no me fue tan bien como yo esperaba; nos hicimos de un bonito apartamiento en la avenida Bolívar y yo comencé a trabajar con relativo éxito en mi consultorio. Los meses pasaron a un ritmo normal para quienes llegan del extranjero y empiezan a montar el mecanismo de sus relaciones: invitaciones a la playa los domingos, cenas, a bailar los fines de semanas, paseos por las montañas, tertulias con artistas y colegas, invitaciones a las galerías, llamadas telefónicas de amigos, en fin ese relajamiento a que tiene uno que someterse cuando llega graduado del exterior y casado con una extranjera.
Rosina asimilaba con naturalidad el ambiente y, salvo pequeñas resistencias, se mostraba feliz e interesada por todo lo que iba formando el ovillo de nuestra vida. Pero pronto las cosas comenzaron a cambiar, entré a dar cátedras a la Universidad y a la vez mi clientela crecía, con lo que mis ocupaciones y responsabilidades fueron cada vez mayores, en tanto había nacido Francesco José, y todo eso unido, dio un giro absoluto a nuestras relaciones. Rosina empezó a lamentarse de su gordura y entre el "Metrecal" y la balanza del baño dejaba a cada instante un rosario de palabras amargadas e hirientes, la vida era demasiado cara en el país, en Italia los taxis no son así, aquí no hace más que llover y cuando no el polvo se traga a la gente, el niño va a tener el pelo demasiado duro, el servicio es detestable, un matrimonio joven no debe ser un par de aburridos, Europa hace demasiada falta, uno no puede estar pegando botones a cada rato, el maldito frasco de "Sucaril" se rompió esta mañana, y así se fue amargando todo, amigo Ton, hasta que un día no fue posible oponer más sensatez ni más mesura y Rosina voló a Roma en "Alitalia" y yo no sé de mi hijo Francesco más que por dos cartas mensuales y unas cuantas fotos a colores que voy guardando aquí, en mi cartera, para sentir que crece junto a mí.
Esa es la historia.
Lo demás no será extraño, Ton. Mañana es Día de Finados y yo he venido a estar algún momento junto a la tumba de mis padres; quise venir desde hoy porque desde hace mucho tiempo me golpeaba en la mente la ilusión de este regreso. Pensé en volver a atravesar las calles del barrio, entrar en los callejones, respirar el olor de los cerezos, de los limoncillos, de la yerba de los solares, ir a aquella ventana por donde se podía ver el río y sus lanchones; encontrarlos a ustedes junto al muro gris de la pulpería de Ulises, tirar de los cabellos al "Búho Pujols", retozar con Fremio, chancear con Toñín y con Pericles, irnos a la glorieta del parque Salvador y buscar en el viento de la tarde el sonido uniforme de los redoblantes de los Boys Scouts. Pero quizás deba admitir que ya es un poco tarde, que no podré volver sobre mis pasos para buscar tal vez una parte más pura de la vida.
Por eso hace un instante he dejado el barrio, Ton, y he venido aquí, a esta mesa y me he puesto a pedir casi sin querer, botellas de cerveza que estoy tomando sin darme cuenta, porque, cuando te vi entrar con esa misma cojera que no me engaña y esa velada ingenuidad en la mirada, y esa cabeza inconfundible de "Ton Melitón cojo y cabezón" mirándome como a un extraño, sólo he tenido tiempo para comprender que tú sí que has permanecido inalterable, Ton; que tu pureza es siempre igual la misma de aquellos días, porque sólo los muchachos como tú pueden verdaderamente permanecer incorruptibles aún por debajo de ese olvido, de esa pobreza, de esa amargura que siempre te hizo mirar las rojas ramas del almendro cuando pensabas ciertas cosas.
Por eso yo soy quien ha cambiado, Ton, creo que me iré esta noche y por eso también no sé si decirte ahora quién soy y contarte todo esto, o simplemente dejar que termines de lustrarme los zapatos y marcharme para siempre.
Rene del Risco y Bermudez.
Noviembre 3, 1968, Santo Domingo, R. D.
viernes, 21 de abril de 2017
Cuando de Chile
OH Chile, largo pétalo
de mar y vino y nieve,
ay cuándo
ay cuándo y cuándo
ay cuándo
me encontraré contigo,
enrollarás tu cinta
de espuma blanca y negra en mi cintura,
desencadenaré mi poesía
sobre tu territorio.
Hay hombres
mitad pez, mitad viento,
hay otros hombres hechos de agua.
Yo estoy hecho de tierra.
Voy por el mundo
cada vez más alegre:
cada ciudad me da una nueva vida.
El mundo está naciendo.
Pero si llueve en Lota
sobre mí cae la lluvia,
si en Lonquimay la nieve
resbala de las hojas
llega la nieve donde estoy.
Crece en mí el trigo oscuro de Cautín.
Yo tengo una araucaria en Villarrica,
tengo arena en el Norte Grande,
tengo una rosa rubia en la provincia,
y el viento que derriba
la última ola de Valparaiso
me golpea en el pecho
con un ruido quebrado
como si allí tuviera
mi corazón una ventana rota.
El mes de octubre ha llegado hace
tan poco tiempo del pasado octubre
que cuando éste llegó fue como si
me estuviera mirando el tiempo inmóvil.
Aquí es otoño. Cruzo
la estepa siberiana.
Día tras día todo es amarillo,
el árbol y la usina,
la tierra y lo que en ella el hombre nuevo crea:
hay oro y llama roja,
mañana inmensidad, nieve, pureza.
En mi país la primavera
viene de norte a sur con su fragancia.
Es como una muchacha
que por las piedras negras de Coquimbo,
por la orilla solemne de la espuma
vuela con pies desnudos
hasta los archipiélagos heridos.
No sólo territorio, primavera,
llenándome, me ofreces.
No soy un hombre solo.
Nací en el sur. De la frontera
traje las soledades y el galope
del último caudillo.
Pero el Partido me bajó del caballo
y me hice hombre, y anduve
los arenales y las cordilleras
amando y descubriendo.
Pueblo mío, verdad que en primavera
suena mi nombre en tus oídos
y tú me reconoces
como si fuera un río
que pasa por tu puerta?
Soy un río. Si escuchas
pausadamente bajo los salares
de Antofagasta, o bien
al sur, de Osorno
o hacia la cordillera, en Melipilla,
o en Temuco, en la noche
de astros mojados y laurel sonoro,
pones sobre la tierra tus oídos,
escucharás que corro
sumergido, cantando.
Octubre, oh primavera,
devuélveme a mi pueblo.
Qué haré sin ver mil hombres,
mil muchachas,
qué haré sin conducir sobre mis hombros
una parte de la esperanza?
Qué haré sin caminar con la bandera
que de mano en mano en la fila
de nuestra larga lucha
llegó a las manos mías?
Ay Patria, Patria,
ay Patria, cuándo
ay cuándo y cuándo
cuándo
me encontraré contigo?
Lejos de ti
mitad de tierra tuya y hombre tuyo
he continuado siendo,
y otra vez hoy la primavera pasa.
Pero yo con tus flores me he llenado,
con tu victoria voy sobre la frente
y en ti siguen viviendo mis raíces.
Ay cuándo
encontraré tu primavera dura,
y entre todos tus hijos
andaré por tus campos y tus calles
con mis zapatos viejos.
Ay cuándo
iré con Elías Lafferte
por toda la pampa dorada.
Ay cuándo a ti te apretaré la boca,
chilena que me esperas,
con mis labios errantes?
Ay cuándo
podré entrar en la sala del Partido
a sentarme con Pedro Fogonero,
con el que no conozco y sin embargo
es más hermano mío que mi hermano.
Ay cuándo
me sacará del sueño un trueno verde
de tu manto marino.
Ay cuándo, Patria, en las elecciones
iré de casa en casa recogiendo
la libertad temerosa
para que grite en medio de la calle.
Ay cuándo, Patria,
te casarás conmigo
con ojos verdemar y vestido de nieve
y tendremos millones de hijos nuevos
que entregarán la tierra a los hambrientos.
Ay Patria, sin harapos,
ay primavera mía,
ay cuándo
ay cuándo y cuándo
despertaré en tus brazos
empapado de mar y de rocío.
Ay cuando yo esté cerca
de ti, te tomaré de la cintura,
nadie podrá tocarte,
yo podré defenderte
cantando,
cuando
vaya contigo, cuando
vayas conmigo, cuándo
ay cuándo.
miércoles, 19 de abril de 2017
NUEVO CANTO DE AMOR A STALINGRADO
Yo ESCRIBÍ sobre el tiempo y sobre el agua,
describí el
luto y su metal morado,
yo escribí
sobre el cielo y la manzana,
ahora
escribo sobre Stalingrado.
Ya la novia
guardó con su pañuelo
el rayo de
mi amor enamorado,
ahora mi
corazón está en el suelo,
en el humo
y la luz de Stalingrado.
Yo toqué
con mis manos la camisa
del
crepúsculo azul y derrotado:
ahora toco
el alba de la vida
naciendo
con el sol de Stalingrado.
Yo sé que
el viejo joven transitorio
de pluma,
como un cisne encuadernado,
desencuaderna
su dolor notorio
por mi
grito de amor a Stalingrado.
Yo pongo el
alma mía donde quiero.
Y no me
nutro de papel cansado
adobado de
tinta y de tintero.
Nací para
cantar a Stalingrado.
Mi voz
estuvo con tus grandes muertos
contra tus
propios muros machacados,
mi voz sonó
como campana y viento
mirándote
morir, Stalingrado.
Ahora
americanos combatientes
blancos y
oscuros como los granados,
matan en el
desierto a la serpiente.
Ya no estás
sola, Stalingtado.
Francia
vuelve a las viejas barricadas
con
pabellón de furia enarbolado
sobre las
lágrimas recién secadas.
Ya no estás
sola, Stalingrado.
Y los
grandes leones de Inglaterra
volando
sobre el mar huracanado
clavan las
garras en la parda tierra.
Ya no estás
sola, Stalingrado.
Hoy bajo
tus montañas de escarmiento
no sólo
están los tuyos enterrados:
temblando
está la carne de los muertos
que tocaron
tu frente, Stalingrado.
Tu acero
azul de orgullo construido,
tu pelo de
planetas coronados,
tu baluarte
de panes divididos,
tu frontera
sombría, Stalingrado.
Tu Patria
de martillos y laureles,
la sangre
sobre tu esplendor nevado,
la mirada
de Stalin a la nieve
tejida con
tu sangre, Stalingrado.
Las
condecoraciones que tus muertos
han puesto
sobre el pecho traspasado
de la
tierra, y el estremecimiento
de la
muerte y la vida, Stalingrado
La sal
profunda que de nuevo traes
al corazón
del hombre acongojado
con la rama
de rojos capitanes
salidos de tu
sangre, Stalingrado.
La
esperanza que rompe en los jardines
como la
flor del árbol esperado,
la página
grabada de fusiles,
las letras
de la luz, Stalingrado.
La torre
que concibes en la altura,
los altares
de piedra ensangrentados,
los
defensores de tu edad madura,
los hijos
de tu piel, Stalingrado.
Las águilas
ardientes de tus piedras,
los metales
por tu alma amamantados,
los adioses
de lágrimas inmensas
y las olas
de amor, Stalingrado.
Los huesos
de asesinos malheridos,
los
invasores párpados cerrados,
y los
conquistadores fugitivos
detrás de
tu centella, Stalingrado.
Los que
humillaron la curva del Arco
y las aguas
del Sena han taladrado
con el
consentimiento del esclavo,
se
detuvieron en Stalingrado.
Los que
Praga la Bella sobre lágrimas,
sobre lo
enmudecido y traicionado,
pasaron
pisoteando sus heridas,
murieron en
Stalingrado.
Los que en
la gruta griega han escupido,
la
estalactita de cristal truncado
y su
clásico azul enrarecido,
ahora dónde
están, Stalingrado?
Los que
España quemaron y rompieron
dejando el
corazón encadenado
de esa
madre de encinos y guerreros,
se pudren a
tus pies, Stalingrado.
Los que en
Holanda, tulipanes y agua
salpicaron
de lodo ensangrentado
y
esparcieron el látigo y la espada,
ahora
duermen en Stalingrado.
Los que en
la noche blanca de Noruega
con un
aullido de chacal soltado
quemaron
esa helada primavera,
enmudecieron
en Stalingrado.
Honor a ti
por lo que el aire trae,
lo que se
ha de cantar y lo cantado,
honor para
tus madres y tus hijos
y tus
nietos, Stalingrado.
Honor al
combatiente de la bruma,
honor al
Comisario y al soldado,
honor al
cielo detrás de tu luna,
honor al
sol de Stalingrado.
Guárdame un
trozo de violenta espuma,
guárdame un
rifle, guárdame un arado,
y que lo
pongan en mi sepultura
con una
espiga roja de tu estado,
para que
sepan, si hay alguna duda,
que he
muerto amándote y que me has amado,
y si no he
combatido en tu cintura
dejo en tu
honor esta granada oscura,
este canto
de amor a Stalingrado.
Autor,
PABLO NERUDA
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